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La pelea de fondo de Obama

Cuando Barack Obama fue reelecto, en noviembre pasado, pensó que ese era el momento para implantar de una buena vez una de sus propuestas más ambiciosas. No por nada había hecho campaña promoviendo una modificación en las cargas tributarias para que las clases más bajas de la sociedad paguen menos y que, en cambio, los ricos hagan mayores aportes de sus abultados bolsillos para solventar los gastos del presupuesto. Y los estadounidenses se habían inclinado por darle otra oportunidad en las urnas.

Poco más de un mes más tarde, estaba a las puertas del llamado «abismo fiscal», que comprometía los pagos en todos los niveles de la administración central si no se llegaba a un acuerdo para extender el déficit autorizado al gobierno. Pero nada fue como se imaginaba el presidente demócrata: los republicanos –mayoría en la Cámara Baja– se negaban a apoyar un aumento en las obligaciones tributarias y, en cambio, exigían reducir prestaciones estatales. Como para demostrarle que, mas allá de lo que dijeron las urnas, no aceptarían transgredir sus sagrados principios de defensa a ultranza de los intereses de los poderosos.
De nada valieron los argumentos de uno de los hombres más ricos del país, el inversor Warren Buffett, que protestó amablemente porque él, con todos sus miles de millones, pagaba menos impuestos que su secretaria, que vive de un sueldo. De nada valieron tampoco las argumentaciones que desde los sectores pacifistas recuerdan que mucho del déficit presupuestario se explica en los gastos militares y el resto en el apoyo a los bancos en problemas desde el inicio de la crisis económica durante la administración de George W. Bush.
Fue así que, en un fin de año de película de suspenso, se refrendó nuevamente la influencia de un oscuro hombre originario de Massachusetts, descendiente de suecos, inflexible en sus ideas, que en 1985, y cuando todavía no había cumplido 30 años, logró imponer un mítico juramento que los republicanos asumen como un credo.
Se trata de Grover Glenn Norquist, un notable activista nacido en 1956, fundador de una ONG, American for Tax Reform (Estadounidenses a favor de una reforma fiscal), egresado de Harvard, quien, como en unas nuevas tablas de Moisés, escribió los dos mandamientos neoliberales para sostener en el Capitolio la idea de Ronald Reagan de que sólo incentivando con menores impuestos a los más emprendedores se puede refundar el «sueño americano». Algo que la realidad se encargó de impugnar en estos años, pero que, como todo juramento –y sobre todo en un país con fuertes raíces puritanas–, no resulta fácil de romper sin sufrir el escarnio público.
Por escrito

Apenas 60 palabras (en lengua inglesa) le bastaron al joven Norquist para comprometer a los republicanos que llegan a algún cargo electivo o son designados en la función pública. «Primer punto: me opongo a cualquier iniciativa que apunte a un alza marginal de los impuestos sobre los ingresos tanto para las personas como para las empresas. Segundo punto: estoy en contra de todos los recortes netos o eliminaciones de las deducciones o créditos fiscales, a menos que sean totalmente compensados por una baja de impuestos», dice el mandamiento neoliberal. Hay un agregado para los legisladores, que reza: «Me opondré y votaré en contra de todos y cada uno de los esfuerzos para aumentar los impuestos».
Este «duólogo» tiene tanta fuerza convocante que sólo 16 de los 234 republicanos de la Cámara de Representantes y 6 senadores de 45 no refrendaron el documento.
Norquist representa el ala más implacable de una tendencia que tiene fuertes raíces históricas como es el rechazo al gobierno central y al pago de impuestos. Una tradición que suele recibir el nombre de «libertaria», pero que, sin lugar a dudas, es de un individualismo conservador feroz. El sector más violento sería el de Timothy McVeigh, autor del atentado de Oklahoma que en 1995 dejó un saldo de 168 muertos en un edificio federal de aquella ciudad estadounidense. Norquist, por su parte, alguna vez declaró que su utopía era volver al Estados Unidos anterior a Teddy Roosevelt. Este tío de Franklin Delano era republicano y presidió su país entre 1901 y 1908. Entre sus «logros» estuvo la «independencia» de Panamá de Colombia para apropiarse del canal que se estaba construyendo. Antes había participado en forma personal en la guerra contra España que devino en la independencia tutelada de Cuba, en 1898. Se lo conoce de este lado de la frontera por su política del Big Stick, el «Gran Garrote», contra quienes se opusieran a la voluntad imperialista de Washington. Pero puertas adentro, la derecha –entre ellos, Norquist– lo tilda de filosocialista porque impulsó una política antimonopólica que llevó, entre otras cosas, a la partición de la petrolera Standard Oil en 37 compañías independientes en las barbas del mismísimo John Davison Rockefeller, en 1911.
Norquist –socio de varios «clubes» selectos, como la Asociación Nacional del Rifle, esa que propone combatir las masacres colectivas en las escuelas armando a los maestros– no tiene pelos en la lengua. «Yo no estoy a favor de abolir el gobierno, sólo quiero reducir su tamaño hasta que podemos ahogarlo en la bañera», explicó alguna vez. En una reunión en Florida abundó: «Los grupos del Tea Party deberían servir como la armadura que protege a los republicanos recién elegidos» de las presiones para subir los impuestos.
El Tea Party (literalmente Partido del Té) es un movimiento político que también se define por una vuelta a los orígenes filosófico-constitucionales de los Estados Unidos. Pero va un poco más atrás y hace referencia al movimiento anticolonialista de finales del siglo XVIII que alcanzó su máxima expresión en el Motín del té de Boston o («Boston Tea Party», en inglés), que explotó cuando en Gran Bretaña se aprobó un aumento en el impuesto al té. De estas protestas nacería luego la independencia de la corona, nada menos.
Hay un discurso de la campaña de Obama que ilustra una posición más progresista en temas impositivos. Cuando dijo que nadie podía pensar que se hace rico sólo por sus propias habilidades. «Alguien construyó las carreteras y los puentes donde se transporta la mercadería, o las escuelas donde se educa la gente», deslizó, y fue tergiversado convenientemente por los medios más ultras, esos que lo califican de socialista por decir algo como eso.
La derecha más acérrima piensa que, en cambio, la iniciativa privada es el exclusivo motor del crecimiento de un país y que cuanto más dinero disponible tengan las personas «despiertas» para crear nuevos emprendimientos, más oportunidades generarán en beneficio del resto de los ciudadanos. Sobre esta base es que, incluso del otro lado del Atlántico (ver aparte), los ricos franceses se quieren mudar a Bélgica para aportar menos. Pero no trasladan el centro de sus negocios, porque saben que donde menos se paga también hay menos ocasión de hacer dinero.
Cuando se cumplía el último plazo para que la administración central no cayera en un bache fiscal que obligaría a clausurar muchos servicios esenciales, Obama sentó a los líderes republicanos para exigirles una ampliación presupuestaria sobre la base de la creación de impuestos a los ingresos superiores a 250.000 dólares anuales. Caso contrario, el costo recaería sobre los que menos tienen y castigaría nuevamente a la clase media y los trabajadores. De un modo directo con mayores pagos y de un modo indirecto con una recesión que echaría por tierra la escasa recuperación económica de este año.
Cuentas claras

Lo dijo claramente y los republicanos también le respondieron con claridad. Nones si no se aplican recortes sociales; entre ellos, los planes de salud que Obama impulsó con la reforma a la ley sanitaria, el único gran logro tal vez de su primera gestión.
En 2011, el Congreso había postergado una solución del déficit fiscal –que alcanza el billón de dólares al año– hasta después de la elección presidencial, con la esperanza de que se registrara un cambio de tendencia. Con el resultado puesto, volvieron a la mesa de negociaciones. Pero luego de duras batallas incluso mediáticas, Obama apenas consiguió que le aceptaran incrementos a partir de los ingresos anuales mayores a 400.000 dólares y una suba en la tasa de sólo cinco puntos para las herencias superiores a los 5 millones de dólares. Pero al mismo tiempo se sacan reducciones impositivas para familias de ingresos medios, lo que eleva los pagos en este sector en unos 1.000 dólares más al año.
El convenio, además, posterga por dos meses los recortes en los servicios de salud y asistencia a los pobres, así como en los gastos de defensa. También se prorrogan los subsidios de desempleo por un año a por lo menos dos millones de desocupados.
Pero este statu quo es sólo para atravesar el «abismo» del comienzo de este año. Luego vendrá la pelea de fondo por un acuerdo definitivo. Norquist ya probó quién es el más fuerte. Falta ver si Obama va por más.

Revista Acción, 15 de Enero de 2013

Las heridas de España sobre Venezuela

Una columna en el diario madrileño El País advertía hace un par de semanas sobre el año que le espera a España. «Tres heridas profundas, emulando el verso de Miguel Hernández, de la economía española caminan juntas en esta crisis y no son sólo ellas las que nos impiden andar: porque hay una cuarta», afirmaban los catedráticos José Manuel Lasierra y Santos Ruesga. Las tres heridas hernandianas son el endeudamiento, las desigualdades crecientes y las políticas de austeridad. La cuarta, «las limitaciones en materia de competencia de nuestro tejido productivo, (que) lacera el futuro de la economía española debido a: a) una estructura empresarial fuertemente minifundista; b) una estructura productiva que liquidó hace tiempo y con demasiada anticipación (…) parte de su componente industrial y c) un tejido empresarial poco dinámico y demasiado ahormado aún por la dependencia de la ubre pública (subvenciones, concesiones con garantía de beneficio o tolerancia de las prácticas oligopolísticas) y el escaso amor por el riesgo».
Los datos que aporta la realidad en este inicio de año, que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, también catalogó de duro, son contundentes y fueron tomados de titulares de los diarios hispanos de estos días:
• La crisis destruyó más de 2000 empleos al día a lo largo de 2012.
• El 2013 será año de los 6 millones de parados (desocupados). Según Eurostat, la oficina de estadísticas europea, el 2012 se cierra con un nivel de desempleo superior al 26,5 por ciento.
• Menos de dos trabajadores para pagar la jubilación de cada pensionista. La relación era de 2,5 a uno al inicio de la crisis, en 2007. Hay 16,3 millones de cotizantes ocupados frente a 8,1 millones de jubilados. Rajoy promete no subir la edad jubilatoria a más de 67 años.
• La ciencia dice basta. Los investigadores salen a la calle en varias ciudades españolas para denunciar los recortes y la fuga de cerebros.
• El número de billetes de 500 euros ha caído un 17% desde el inicio de la crisis. El Banco de España calcula que circularon unos 93,7 millones de billetes de 500 euros en noviembre, frente a los 114 millones del inicio de la crisis a finales de 2007.
A esto se le pueden sumar las sucesivas leyes de ultraflexibilización laboral, la clausura de ramales ferroviarios con menos tráfico para «ahorrar presupuesto» y el comienzo de la privatización del sistema sanitario en Madrid. Lo que representa un calco de las políticas que en esta parte del mundo se llevaron a cabo en los ’90, con el beneplácito entonces de los líderes españoles de los dos partidos y de los organismos internacionales. Sin olvidarse del «ramal que para ramal que cierra» de Menem y del «que vayan a lavar los platos» del ex ministro Cavallo a los científicos vernáculos.
Hay otro aspecto no menos importante en esta política de recortes que, si es por mirar ejemplos, ya deberían saber adónde conduce, ante el estallido de la Argentina de principios de siglo. Y es el recorte en el sistema educativo y la cultura. El mismo diario El País, que supo convertirse en el periódico de la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco, lo muestra en una producción hecha en Puerto Rico por su corresponsal Rocío Huerta.
El diario juntó a cinco intelectuales de ambas orillas del Atlántico y los puso a debatir en un artículo titulado «Ideas para salir de la crisis cultural entre España y América Latina». Allí, los convocados desnudan el trasfondo de la cuestión: «Hoy más que nunca España necesita de América, pero sin imposiciones, sin soberbias, sin vanidades, sin tutelas ni paternalismos, sino en situación de amigos y socios leales y respetuosos.» Los escritores españoles Almudena Grandes y Manuel Rivas, se cruzaron con el argentino Guillermo Martínez, el mexicano Jorge Volpi y el puertorriqueño Héctor Feliciano en el Festival de la Palabra realizado en esa isla caribeña de cultura española pero de lazos coloniales con Estados Unidos.
«Quizás en Latinoamérica estemos más acostumbrados a estos ciclos económicos, por eso sabemos vivir las crisis (…) En los noventa, cuando estábamos en paridad uno a uno con el dólar americano, no había prácticamente industria cultural», recuerda el argentino Martínez. «En el período del Corralito –aporta Feliciano– la gente se agarró a la Cultura como boya de salvación. Se llenaron los teatros, se leyó más que antes, se empezó a crear. La gente lo hizo para reflexionar creativa y fructíferamente sobre lo que estaba ocurriendo.»
«Que se cierren cines o librerías es la destrucción del hábitat y, en esta cuestión, América Latina es un espacio de esperanza. Los depósitos de esperanza han ido siempre unidos a la Cultura y la Educación» opina el español Rivas, para concluir: «Lo mejor de la cultura de América Latina es su valentía creativa, la osadía, el ir más allá… Esa cualidad de la literatura en español tiene su manantial en América Latina.»
Su colega Almudena Grandes no es menos certera. «Fuera de España existe la energía y la vitalidad, una cultura resistente, el deseo de gritar. Y eso precisamente es un contagio necesario para la cultura española que sufre con la crisis, pero que morirá si se deja arrastrar por el enemigo y por la tristeza.»
Esta tristeza de la que habla la autora de Las edades de Lulú se refleja en las encuestas, como una que publicó el diario El Mundo donde se señala que apenas el 12% de los españoles cree que en 2013 le irá económicamente mejor. Peor aún, el 53% ni siquiera tiene esperanzas de que la economía mejore en 2014, mientras que el 49% considera que con Rajoy todo anduvo peor que hace un año, cuando asumió el gobierno luego de haber sido elegido abrumadoramente el 20 de noviembre de 2011, justo para el aniversario de la muerte del dictador.
No es para menos. A la retahíla de calamidades que anuncian los medios, se suma un aumento en las tarifas del transporte del 6%, de los servicios de correo y teléfonos, de electricidad y el peaje de autopistas en alrededor de un 3% y del agua en algo más de un 4 por ciento. Esto mientras la automotriz Nissan amenaza con despidos en su planta de Barcelona si los gremios no aceptan una baja salarial para «hacer competitiva» la producción en Cataluña, la región que ahora aspira a independizarse del reino.
En todo este contexto, el diario ABC cumplió 110 años el 1 de enero. Y lo festejó divulgando en primera plana presuntos informes médicos sobre el presidente venezolano Hugo Chávez no confirmados por ninguna fuente oficial, pero sí repetidos hasta el hartazgo por medios on line o televisivos que lo dieron por válido. Una nota escrita por el corresponsal en Washington con data supuestamente filtrada por los profesionales que atienden al bolivariano en La Habana. Más allá del innegable estado delicado de salud de Chávez, que sus allegados y su gobierno destacaron varias veces, la publicación buscaba innegablemente desestabilizar al proceso venezolano a días de que el presidente deba asumir su cargo nuevamente.
ABC no se caracteriza por su apego a la verdad, aunque hay que reconocerle una dosis de honestidad porque en el editorial sobre sus 110 años en los kioscos no tuvo empacho en afirmar, el mismo día de esa polémica tapa: “Reivindicamos de nuevo nuestro compromiso con la Monarquía parlamentaria, el sistema político que nos ha garantizado la mejor etapa de nuestra historia, encarnada en la Corona y en la persona de su titular, Don Juan Carlos I. Consideramos indiscutible la unidad de la Nación española, preexistente a cualquier modelo constitucional e ideología política, y el único principio que garantiza la igualdad de los ciudadanos, sin privilegios territoriales o de cualquier otra clase. Mantenemos nuestra comprensión cristiana de los valores del hombre, tanto individuales como colectivos. Defendemos el liberalismo conservador como la opción política más adecuada para el gobierno del Estado. Y reiteramos que la democracia, el Estado de Derecho y las libertades individuales son la única forma de organización política legítima.»
Tanto es su compromiso con esos valores que el hijo del fundador del periódico, Juan Ignacio Luca de Tena y García de Torres, segundo marqués de Luca de Tena, participó íntimamente en la preparación del levantamiento contra la Segunda República, en 1936, y según los registros históricos, recibió un cheque en blanco de un financista antirrepublicano, Juan March, para financiar la sublevación de Franco en el norte de África contra el gobierno democrático.
«Franco, que ganó la guerra con la espada, nos gana la paz con su certera visión de estadista y su esfuerzo permanente lleno de amor sin límites por la Patria querida», editorializó el 2 de enero de 1940. «Vivo en la Historia» tituló su portada del 21 de noviembre de 1975 en la que se ve el féretro con el rostro en primer plano del dictador fallecido.
ABC también estuvo muy activo para apoyar el golpe contra Chávez en 2002 y apuró el reconocimiento prematuro de José María Aznar al golpista Carmona. El otro apurado entonces fue George W. Bush.
La última novedad de ABC es una información sobre presuntos acercamientos secretos de Nicolás Maduro a Estados Unidos para acordar la vuelta de la DEA con el objetivo de contrarrestar la influencia de Diosdado Cabello en un posible gobierno sucesorio. Y espera que se plieguen en la operación la misma cantidad de medios afines.
Hay dos Españas decía el otro poeta español de la Guerra Civil, Antonio Machado. Y «una de las dos Españas ha de helarte el corazón».

Tiempo Argentino, 4 de Enero de 2013

Africa, tan cercana como desconocida

Conversación con Eduardo Sguiglia, primer embajador argentino en Angola
Es novelista, economista, Máster en Ciencias Sociales, docente universitario y actualmente Subsecretario de Coordinación y Cooperación Internacional de la Sedronar. Además, es hincha de Newell’s Old Boys, lo que revela su «nacionalidad» rosarina. Como escritor, el The Washington Post seleccionó a su novela Fordlandia como una de las cuatro mejores obras de ficción del año 2000. Fue jurado en el certamen de Casa de las Américas de Cuba y Casa del Teatro, de República Dominicana. En su último relato, Ojos Negros, pone el foco sobre una región que para los argentinos resulta poco menos que exótica: el África. Un mundo que había conocido cuando le tocó inaugurar la embajada argentina en Angola, en 2005. De las relaciones con ese continente en boga tras el incidente con la Fragata Libertad y de la importancia de abrirse hacia esos espacios poco transitados habla en esta entrevista con Tiempo Argentino.
«La apertura de la Embajada de Etiopía (decidida por la presidente hace unos días) es auspiciosa, porque en Etiopía está la sede de la Unión Africana, que es como la Unasur de allá. Pero el primer paso –me da vergüenza decirlo– fue cuando (Néstor) Kirchner decidió la apertura de la embajada en Angola», se apura Sguiglia.

–¿Es una señal en esa misma vía?
–El África se divide en dos grandes áreas, la sahariana y la subsahariana. Son dos culturas, dos raíces, incluso dos mundos diferentes. Argentina siempre tuvo presencia relativamente fluida con el África sahariana: Argelia, Libia, Egipto, y una relación muy poco frecuente con la subsahariana. Desde la democracia se empezaron a dar algunos pasos: se relanzó la relación con Sudáfrica, en su momento Dante Caputo (Canciller de Raúl Alfonsín) visitó Angola y Mozambique, después mantuvimos abierta la Embajada de Nigeria y de Kenia, pero fue algo errático. Yo creo que en esta década se dieron algunos pasos interesantes: por un lado, hubo visitas presidenciales al área sahariana, hubo visitas presidenciales muy importantes y singulares como la de Cristina a Angola.
–Que han despertado muchas críticas…
–Aquello estuvo muy cargado de electricidad, pero me parece que Cristina hizo lo que tiene que hacer una mandataria: estuvo reunida con la Organización de Mujeres Angoleñas, con el presidente, estuvo en el Parlamento. A eso se suman reuniones bilaterales con Sudáfrica en los últimos cinco o seis años. Con la apertura en Etiopía, la Argentina está reencauzando lenta pero progresivamente las relaciones con África. Y a mí me parece que cuando uno habla de África, tiene que pensar las perspectivas.
–¿Cuáles son?
–Por un lado, este mundo tiende a ser multipolar. Un bloque de 54 países como la Unión Africana pesa en cualquier organismo multilateral, al igual que el Mercosur o la Unasur. Por otro lado, África, habida cuenta de la suba de los commodities en los últimos diez años por la presión de China y los mercados emergentes, está viviendo un boom económico. Todavía con un sin número de problemas: la marginación, la pobreza y la injusticia más extrema, pero boom al fin. Y esta dinámica va a tender a consolidar mercados que van a tener una relativa importancia de acá a unos 10 o 15 años. Si estas economías siguen creciendo de un 8 a un 10% este movimiento hará que vos tengas un mercado, ahora pensando en términos económicos, para la colocación de productos alimenticios, máquinas-herramientas o producción industrial no muy sofisticada a millones de habitantes. Si uno traza una línea, tal vez hacia 2020-2025 estemos hablando de unos 200 millones de nuevos consumidores en el mercado mundial. Pero también está el tema de buscar nuevas formas de asociación, del famoso y a veces transitado discursivamente diálogo Sur-Sur.
–Cuando hablaba de las críticas por Angola pensaba ¿qué hay detrás de todo eso? ¿Hay un racismo oculto? ¿O era sólo para «pegarle» a la presidenta? Porque cualquier país necesita tener relaciones con todo el mundo.
–Es cierto, esas críticas no tienen mucho sustento. Es la primera vez que un presidente argentino visita un país de la mayor connotación subsahariana, como es Angola, y eso tiene un capital simbólico muy importante. Sus efectos van a ser prolongados y lo van a recoger otras gestiones. Porque no hay mejor manera para entablar una relación que escucharse mutuamente, poner una agenda común, discutir, avanzar. Hay una élite argentina acostumbrada a mirar a los Estados Unidos y a Europa, una élite que forma parte también del mundo diplomático. Todo aquello que salga de este radar es cuestionable. Entonces dicen «¿adónde van ahora?»
–La pregunta venía a cuento por lo que pasó en Ghana. La primera cuestión fue: «Pero ¿cómo mandamos la Fragata ahí?» La segunda fue: «Ah… pero no tenemos una embajada en ese país».
–¡Son dos cosas paradójicas!
–¿Y cómo se entiende?
–Por lo que dije. La cultura y la política dominante en las relaciones exteriores argentinas no contemplaban las relaciones de cooperación y políticas con África.
–Salvo en la dictadura con Sudáfrica, cuando existía el apartheid.
–Tal cual, porque tal vez habrán pensado que tenían cosas que aprender. Pero hubo algunos intentos muy interesantes de aquel canciller de (Héctor) Cámpora, (Juan Carlos) Puig, y viniendo más acá en la historia lo que hizo Alfonsín con (José) Sarney, de establecer vínculos más estrechos con Brasil y con América Latina. Los tres polos en donde giraba nuestra política exterior fueron entonces América Latina, pero fundamentalmente Europa y Estados Unidos. En los últimos años se han incrementado las relaciones en algunos casos producto del intercambio comercial y en otros de las relaciones políticas con China, con Asia y algunas naciones de África. Y en realidad solo algunos países, por una gran cantidad de prejuicios ideológicos o por mediocridad de sus gobernantes, se relacionan con sólo una parte del mundo. Yo creo que es bueno que nuestra política exterior tenga en su radar el panorama global en un mundo globalizado. Del cual, es cierto que uno debe priorizar la relación con el bloque en el que estamos insertos, como Mercosur y Unasur. Pero creo que el resto de nuestra política exterior tiene que estar vinculada con todos los países del mundo.
–¿Por qué no tenemos embajada en Ghana?
–Yo creo que fundamentalmente como consecuencia de ese enfoque de la política exterior. Ahora, uno podría reflexionar, ¿es importante tener una embajada en Ghana? Pero para elaborar esta respuesta es importante ver el tablero completo, diseñar una política hacia África y ahí concluir si es necesario o no. Sin reaccionar porque en Ghana tuvimos un problema…
–Es que ahora esos mismos sectores que cuestionaron el acercamiento con Angola ensalzan la justicia en Ghana como si fuera una maravilla de institucionalidad…
–Ghana tiene una ventaja comparativa, porque en la famosa Conferencia de Berlín de 1895, Angola desgraciadamente cayó en la órbita portuguesa. Además de su situación colonial, de expoliación de recursos naturales que vivieron todos esos países, junto con Mozambique, Cabo Verde y Santo Tomé, quedó en manos de la nación con el menor desarrollo y con mayor opresión política. Los portugueses no hicieron absolutamente nada para el desarrollo local ni institucional. De hecho (Ryszard) Kapuscinski, que escribió sobre la guerra de Angola, cuenta literalmente que el día de la Liberación no quedó un sólo técnico profesional o médico en ese país.
–Los cuadros medios eran todos portugueses…
–Claro. Pero en Ghana hubo otra dinámica, otro colonialismo…es increíble que estemos evaluando las cosas de este modo…
–Sí… si hubo un colonialismo mejor o peor…
–…Pero uno puede decir que hubo un desarrollo institucional relativamente más avanzado en estos países. Ghana estuvo en manos de los alemanes, pero en países colonizados por ingleses fue igual. Dejaron al menos una capa de gente preparada. Por eso me parece que la relación con Ghana tiene que estar en el marco de una estrategia global que nos tenemos que dar con toda África. Te menciono por un lado el caso de Brasil, y en otro caso qué es lo que está haciendo China.
–En el caso de Brasil, hay cuestiones raciales.
–Seguro, más de la mitad de la población brasileña desciende de los africanos. Hay raíces culturales, históricas…
–En Argentina un economista del CEMA llegó a decir que nosotros no teníamos «el problema de los negros».
–Un horror. Pero se equivoca, porque según los historiadores Buenos Aires tenía un tercio de población negra antes de la Guerra del Paraguay y de la peste en el sur. Y la mayoría de la población negra era de origen angoleño, de ahí un montón de modismos que se encuentran allá: tango, quilombo, milonga. Brasil tiene una relación que no podemos equiparar, primero por esta raíz histórica y en segundo lugar porque ha dedicado esfuerzos para ello. No debe haber casi ningún país africano en donde Brasil no tenga embajada. Han hecho una política coherente y consistente durante los últimos 40 años. Eso le permite tener un comercio creciente y una influencia cada vez más importante.

–¿Cómo debería definir Argentina una política hacia África?
–En base a nuestros propios intereses, que son los de nuestros trabajadores, nuestros científicos, el interés general; pero le agregaría que asociado con Brasil en la idea de una alianza estratégica y en bloque.
–Acá no existía ni la idea de qué es Ghana…
–Yo personalmente me acuerdo de Ghana porque nos ganó 1-0 en las Olimpíadas de Tokio. Yo debía tener diez años, pero quedé como loco… 1 a 0…
–Otros conocieron Camerún por el Mundial de Italia.
–Pero para nuestro orgullo… a nosotros nos ven del mismo modo. No te creas que decís Argentina y te dicen ah…sí… Argentina… Buenos Aires, Rosario Córdoba…
–…Maradona…
–Tres palabras: Maradona, fútbol, tango. Así como nosotros no los tenemos en el imaginario, ellos tampoco nos tienen en el imaginario. Por lo tanto hay un enorme trecho… y sin embargo China es una presencia abrumadora en África. China ha aprovechado estos últimos años para insertarse silenciosamente con una misión: intercambio de materias primas y commodities a cambio de obras de infraestructura o créditos blandos. Y como no tienen una burguesía local que objete la presencia china en muchos ámbitos de la economía, han tenido un avance fenomenal.
–¿Qué quiere decir eso de una “burguesía que objete”?
-Bien o mal, en la Argentina cuando quieren traer por ejemplo un cesto de China, te viene una Asociación de Fabricantes de Cestos que te dice no, acá estamos nosotros. Pero allá llevan de todo y nadie se opone. Es impresionante, y cuando digo impresionante es impresionante de verdad… yo tengo en mi cabeza pasar por campamentos chinos armados con carpas de 20, 30 mil personas. Un campamento…
–Una ciudad.
–Una verdadera ciudad. Pero vos sabés como es la cultura: la gente se queda y a los seis meses empezás a ver supermercados chinos, barrios chinos. Impresionante.

Entre Roberto Arlt y el Che Guevara
–¿Cómo fue abrir una embajada en Angola?
–No teníamos sede y estuve cuatro meses durmiendo en un hotel. Encontramos un argentino que vivía por allí con el que cambiamos algunas ideas y después empezamos a visitar una radio que se llama Escola, que nos permitía un bloquecito sobre Argentina. Dimos charlas universitarias, aprovechando para hacer la comparación entre el Mercosur y el SACU, el proceso de integración del sur de África. Hicimos mucho periodismo y mucho reportaje, nos vinculamos con el canal de Angola para sacar noticias, pero creo que lo más impactante fueron las pequeñas iniciativas culturales. Fundamos un Centro Cultural que llamamos Roberto Arlt, porque fue el único escritor argentino que había publicado algo sobre África. Como en Luanda (la capital) en ese momento no había cine, los sábados se juntaban entre doscientas y trescientas personas en turnos porque pasábamos películas argentinas dobladas al portugués. Hicimos jornadas de tango en un lugar que se llama Chá de Caxinde, que es como el Centro Cultural San Martín. Poco a poco pusimos en el imaginario la palabra Argentina. Eso fue bastante exitoso.
–¿No podían vincularse a través de la figura del Che?
–Es que el Che estuvo con dirigentes del Movimiento de Liberación pero no en Angola sino en Congo. La embajada quedaba a una cuadra de la Avenida Comandante Che Guevara. Es un personaje universal, pero no necesariamente conocido por los angoleños.

Tiempo Argentino, 2 de Enero de 2013

El socialismo avanza en Venezuela

El acto se convirtió con los años en un homenaje no sólo a la figura del Libertador venezolano sino al proceso de cambios que inició Hugo Chávez Frías cuando llegó al poder en 1999. Por eso, resaltó esta vez la ausencia del líder carismático en el 182º aniversario de la muerte de Simón Bolívar, la primera vez que falta en estos 13 años.
Ministros y funcionarios acudieron al Panteón Nacional en Caracas con una mezcla de alegría por el reciente triunfo electoral en las elecciones regionales –el primero también sin Chávez azuzando a los electores– y desazón por el momento que vivía el presidente, operado por cuarte vez de un cáncer en la zona pélvica.

El triunfo coloca al chavismo como la única fuerza en condiciones de gobernar el país pero según algunos analistas, al mismo tiempo entierra definitivamente al «puntofijismo» y despliega sobre la abrumadora mayoría del territorio venezolano el proyecto socialista, refrendado en octubre y consolidado en diciembre, mientras Chávez luchaba por su vida en una clínica de La Habana.
«Nuestra revolución bolivariana afortunadamente ha significado y significa el despertar del ideal de este grande de América, del más grande de los grandes, del gran libertador Simón Bolívar, que hemos venido a rendirle homenaje», dijo Nicolás Maduro al término del acto. Unos días antes, el propio Chávez había ungido a su canciller y vicepresidente como un virtual heredero político en caso de que no pudiera volver a ocupar el cargo tras la intervención quirúrgica. Y como la Constitución estipula que si no podía asumir el mandato que logró en octubre, se convoque a elecciones en forma inmediata, Chávez dijo que Maduro debía ser votado como si fuera su última voluntad.
Casi con un pie en la escalerilla del avión que lo trasladó nuevamente a Cuba, Chávez había dejado la certeza de que la operación era lo grave que luego se confirmó, y que esa situación ameritaba no dejar librado al azar el procedimiento de reemplazo que exige la Carta Magna que él mismo logró aprobar ni bien ingresó al Palacio de Miraflores. Una ola de estupor recorrió entonces no sólo Venezuela sino toda América Latina, que entiende el rol protagónico que encarna el venezolano como punta de lanza de un proceso de cambios en el subcontinente. Los mensajes de adhesión emocionados de todos los presidentes y las cadenas de ruegos en toda Venezuela fueron muestra suficiente de ese peso humano y político.
La designación de Maduro como su candidato no fue una sorpresa. Canciller durante los últimos 6 años, Maduro, ese apacible hombre alto y de grueso bigote que sustituyó al presidente en los últimos actos ante los organismos regionales, con 50 años recién cumplidos, es un leal chavista con sólidos antecedentes como dirigente gremial en su juventud, cuando fue chofer de ómnibus.
Parecía un «tapado» pero mostró la pasta de conductor también de procesos políticos difíciles cuando le tocó dar los primeros informes sobre la salud de Chávez y en un discurso que comenzó con lágrimas de emoción y se fue encendiendo de a poco, terminó fustigando actitudes hostiles (miserabilidades, se diría en esta tierras) de la oposición ante el estado de salud presidencial.
Maduro representa el ala más política del chavismo, en un entorno en que la gran mayoría de los gobernadores electos provienen del sector militar, como Chávez. Incluso el otro posible candidato a portar «el bastón de mariscal», Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, también pasó por la Academia Militar y participó del frustrado golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez que catapultó a la fama a Chávez.
Tal vez una señal para analistas de la oposición que ahora intentan hurgar en la interna del chavismo para resaltar diferencias y enfrentamientos que den materia para generar divisiones dentro del partido gobernante. Probado que a Chávez sólo lo puede derrotar la enfermedad, también buscan que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) se desgaje ante la derrota de un proyecto opositor que puede lograr el triunfo.
Mesa tambaleante

Es que la situación en que quedó la Mesa de Unidad Democrática (MUD), conformada en 2008 con el propósito de superar a Chávez en las urnas, no es halagüeña. Lo reconoció Henrique Capriles, el derrotado en las presidenciales que, sin embargo, pudo retener la gobernación de Miranda en diciembre, convirtiéndose en el único opositor neto que gobierna un estado. «Vienen tiempos duros para la oposición», señaló ese día el juvenil representante de MUD. Porque hay que decir que en las regionales, esa coalición pretendía mantener los 8 estados que computaba a su favor, algunos de ellos gobernados por ex chavistas.
Por otro lado, el PSUV ganó en bastiones hasta entonces reacios, como el estado petrolero de Zulia, Carabobo, Nueva Esparta y Táchira. «El avance del chavismo refleja un avance ostensible e irrefutable del plan del socialismo del siglo XXI de Chávez, quien además fue el ganador de las presidenciales de hace apenas dos meses», le dijo a la agencia Efe, contundente, el analista y consultor político Alberto Aranguibel, quien además integra el equipo de propaganda del oficialismo. «Toca reconocerle también al chavismo un triunfo cualitativo, como es el avance del socialismo como proyecto de país y esto destaca en una nación donde el apoyo al socialismo nunca pasó del 6% del electorado durante el puntofijismo», abundó el especialista, recordando el período previo a la llegada de Chávez al poder, que consistió en la alternancia consensuada entre la Democracia Cristiana (Copei) y Acción Democrática (AD), que se repartió el poder desde la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958. El politólogo Nicmer Evans, profesor de Ciencia Política de la Universidad Central de Venezuela (UCV), también citado por Efe, afirma que Venezuela «efectivamente enterró al puntofijismo, con la estocada definitiva en Zulia, Táchira y Nueva Esparta, cuyos gobernadores están vinculados con o son parte de estos dos partidos (AD y Copei)».
Problemas de la oposición

Elides Rojas, jefe de redacción del diario venezolano El Universal, al que no se puede tildar de oficialista, escribió en un artículo reproducido en Buenos Aires por La Nación, que la MUD fue estructurada alrededor de más de 30 partidos políticos con el objetivo de derrotar al oficialismo por la vía electoral y «desplazar a Hugo Chávez» de la presidencia. Se proponía, insistió, «rescatar los principios fundamentales de la democracia y encaminar a la Nación definitivamente hacia el desarrollo» con un programa a largo plazo. «Muy bien, en principio –destaca Rojas– Pero enfrenta un problema muy serio. No gana elecciones».
«Producto de las repetidas derrotas, ahora la oposición enfrenta otra crisis que obliga a los partidos a revisar la organización, sus proyectos, sus propuestas y hasta sus liderazgos ante un partido oficialista cada vez más fuerte y con todos los poderes públicos en las manos de Chávez. Una lucha en desventaja que hasta ahora presenta frutos sólo en el ámbito de la imagen», lamenta el columnista.
Cualquiera diría que Capriles, luego de derrotar al ex vicepresidente Elías Jaua por casi 50.000 votos de diferencia en Miranda, debiera ser el candidato natural para ejercer el liderazgo de la oposición, en vista de que es el único opositor neto que ganó al chavismo. «Yo me siento feliz y contento por nuestro pueblo de Miranda. Los mirandinos estamos de fiesta, pero hay otros estados en que no logramos el objetivo. Nuestros líderes perdieron un juego, pero no son menos líderes hoy de lo que eran ayer. Ese sueño que tenemos lo vamos a alcanzar, este es un momento difícil, pero en cada momento difícil siempre surgen las oportunidades», enfatizó Capriles, juntando nuevamente a una tropa diezmada por la derrota.
El panorama en su propio distrito, sin embargo, no es tan promisorio como pareciera mostrar un análisis a vuelo de pájaro. En primer lugar, deberá enfrentar por primera vez una legislatura con mayoría del PSUV. En segundo lugar, como recuerda la periodista Luisana Colomine, docente en la Universidad Bolivariana de Venezuela, su techo político se estanca y tiende a la baja. En las regionales de 2008, por ejmplo, Capriles obtuvo 583.795 votos contra 506.753 de Diosdado Cabello. En diciembre pasado, fue reelecto gobernador con 582.305 votos, es decir, 1.490 votos menos que en 2008. «Desde esta perspectiva la oferta socialista representada en Elías Jaua, no puede considerarse perdedora, pues registró 534.937 sufragios, es decir, un incremento de 28.184 votos con relación a 2008», sintetiza Colomine. Cierto es que a diferencia de las elecciones de octubre, donde la asistencia a las urnas de la ciudadanos trepó al 80%, esta vez el presentismo no superó por mucho el 50%.
Pero aún así se explica que la desazón en estos momentos de Venezuela no envuelve solamente al oficialismo por Chávez, sino tal vez mucho más a la oposición, que se topa con un proyecto que está vivito y coleando y da señales contundentes de que tiene futuro.

Revista Acción, 1 de Enero de 2013