por Alberto López Girondo | Feb 22, 2013 | Sin categoría
El Congreso de los Diputados español ardía. Por un lado, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, trataba de salir lo mejor parado posible en el tradicional discurso del estado de la Nación en momentos en que su partido aparece en el centro de las denuncias por corrupción –sin olvidar del caso que atañe a la casa real y su complicado yerno- mientras la desocupación continúa en alza a pesar de las promesas de que con las políticas que dicta Bruselas todo irá mejor. El momento de mayor tensión se produjo cuando el líder de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, insistió en que el representante del PP debe renunciar al cargo por haber sumido a España, según su óptica, en una profunda “crisis moral”.
“¿Cree usted que se puede gobernar un país pendiente cada mañana de que al señor (Luis) Bárcenas le entre un ataque de sinceridad?”, lanzó Rubalcaba, en referencia directa a las denuncias por sobresueldos pagados por particulares a miembros del Partido Popular canalizados a través del ex tesorero de la agrupación derechista. Rajoy recordó momentos no menos oscuros del PSOE tanto en el gobierno como en la oposición y desgranó un rosario de cifras que corroboran la gravedad de la situación para España y las dificultades que hay para salir del atolladero.
Luego ofreció mejorar estos indicadores pero también propuso elaborar leyes de transparencia que eviten la repetición de casos de corrupción como el de las cuentas paralelas en el PP, que según los indicios terminaron con alrededor de 22 millones de euros depositados en Suiza en cuentas a nombre de Bárcenas, a esta altura el malo de la película.
Pueden encontrarse curiosas similitudes entre los destinos actuales de Ecuador y España, en un giro útil para resaltar las diferencias entre el proyecto que se cuece en Europa y el que en América latina emprenden un puñado de naciones que apostaron por otro modelo que privilegia valores de defensa del ser humano antes que el de las multinacionales, como resalta el recién reelecto Rafael Correa.
La situación del PP se hizo más complicada hace exactamente cuatro años, cuando el entonces juez Baltasar Garzón abría una investigación por una presunta trama de corrupción que operaba en Madrid, Valencia y la Costa del Sol con ramificaciones en el mundo empresario ligado a integrantes de alto grado del PP. Los implicados enfrentaban cargos por blanqueo de capitales, fraude fiscal, cohecho y tráfico de influencias. Por esas cosas de la creatividad que manifiestan los sabuesos policiales en todo el mundo, la operación se llamó ‘Gürtel’. Por “correa” en alemán. Es que el cabecilla de la organización era el empresario Francisco Correa.
El acusado, según se desprende de la causa, organizaba eventos públicos del PP durante la gestión de José María Aznar (1996-2004) y mediante dádivas y aportes non sanctos conseguía ventajas y favores para su grupo empresario, que incluye una decena de firmas (todas con nombre en inglés, todas dedicadas a servicios, ninguna de rubros productivos).
Garzón dejó la causa al poco tiempo declarándose incompetente, luego de haberse ganado el odio visceral de los conservadores que, a pesar de que también había investigado al PSOE cuando el caso GAL, el grupo antiterrorista acusado aplicar metodología de la guerra sucia durante el gobierno de Felipe González. La derecha, de todas maneras, se la cobró y el año pasado fue separado de su juzgado, cuando pretendió investigar los crímenes del franquismo, y condenado a 11 años de inhabilitación. Garzón ahora es abogado de Julián Assange, el fundador de Wikileaks refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres a la espera de que lo dejen viajar al país que le concedió el asilo político.
La investigación periodística por el caso “Gürtel” fue publicada por el diario El País y los periodistas que trabajaron en ella recibieron el Premio Ortega y Gasset de Periodismo en 2010. En junio pasado, y luego de tres años y cuatro meses entre rejas, desde donde se dice que seguía manejando sus negocios públicos y privados, Correa salió en libertad. La fianza de 200 mil euros se la pagó la madre.
Hace unas semanas, y luego de la gaffe más importante en su historial como fue la publicación de una foto falsa de Hugo Chávez, El País volvió al periodismo con la publicación de la contabilidad paralela que llevaba el tesorero Bárcenas en la que anotó puntillosamente los pagos “por debajo de la mesa” a la plana mayor del PP desde los 90.
Este domingo, mientras tanto, 136.079 ecuatorianos de los más de 300 mil que aún viven en España fueron a votar en las presidenciales de su país. Rafael Correa ganó allí con más del 70% de los votos. En el total general, como se sabe, obtuvo casi el 57% para la presidencia y en la Asamblea logró los dos tercios de los legisladores.
A los 49 años Correa revalida su título y se convierte en un líder regional a tener en cuenta, con una sólida formación en economía y un carisma que lo llevó a ser una garantía de estabilidad en un país que a lo largo del siglo XX tuvo un promedio de un presidente cada dos años. Pero que desde que llegó al Palacio Carondelet, en 2006, mantiene el mismo equipo gobernante y, lo más destacado, el mismo proyecto político. Más aún, parafraseando al politólogo Atilio Borón, esta elección demuestra que el poder no desgasta, que lo que desgasta es gobernar para las minorías.
El proyecto correista se basa en el ‘sumak kawsay’ (buen vivir), un concepto tomado de la cosmovisión indígena de varios pueblos de la región sudamericana, que habla de relaciones más amigables con la naturaleza y considera a las personas no como una maquinaria destinada solo al trabajo o al consumo sino como un miembro de una comunidad humana dentro de la Pachamama. Esto implica un sistema que debe mantener un equilibrio con la Madre Tierra, de la que hay que tomar “solo lo necesario” para que la intervención del hombre se reduzca al mínimo.
Correa aprendió este concepto entre los pueblos originarios, entre los que permaneció un año como voluntario luego de haberse graduado en una escuela salesiana. Fue en una misión en la provincia de Cotopaxi, en una población de extrema pobreza donde cumplió tareas como alfabetizador, ejerció sus conocimientos en economía social asesorando microemprendimientos. Y aprendió quichua.
Su paso por la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, le completó un panorama más ligado a las concepciones de la iglesia popular. De hecho, Correa se niega a hablar de “mercado laboral” para referirse a la ocupación de las personas. Por eso de que el hombre no debe convertirse en una mercancía.
En España, unos 15 mil ecuatorianos pueden perder sus viviendas por no poder pagar las hipotecas que sacaron en tiempos de vacas que parecían gordas. La mitad de ellos son atendidos por la Defensoría del Pueblo de Ecuador y varios ministerios de Estado. El presidente en persona intervino para destrabar casos complicados a través de gestiones oficiales.
Desde 2011, miles de ecuatorianos que habían emigrado en busca de mejores horizontes vuelven a su patria. En un par de años, según cifras oficiales, más de 20% de los exiliados económicos, cerca de 100 mil, retornaron a su país. Pero además, más de 5 mil se animaron a tentar suerte en Ecuador.
Cruzaron el Atlántico porque en Europa tendrían leyes de protección que en Sudamérica se le negaban. Ahora que Rajoy concluye la obra comenzada por su antecesor de desmontar el Estado de Bienestar, la panacea es el Estado del Buen Vivir.
Tiempo Argentino, 22 de Febrero de 2013
por Alberto López Girondo | Feb 15, 2013 | Sin categoría
El tablero de la geopolítica en este siglo se está moviendo aceleradamente en el plano internacional. Apurado por la reelección de Barack Obama, pero también porque la crisis europea no tiene fin. Mientras tanto, China y las potencias emergentes avanzan a paso redoblado con políticas económicas de otro cuño que no solo ponen en cuestión al neoliberalismo imperante en el norte, sino que además demuestran ser más exitosas.
En este contexto debe leerse el anuncio de Obama en su discurso del Estado de la Unión en que ofreció públicamente un acuerdo comercial amplio con Europa, de modo de ir construyendo, se desprende, el más grande y poderoso bloque comercial del planeta. Una especie de OTAN pero volcada a la economía y con un leve toque de intervencionismo estatal, si se toman en cuenta algunos ejes explícitos en el pensamiento del mandatario estadounidense.
Recursos no le faltan a ese bloque de los países ricos, por cierto. Ni humanos, ni económicos, ni tecnológicos, ni militares. Por otro lado, ¿Qué otra le queda a eso que se llama difusamente Occidente?
La Unión Europea nació como una forma de que el mal llamado Viejo Continente recuperara influencia ante los Estados Unidos luego de haberse devastado durante la Segunda Guerra Mundial. Paralelamente, el Pentágono llenó el continente de tropas ante la amenaza de un avance soviético, ya sea político como militar, y forzó la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949. Diez años más tarde, la orgullosa Francia de Charles de Gaulle dejaría la entidad y trataría de cortarse sola. Volvería al redil recién en 2009, de la mano de Nicolás Sarkozy. Mientras tanto tuvo que abandonar sus colonias en el norte de África, entre ellas la joya más preciada, Argelia. Aunque un país colonial nunca se va del todo.
No debe ser casualidad que Francia tuviera una actuación tan decisiva en ese continente desde entonces, como una forma de mostrar presencia en un territorio que había ocupado por añares amparada en el viejo reparto del mundo de la Conferencia de Berlín de 1885. En los últimos diez años, tropas francesas se desplegaron en reiteradas ocasiones en el Congo, Chad y Eritrea. Fue crucial el giro copernicano de Sarkozy para terminar con el régimen de Muammar Khadafi en Libia en 2011, como lo fue para deponer a Laurent Gbagbo en Costa de Marfil, quien había perdido las elecciones con Alassane Ouattara y no se quería ir. El socialista François Hollande no cambió demasiado esa postura con la intervención en Mali de estos meses.
No es un dato menor que China mantiene desde hace años una agresiva política comercial en África para la obtención de recursos primarios y la colocación de sus productos industrializados. El fenómeno preocupa en Europa, porque cada paso que los chinos dan inevitablemente se hace en detrimento de posiciones que los europeos consideran como propias, a pesar del proceso de independencia de los ’60. Y lo ven como un peligro para su propia subsistencia. Las intervenciones francesas representan una respuesta desesperada por no perder influencia. Y por cierto, con apoyo de Wáshington, que ya destinó 50 millones de dólares para una inédita “ayuda militar de urgencia imprevista” a París.
Mientras tanto, la cumbre de la UE en Bruselas aprobó un presupuesto más escuálido que el anterior por primera vez desde que Francia y Alemania decidieron que debían arreglar su voluntad de poder con acuerdos comerciales mejor que a los tiros. Una señal de que la tesis neoliberal de la alemana Ángela Merkel, fuertemente apoyada por el británico David Cameron, ganó la partida contra las tímidas variantes menos ortodoxas que planteaba Hollande.
En este escenario, la renuncia del Papa también representa un barajar y dar de nuevo. Con la dimisión de Benedicto XVI se abre otro ciclo para la Iglesia Católica del que se abrió en los estertores de la guerra fría, en 1978, con la llegada al trono de Pedro del polaco Karol Wojtyla. Juan Pablo II era el primer no italiano en tres siglos y venía con el objetivo manifiesto de terminar con el comunismo primero en su patria y luego en el resto del mundo.
Logró armonizar entonces con un sindicalista opositor al poder sustentado en Varsovia vía Moscú, Lech Walesa, y juntos terminaron por crear las condiciones para que, apenas diez años más tarde, la Europa diseñada en la Segunda Guerra y el proyecto socialista que había nacido con la primera se cayeran como un castillo de naipes. Y a una Polonia “liberada” le siguió la reunificación de Alemania y esta ola neoliberal en el mundo.
Hacia adentro de la Iglesia, el alemán Joseph Ratzinger comenzaría en 1981 la tarea de “limpiar” al catolicismo institucional de la tendencia ligada a los cambios sociales, representada por los curas tercermundistas. Fue así que desde la Congregación para la Doctrina de la Fe, la continuadora de la Santa Inquisición, logró el alejamiento de los principales teóricos de la Teología de la Liberación, entre ellos el brasileño Leonardo Boff.
A la muerte de Juan Pablo II era natural que ocupara su lugar Ratzinger. Y su etapa coincidió con el destape de escándalos a granel que venían barriéndose debajo de la alfombra por décadas, como los abusos infantiles y el lavado de dinero en la banca vaticana. Pero también con el ascenso de Alemania como el verdadero árbitro y motor de la economía europea, al mando de una mujer de hierro formada en la antigua República Democrática y ella misma militante comunista, aunque posteriormente pasaría a integrar las filas de la Democracia Cristiana.
La renuncia a su trono, la primera en un cargo vitalicio en 600 años, también forma parte de esta nueva disposición del mundo, que se prepara para enfrentar nuevos desafíos, pero que ya encuentra nuevos protagonistas en el campo de juego. ¿Qué Iglesia vendrá? Los cardenales que elegirán al Papa número 266 son entre conservadores y muy conservadores. No fueron designados por Juan Pablo y Benedicto de casualidad. Tal vez su dimisión también sea una forma de que el ala más rancia del catolicismo institucional siga teniendo influencia y que Benedicto sea el gran elector en las sombras.
Pero quién sabe se cumpla eso que pedía Boff, que ya que el 52% de los fieles católicos pertenecen al tercer mundo, el próximo pontífice sea latinoamericano o africano. Los brasileños ya cantaron presente, teniendo en cuenta que son el país con mayor cantidad de católicos del mundo. Y que en el plano comercial integran el otro bloque que se disputa la hegemonía del siglo XXI, los BRICS, junto con Rusia, India, China y Sudáfrica.
Un dato curioso es que el reinado de Ratzinger también coincidió con el ascenso de esas naciones. Y que en el mismo año que llegó al trono, en 2005, el ALCA, el mercado común que pensaba Estados Unidos con América Latina fue sepultado en Mar del Plata. ¿Será que Obama admite la impotencia para convencer al resto del continente de otro ALCA y ahora propone aliarse con Europa?
Si esto es así ¿el próximo no terminaría siendo un Papa tan cercano a Washington como Juan Pablo II, que se reunía regularmente con el jefe de la CIA de Ronald Reagan, William Casey, para monitorear juntos cómo iba la caída de la Unión Soviética?
Tiempo Argentino, 15 de Febrero de 2013
por Alberto López Girondo | Feb 15, 2013 | Sin categoría
La asunción de Máxima Zorreguieta al trono de Holanda reaviva un debate que de este lado del mundo suena extemporáneo, el de la monarquía. Es que en un tiempo signado por una crisis sin final, sobre todo en Europa, la realeza aparece fuertemente cuestionada en los países donde aún persisten testas coronadas.
Como se repitió hasta el hartazgo en los medios conservadores, que celebraron a la primera reina nacida en estas tierras con una mezcla de nacionalismo chabacano y orgullo tilingo, Máxima será la reina consorte de Guillermo de Orange-Nassau, luego de la abdicación de la reina Beatriz, que cumplió 75 años.
No es la primera vez que un monarca «renuncia» en la historia de los Países Bajos, pero esta vez sorprendió incluso a la casa reinante en España, que salió a aclarar que no veía la necesidad de que Juan Carlos de Borbón debiera abdicar a favor del príncipe Felipe. El rey español, que también cumplió 75 años, tiene sobradas razones para dar un paso al costado, luego de los últimos escándalos que envuelven no sólo a su figura –matanza de elefantes y amante alemana– sino a toda la familia real a raíz de la investigación en el llamado «caso Urdangarín», el yerno real acusado de corrupción junto con el secretario de su esposa, la infanta Cristina.
Los británicos también suelen cuestionarse de tanto en tanto la continuidad de una tradición real envuelta en escándalos con relativa regularidad. Ni siquiera los Orange-Nassau están al margen de controversias; de hecho, el padre de Guillermo, el aristócrata germano Nicolás de Amsberg, fue miembro de las Juventudes Hitlerianas y de la Wehrmacht, lo que en su momento generó olas de indignación en la población holandesa, que fue víctima del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Como se sabe, Máxima es hija de un alto funcionario de la dictadura argentina que no asistió al casamiento de su hija a pedido del gobierno holandés de entonces. Tampoco viajará a la coronación.
Revista Acción, 15 de Febrero de 2013
por Alberto López Girondo | Feb 8, 2013 | Sin categoría
Es increíble cómo un video tomado por un turista que no llega a los 20 segundos pudo levantar semejante polvareda y sobre todo poner de manifiesto el clima que aún subyace en una sociedad como la chilena, una de las que más padeció la ola represiva en los ’70 de la mano de Pinochet y la escuela de Chicago y que sin embargo es la que menos logró alejarse de aquellos paradigmas. Como se sabe, un grupo de grumetes de la Armada entrenaba en el balneario de Viña del Mar al canto acompasado de “argentinos mataré, bolivianos fusilaré, peruanos degollaré”.
El gobierno chileno se apuró a calificar al hecho de vergonzoso y a exigirle a la cúpula de los marinos una pronta explicación y castigo por el contenido que trasuntaba la consigna –los medios lo tildaron de xenófobo cuando en realidad debería llamárselo genocida– pero sobre todo porque cae en un momento en que Chile se ve envuelto en una situación explosiva en lo interior por un conflicto con la comunidad mapuche que no tiene miras de disminuir y unas relaciones con sus vecinos, principalmente Bolivia y Perú, que atraviesan coyunturas difíciles. En ambos casos como consecuencia de viejas diferencias limítrofes que tampoco son de fácil resolución.
Pero también está complicada la situación política del empresario Sebastián Piñera, de fuertes vínculos incluso familiares con algunos de los mayores exponentes del pinochetismo, como que su hermano José Manuel fue ministro de Trabajo y Previsión Social del dictador y es considerado el padre del sistema de jubilaciones privadas. A la caída vertical de su imagen tras las masivas marchas estudiantiles en reclamo de una sustancial modificación de un régimen educativo hijo de aquella concepción neoliberal del mundo, se suma un escenario económico poco alentador.
Las últimas cifras indican que el superávit comercial del país, una de las claves del crecimiento desde aquellos funestos años, continúa en baja y sin perspectivas de que las ventas puedan equiparar a las importaciones en un corto plazo. La novedad es que el PBI de Perú, por primera vez en décadas, supera al chileno, toda una afrenta en estos tiempos. Para colmo, la ex presidenta Michelle Bachelet sigue cómoda al frente de las encuestas para suceder al mandatario conservador y nadie en su sector está en condiciones siquiera de opacar a la figura de la socialista.
Hace unos días Santiago fue escenario de la Cumbre de la CELAC, esa organización panamericana sin presencia de Estados Unidos y Canadá que nuclea a todos los países sin distingos de pelambre ideológica. Allí Piñera creyó oportuno resaltar esas diferencias, en un áspero discurso con que le trasmitió la presidencia pro tempore al cubano Raúl Castro.
Un poco porque Piñera, que se doctoró en Harvard en aquellos difíciles ’70 (se cuenta que su primer día de clases fue justo el 11 de septiembre de 1973, y que su profesor Kenneth Arrow, premio Nobel de Economía, fue el que le dio la novedad) y otro poco porque la derecha chilena, que pudo poner al fin a uno de los suyos en el Palacio de la Moneda por las vías democráticas en 2010, no tiene otra que plegarse a lo que resulta una política de Estado: navegar entre dos opciones. Por un lado, mantiene las leyes esenciales que le dan estabilidad a la economía al precio de mantener un status quo regresivo que los estudiantes se encargaron de poner sobre el tapete. Porque los reclamos que le estallaron a Piñera no difieren de los que durante 20 años la Concertación, la alianza que agrupa al centro izquierda, tampoco escuchó.
La otra pata de ese Estado represivo y para pocos que persiste en el país trasandino es la ley antiterrorista con que suelen ser juzgados miembros de la comunidad mapuche que en la Patagonia chilena reclaman por sus tierras y sus derechos. Un grupo de ellos llegó a estar 87 días en huelga de hambre sin que al gobierno se le moviera un pelo. El ataque incendiario a una familia de agricultores cerca de Temuco acrecentó la virulencia verbal contra la comunidad y hubo amenazas tanto entre allegados al gobierno como a los colonos. Llegaron a hablar de la existencia de grupos terroristas entrenados por las FARC, una denuncia que no se sostiene con ningún hecho de la realidad pero sirve para encender ánimos temerosos por el incremento del conflicto y la respuesta oficial. De hecho, la zona está virtualmente militarizada para prevenir enfrentamientos. El diario derechista El Mercurio señaló que además hay reuniones semanales entre miembros de las fuerzas de seguridad y la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) para estudiar la cuestión día a día.
La bravuconada de los grumetes consiguió soliviantar a bolivianos y peruanos. El reclamo de una salida al mar de Bolivia ya es histórico y los escasos avances que hubo sobre todo desde que Evo Morales está en el gobierno se redujeron aun más por la posición de la derecha chilena, que no quiere oír hablar de ceder algo que considera de su soberanía, aunque fue arrebatado en una contienda trinacional en 1879 que la historia demuestra hasta el hartazgo que fue amañada por capitales británicos ligados a la explotación del salitre y el guano.
La última novedad había sido una confusa declaración de Piñera en que se entendía que Chile podía otorgar un trecho de su territorio sin cesión de soberanía. Pero que de alguna manera violaba acuerdos con Perú, que por esas cuestiones de las guerras a nombre de otro, en este caso de empresas británicas de fines del siglo XIX, obligan a que cualquier cambio fronterizo deba ser acordado por ambas partes. Sin embargo, hay otra pastilla difícil de digerir para los peruanos, porque aquellas palabras del chileno dejaban abierta la interpretación de que parte de esa lonja de tierra para Bolivia podía terminar siendo dentro de las actuales fronteras peruanas. Es que en La Haya, Santiago y Lima intentan dirimir por las buenas un tramo de no mucho más de 37 mil kilómetros cuadrados en el mar pero que podría arrastrar algo de superficie terrestre.
Más allá de esos devaneos que mezclan maliciosamente el concepto territorial con la idea de soberanía, pero que no se ocupa del bienestar de los pueblos como objetivo primordial de las élites gobernantes, por estos días mujeres aborígenes del Perú, Bolivia y Chile participarán del Primer Parlamento Nacional de la Mujer Aymara 2013, que se llevará a cabo en la ciudad peruana de Puno. Allí debatirán derechos de la mujer, identidad cultural, educación intercultural, igualdad de oportunidades.
En el sur, se desarrollará un encuentro similar dentro de la comunidad mapuche, que incluye nacidos en Chile y en Argentina. La jornada cultural Wiño traule tuiñ –Volvemos a encontrarnos– busca generar espacios de discusión y debate acerca de la identidad, la lucha y proyección del pueblo mapuche a ambos lados de la cordillera.
Los militares chilenos, como se recuerda, apoyaron a los ingleses cuando la insensata guerra emprendida por los dictadores argentinos para la recuperación de las Islas Malvinas. Movida iniciada cuatro años después de que las tropas de los dos países, que alguna vez compartieron bandera para luchar por la independencia a las órdenes de San Martín y O’Higgins, estuvieron a punto de enfrentarse por el fallo sobre el canal de Beagle.
Entre Argentina y Chile, desde el retorno a la democracia de este lado de los Andes, fueron limando asperezas y construyendo confianza. Raúl Alfonsín había dado una muestra de racionalidad al someter a referéndum el Tratado del Beagle. Carlos Menem se acercó más, cuando en 1990 la Concertación derrotó a Pinochet y cerró el último litigio, el de la Laguna del Desierto. Ya con Néstor Kirchner en el poder, se puso en marcha la Fuerza de Paz Conjunta Cruz del Sur, con militares de las dos naciones, que además completan cursos de cooperación y perfeccionamiento en las respectivas Escuelas de Guerra.
Resultaría impensable plantear un endurecimiento de relaciones por un grupo de jóvenes incentivados por algún oficial con rémoras pinochetistas en un mundo que ya cambió. Lo que termina de marcar esta contradicción es un cartelito sobre una columna de iluminación en la costanera de Viña del Mar al final de ese controvertido video. Allí se invita a un espectáculo de tango en el Cien Club de esa ciudad chilena.
“Después de Argentina, respetando a Japón, somos el país con más tradición tanguera. En pleno siglo XX, Valparaíso y Viña del Mar fueron cuna de grandes orquestas y cultores del tango en general”, explicó hace un tiempo Raúl Carreño Varas, académico de la Universidad de Playa Ancha, quien hizo su tesis de Magister en Arte sobre la música del Río de la Plata.
Como suele decirse, para bailar tango y hacer la guerra se necesitan dos. Sectores de la derecha chilena, como en los viejos dancings, están cabeceando a ver si alguno acepta pelea. Adentro o afuera del país.
Tiempo Argentino, 8 de Febrero de 2013
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