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Utopía, Uvalde, Texas, su ruta

Utopía, Uvalde, Texas, su ruta

En 1884 los pocos habitantes de un pequeño pueblito de Texas, enterados de que en ese estado –que pertenecía a México y EE UU anexionó en 1845– había ya una localidad llamada Montana, decidieron cambiar el nombre por Utopía. Nombre profético para colonos que prosperaron en tierras tomadas a los comanches a punta de fusil. A 70 kilómetros de allí, en la capital del condado de Uvalde, el martes un joven de origen mexicano, Salvador Ramos, de 18 años, mató a 19 nenes y dos maestras de la escuela primaria Robb.

En el colegio de Utopía están convencidos del remedio contra matanzas como esa. Los docentes están armados. «No hay forma de evitar al 100% que ocurran cosas así», dice Michael Derry, director del distrito escolar de esa aldea de 241 habitantes, «pero creo que el hecho de que se sepa que hay personas armadas aquí y que harán lo que sea necesario para proteger a los niños es muy disuasorio», agrega, según un cable de AFP.

Los casos de la escuela de Uvalde y diez días antes del supermercado de Buffalo horrorizan a parte de EE UU. Los demócratas usualmente coinciden en la indignación y prometen controles de armas. Pero nunca pasaron del gesto compungido de ocasión. Como Joe Biden ahora, Barack Obama en las cuatro grandes masacres durante su gestión o Bill Clinton en la primera de esa lista, la del colegio Columbine, en Jefferson, Colorado, en abril de 1999, magistralmente desmenuzada por el cineasta Michael Moore. 

Si bien los republicanos se oponen a todo tipo de control, amparados en la segunda enmienda constitucional, el perverso gusto por las armas encandila a más que ese primitivo sector de la sociedad. Biden, el condolido mandatario que este domingo visitará Uvalde para acompañar a los familiares de la víctimas y jura estar “harto de lo que está ocurriendo”, hace algunas semanas pidió 33 mil millones de dólares para proveer de armas a Ucrania y logró, para tranquilidad de la industria militar, 40 mil millones, que con otras tandas anteriores suman 57 mil millones para sostener la guerra contra Rusia.

El argumento para tal liberalidad presupuestaria es la defensa de los grandes valores de la democracia, la civilización, la libertad. Los mismos usados para apoyar golpes de Estado, como en América Latina, por cierto.

Desde el fondo de su historia, las armas son casi el único artefacto en la caja de herramientas estadounidense. Una frase que se atribuye a Al Capone define esa cosmovisión: “Se consiguen más cosas con una pistola y palabras amables que solamente con palabras amables”. Y sí, EE UU se expandió a base de cowboys que impusieron sus leyes a punta de revólver Colt, un ejército que recurrió a fusiles Remington contra pueblos originarios y gangsters que dominaron regiones enteras con ametralladoras Thompson.

Quizás las matanzas que se suceden desde la secundaria de Columbine no sean sino la expresión de que dentro de EE UU queda poco territorio por conquistar. O simplemente la manifestación de una sociedad enferma.

Queda el recurso de tratar la angustia matando a mansalva en el resto del mundo, una medicación muy aplicada desde el 11-S de 2001, poco después de Columbine. Contra enemigos reales o imaginarios a los que solo cabe aplicar la ley del Oeste, o de la Mafia, que para el caso da igual.

Porque tienen armas de destrucción masiva. Porque son una amenaza contra nuestra seguridad. Porque forman parte del Eje del Mal. Porque no aceptan un orden internacional basado en reglas. Nuestras reglas.

Se trata de una Utopía. Pero no la de Tomás Moro y mucho menos la de Eduardo Galeano. Es la de maestros armados por si alguien entra al colegio dispuesto a matar a nuestros niños. O la que desarrolla artefactos letales para enfrentar a quienes atenten contra nuestros valores occidentales y cristianos –como la libertad de ir armado, por ejemplo– en cualquier rincón del planeta.

Tiempo Argentino, 29 de Mayo de 2022

La Casa Blanca enfoca su estrategia en la pelea de fondo con China

La Casa Blanca enfoca su estrategia en la pelea de fondo con China

Desde el púlpito del Foro de Davos, el jefe de la Otan, Jens Soltenberg, advirtió a los empresarios más poderosos del planeta que “la libertad es más importante que el libre comercio. La protección de nuestros valores es más importante que los beneficios” y puso el foco en “el peligro” chino. Para no quedar afuera, Joe Biden declaró en su gira por Tokio que Estados Unidos estaría dispuesto a defender Taiwán con la fuerza militar ante una invasión ordenada por Beijing. Desde la RPCh el vocero del canciller, Wang Wenbin, respondió que «Taiwán es una parte inalienable del territorio de China» y agregó que si EE UU continúa revolviendo ese asunto “acabará quemándose”. Por si no quedaba claro el comentario, realizado por un funcionario de segundo rango del gobierno chino, tropas de ese país realizaron maniobras militares en los espacios aéreos y marítimos cercanos a la isla en la que en 1949 se refugiaron las fuerzas de la derecha nacionalista del Kuomintang, derrotadas por Mao Zedong para crear la República Popular.

Washington intentó minimizar el cruce con el habitual recurso de decir que Biden fue malinterpretado. O peor aun, dejando entrever que era obra de la senilidad del mandatario de la potencia militar más grande del mundo. Sería el secretario de Estado, Antony Blinken, el encargado de aclarar los tantos. “Nuestro enfoque ha sido constante en décadas y administraciones y como ha dicho @POTUS (la cuenta Twitter del presidente) Estados Unidos sigue comprometido con nuestra política de Una China”.

A esta posición se la llama “ambigüedad estratégica”, y es una tangente que deja abierta la puerta para que la dirigencia de isla de 32 mil kilómetros cuadrados y unos 24 millones de habitantes vuelva a representar la totalidad de un territorio de unos 9,6 millones de kilómetros cuadrados y más de 1400 millones de habitantes. Fue Henry Kissinger quien convenció a Richard Nixon de terminar con la anomalía de que Taiwán ocupara el sitial de la nación china en los organismos internacionales y recién con la Resolución 2758 de octubre de 1971 de la ONU se reconoció que «el único representante legítimo de China ante las Naciones Unidas» es la RPCh y expulsó como usurpadores a los representantes de Taiwán.

Wang Wenbin, vocero de la cancillería china.

Foto: AFP

La fórmula “Una sola China” alienta esa esperanza y no encuentra resistencia en Beijing, que ciertamente clasifica a la isla como una provincia que un día volverá al redil bajo la fórmula “Una nación, dos sistemas” que aplicó para recuperar Hong Kong y Macao. Esa definición impide también el reconocimiento formal de la independencia de Taiwán, de allí la ambigüedad.

Blinken fue más que explícito en un discurso al delinear la estrategia de fondo de Estados Unidos. “China es el único país que tiene tanto la intención de remodelar el orden internacional como, cada vez más, el poder económico, diplomático, militar y tecnológico para hacerlo”, señaló con precisión. “La visión de Beijing nos alejaría de los valores universales que han sustentado gran parte del progreso mundial durante los últimos 75 años”.

Este enfoque no es nuevo ni siquiera original de la administración Biden, forma parte de la Estrategia de Defensa 2018 que presentó el entonces secretario de Defensa del gobierno de Donald Trump, Jim Mattis. “Si nos desafías, vivirás tu peor y más largo día”, dijo esa vez este general de cuatro estrellas retirado al que sus pares apodan “Perro rabioso”. Mattis se fue del gobierno tras un fuerte entredicho con Trump, en julio de ese año.

“Las competencias estratégicas a largo plazo con China y Rusia son las principales prioridades para el Departamento, y requieren una inversión mayor y sostenida, debido a la magnitud de las amenazas que representan para la seguridad la prosperidad de los EE UU en la actualidad, y el potencial de que esas amenazas aumenten en el futuro”, explica el documento aún en vigencia.

El arquitecto de ese plan fue el entonces subsecretario adjunto de Defensa, Elbridge A. Colby, quien en noviembre pasado presentó The Strategy of Denial (La estrategia de la denegación). Colby acompañó a Robert Gates en su gestión como secretario de Defensa de George W Bush y Barack Obama, de 2006 a 2011. Tras dejar la función pública –junto con Mattis– consiguió empleo en WestExec Advisors, una firma de asesoría estratégica creada por la subsecretaria de Defensa de Obama, Michèle Flournoy y el hoy secretario de Estado Antony Blinken.

Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU.

Foto: AFP

En casi 400 páginas, Colby señala que EE UU debe prevenir que “ningún otro Estado se vuelva tan poderoso que pueda coaccionarnos en cuanto a nuestros intereses fundamentales, nuestra libertad, nuestra seguridad y nuestra prosperidad, que son tan centrales para la idea y la vida estadounidenses”. Para ello deberá alcanzar “las máximas capacidades de disuasión y negación, con el fin de llevar a China a la mesa de negociaciones y llegar finalmente a una tregua”. El plan pasa por negar a China la posibilidad de conseguir apoyo internacional “y seguir construyendo una coalición internacional contra el aventurerismo chino”.

La presentación de la alianza Aukus, con Australia y el Reino Unido, en septiembre pasado, fue el paso más categórico en esa senda. La estrategia de apoyar a Ucrania contra Rusia es un adelanto de lo que elabora para Taiwán contra China.

Que nadie diga que en la Casa Blanca no avisaron. 

Cereales, un arma mortífera

Vladimir Putin estuvo a puro diálogo telefónico con líderes europeos. Habló con el primer ministro italiano Mario Draghi, con el presidente francés Emmanuel Macron y con el canciller alemán Olaf Sholz. Más allá de las versiones para la prensa, el hecho de que hablen refleja la preocupación de los europeos por la guerra en Ucrania. Italia presentó en la ONU una hoja de ruta para un acuerdo de paz entre Moscú y Kiev, Macron y Sholz también dicen haber instado a negociar.

Además del caos energético creado por el 24F, ahora se vislumbra que la estrategia militar rusa no era tomar Kiev, sino ocupar el sur rusoparlante con miras al control de los puertos, la salida para las exportaciones de cereales de Ucrania, uno de los principales productores del mundo.

La crisis alimentaria ya se siente en los precios de las commodities y entre los temas charlados con el Kremlin ese es fundamental. Ya EE UU y los países del G7 advirtieron sobre la amenaza para la seguridad alimentaria, algo que cuesta pensar que no haya sido analizado cuando se desató la guerra.

Putin le respondió a Draghi que Rusia «está dispuesta a aportar una contribución significativa para superar la crisis alimentaria gracias a la exportación de cereales y fertilizantes, a condición de que Occidente levante las restricciones adoptadas por motivaciones políticas».

Menos beligerante que otras veces, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aconsejó buscar la oportunidad de un diálogo para poder sacar los cereales desde Ucrania.

Tiempo Argentino, 29 de Mayo de 2022

Teivo Teivainen: «Para Finlandia cada tanque ruso destruido en Ucrania es uno menos para invadirnos»

Teivo Teivainen: «Para Finlandia cada tanque ruso destruido en Ucrania es uno menos para invadirnos»

Teivo Teivainen es docente de Política Mundial en la Universidad de Helsinki y autor de una gran cantidad de publicaciones sobre su especialidad tanto en Finlandia como en América Latina. En esta entrevista, explica las razones para que una gran mayoría en su país esté de acuerdo en abandonar la neutralidad y pedir la incorporación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Una decisión que no cuenta con la aprobación de todos los integrantes de la alianza militar y ya generó una fuerte reacción del gobierno de Vladimir Putin, que justificó la intervención en Ucrania por la extensión de la Otan hacia el este. Finlandia tiene 1340 kilómetros de frontera con Rusia. “En la población, según las encuestas, hay un 75% a favor, y 10% o 12% en contra de entrar a la Otan; en el Parlamento, hay 188 a favor y ocho en contra”, se apura Teivainen.

–¿Cómo se entiende ese consenso?

–El ataque de Rusia a Ucrania cambió todo. En guerras anteriores, tipo Georgia en 2008, la población o los políticos estaban en contra de la membresía de la Otan de manera firme, pero el 24 de febrero cambió todo de una manera drástica. Hasta ahora, para Finlandia era útil tener la opción de entrar en la Otan. Con la cercanía con la Unión Soviética, Finlandia como Estado soberano tenía opción, pero no la iba a usar, de convertirse en miembro. Pero en diciembre de 2021 el gobierno ruso estaba diciendo que se debería hacer un acuerdo con EE UU para no aceptar nuevos miembros en la organización atlántica. En Finlandia se veía como que nos estaban quitando nuestra opción, que se estaban haciendo arreglos por sobre nuestras cabezas y eso olía a los acuerdos de (Adolf) Hitler y (Iosip) Stalin. Fue un tema importante incluso para el presidente de la República (Sauli Niinistö). Tradicionalmente, la derecha estaba a favor y la izquierda en contra. Pero ahora hay mucha gente que dice “OK, la Otan es una mierda, pero Putin no nos ha dejado otra alternativa”.

–¿No ven un riesgo en ponerse demasiado en la vereda de enfrente de Rusia?

–Sí, hay riesgo. Pero Finlandia está desde hace mucho tiempo integrado la Otan. Es un socio estratégico, como Suecia. Todo el sistema militar es casi un 100% compatible, entrenan juntos, pero falta lo que viene con la membresía formal: el artículo 5, “si atacan a uno atacan a todos”. La lógica es que eso te provee seguridad. La cuestión es qué país de la frontera con Rusia, que antes perteneció a la URSS o al imperio zarista, podría estar amenazado, y luego de Ucrania queda Finlandia, que no tiene la protección del artículo 5 de la Otan. El mismo Putin dijo que iba a Ucrania a corregir errores de Lenin.

–Pero Helsinki fue un lugar de encuentro donde incluso podían dialogar EE UU y la URSS en plena Guerra Fría.

–Claro, pero ¿cuál es el otro error de Lenin? Otorgar la independencia a Finlandia. Esa es la lectura.

–¿No ocurre que tanto Finlandia como Europa terminan sometidos a EE UU?

–Existe ese riesgo, pero en Finlandia hay ahora una ola nacionalista militar muy fuerte de tensar todo desde la lógica de la seguridad nacional. Se militarizaron los debates y los razonamientos. Desde esa lógica nacionalista hay un período peligroso, “período gris”, cuando todavía no hay garantías del artículo 5 pero ya se ha molestado a Rusia, por el temor de que pueda venir una respuesta incluso militar, y no existe todavía ese paraguas de protección.

–La posición de Turquía, que bloquea el ingreso, ¿cómo se explica?

–Hay especulaciones sobre algún tipo de acuerdo entre Putin y (Recep Tayyip) Erdogan. Pero ellos tienen el tema de los kurdos y el partido de (Abdulá) Ocalan, el PKK (de los Trabajadores Kurdos). En Suecia hay muchos kurdos, en Finlandia menos, pero hay actividades de PKK. Se dice que hay miembros del Parlamento sueco muy cercanos al PKK. Erdogan dice que Suecia y Finlandia albergan terroristas y por eso no va a aceptar el ingreso. Y la UE puso restricciones a la exportación de armas a Turquía.

–¿Por que razón?

–Turquía es percibido como un país que viola derechos humanos y ataca a los kurdos en el norte de Siria. Por otro lado, Erdogan es visto como autoritario, por ataques a la libertad de prensa y todo eso. Por un lado, en Finlandia dicen “bueno vamos a conversar”, pero del otro lado es “bueno, pero vamos a ver…”. El gobierno turco dice que quiere que les regresen a algunos individuos que ellos buscan. En Finlandia se hizo eso con algunos judíos en el año 1942 hacia Alemania y se hizo eso con gente que se escapaba de la URSS. En la historia de Finlandia esas cosas son vistas como unas manchas morales muy grandes. Resulta impensable que se hiciera eso con Turquía. Hay que ver cómo se puede negociar. A Erdogan le molesta que el PKK tenga cierto apoyo en Europa, pero su pelea no es tanto contra Suecia y Finlandia como con los EE UU. También el presidente de Croacia (Zoran Milanović) dice que no va a aceptar que ingresen estos dos países. Si bien el cargo de presidente en Croacia es más bien simbólico, está pidiendo que en Bosnia Herzegovina se cambie la ley electoral para que la etnia croata tenga mejores posibilidades. Quiere llamar la atención sobre eso y ahora tiene su bala de plata. Como cada país miembro tiene que aceptar el ingreso de otro, cada uno puede pescar cosas.

–¿Cómo ve lo que puede ocurrir de aquí en más en el este de Europa?

–Es una pregunta grande, no pretendo tener una respuesta. Lo que se ve es que para Putin es difícil salir como perdedor y tampoco EE UU puede resultar perdedor en Ucrania: es difícil saber cuáles serían las bases para un acuerdo de paz. No se ve qué puede ocurrir. Tampoco sé cómo le va a ir militarmente a Ucrania. Su base de acuerdo es que salgan todas las tropas, y desde la lógica de la soberanía del país es justo. “Ustedes entraron, ustedes son los invasores”. Tu puedes decir que la invasión fue causada por algo que estaba haciendo la Otan, pero lo que tienes es un país que ataca a otro. Y en Finlandia se ve una analogía con su pasado y explica por qué el sentimiento es tan fuerte con Ucrania. Se ve mucha similitud con 1939, cuando la URSS ataca Finlandia después de un acuerdo que habían hecho Stalin y Hitler. Por eso todos los medios de comunicación se han militarizado en favor de Ucrania. Se la ve luchando contra el invasor ruso… No quedan países con el historial de haber pertenecido al imperio ruso. Por eso se piensa que cada tanque ruso destruido en Ucrania es un tanque menos para invadir Finlandia.  «

Biden logró 40 mil millones para la guerra, Rusia controla Mariupol

El Ministerio de Defensa ruso anunció la “liberación total” de la ciudad de Mariupol luego de la rendición de los últimos efectivos ucranianos en la siderúrgica de Azovstal, donde informaciones no confirmadas indican que fueron apresados ex altos mandos de EE UU, Gran Bretaña y la Otan que actuaban como mercenarios para Kiev. La cancillería rusa publicó una lista de 963 estadounidenses que tienen prohibida la entrada a Rusia. Entre ellos figuran el presidente Joe Biden; el secretario de Estado, Antony Blinken; el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, y el actor Morgan Freeman. En otra vuelta de tuerca, la empresa Gazprom cortó el suministro de gas a la estatal finlandesa Gasum porque el país nórdico se negó a pagar en rublos al proveedor ruso.

Biden, en tanto, firmó durante su gira por Corea del Sur, la primera por el extremo Oriente desde que asumió su cargo, la ley  para destinar un fondo de 40 mil millones de dólares para el suministro de armas y apoyo económico destinados a la guerra en Ucrania. Es bastante más de lo que había solicitado hace dos semanas –33 mil millones– y logró un apoyo legislativo importante (86 contra once). Lo que demuestra una vez más que toda crisis económica y toda grieta política en Estados Unidos se salva con una buena guerra. El armamento será provisto por las corporaciones del complejo industrial-militar-legislativo de EE UU.

Se trata del mayor paquete de ayuda exterior aprobado por el Congreso en 20 años, y computando todas las remesas enviadas desde febrero a Ucrania, el gasto en sostener al gobierno de Kiev contra Rusia suma unos 54 mil millones de dólares. 

Activistas y figuras de los medios ultraconservadores habían presionado para no aprobar el proyecto de Biden y 57 republicanos se opusieron. Pero votaron con las dos manos los líderes del ala dura, Ted Cruz, Marco Rubio y Tim Scott, que se lanzan decididamente a candidatearse para la futura ronda de elecciones presidenciales.

Volodimir Zelenski agradeció en un tuit el gesto mayoritariamente bipartidario. «El apoyo del Poder Ejecutivo, del presidente Biden y del pueblo estadounidense a la lucha contra el agresor ruso es crucial», escribió.

Tiempo Argentino, 22 de Mayo de 2022

Presión desde el margen

Presión desde el margen

En medio de una paridad en la correlación de fuerzas parlamentarias –que hace dificultoso el avance de proyectos trascendentes para la sociedad–, y mientras promedia un año sin elecciones, el panorama aparece marcado a fuego por disputas internas en las dos principales coaliciones políticas del país: la que gobierna, el Frente de Todos, y su oposición más importante, Juntos por el Cambio.
Lo que va quedando claro de cara a 2023 es que la propuesta de la derecha para los tiempos que vienen será de sinceridad brutal a diferencia de 2015, cuando la promesa –incumplida– de Cambiemos era, para decirlo en sencillo, «dejar lo que funcionaba bien y arreglar lo que estaba mal». Ya no se oculta el contenido de lo que se pone en juego.
Lo señaló de un modo muy directo el exministro de Defensa, Agustín Rossi, al advertir la necesidad de mantener la unidad más allá de las diferencias dentro del Frente de Todos. «Lo que se va a discutir el año que viene es el sentido de la historia de los últimos 70 años. La derecha que se va a presentar a elecciones va decir que los problemas de los argentinos son causa de los gobiernos populistas».
Es cierto que el latiguillo de que la Argentina viene en caída desde hace siete décadas fue usado de un modo recurrente por el expresidente Mauricio Macri desde que llegó a la Casa Rosada. Pero en la campaña que lo llevó a la primera magistratura llegó a asistir a la inauguración de un monumento en homenaje a Juan Domingo Perón frente al edificio de la Aduana, compartiendo el acto con el dirigente camionero Hugo Moyano y el expresidente interino Eduardo Duhalde.
El discurso público en estos años, azuzado por los medios hegemónicos, se fue corriendo cada vez más a posiciones ultras, como las que representan los «libertarios» encabezados por Javier Milei y José Luis Espert. Y en ese fárrago extremo afloraron dentro de la oposición las divergencias que siempre subyacieron entre los representantes de la Unión Cívica Radical y el PRO. Incluso dentro del partido fundado por Macri, Milei se convirtió en una piedra del escándalo.
El exmandatario –ligado ideológicamente con ese sector– tiene en Patricia Bullrich a una aliada. Pero en el último cónclave partidario no llegaron a un acuerdo para incorporar a Milei, que por otro lado, no dio señales de anhelar tal cosa. El espacio cercano al alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien no niega sus aspiraciones presidenciales, también se muestra remiso, y razones no le faltan. En su facilidad para la caratulación, Milei definió al jefe de Gobierno de CABA como una «paloma socialista».
Macri y la Fundación Libertad –un think tank financiado por instituciones privadas y grupos económicos de la Argentina, entre ellos la concursada agroexportadora Vicentin– celebraron un encuentro en la ciudad de Santa Fe con la presencia del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti donde nadie se guardó nada. «Argentina fue uno de los primeros en crear el populismo, con Perón y Evita. Tal vez seamos uno de los primeros en erradicarlo. Lamentablemente lo hemos exportado al mundo y está siendo muy contagioso», dijo Macri.
En ese mismo encuentro, Rodríguez Larreta sostuvo una idea que ronda desde hace tiempo. Hay que ir rápido a una reforma de las leyes laborales y del sistema previsional. Pero, reconoce, para lograr algo así es necesario un fuerte apoyo político, de al menos «el 70%, con el 50% más uno no alcanza», explicó. El consenso del que habla, recalcó, «no es con todos, con el kirchnerismo y con la izquierda no nos pondríamos de acuerdo nunca».
La que le puso el nudo al mensaje –a pesar de sus diferencias dentro del PRO y de su aspiración a ser ella la candidata–, fue la exministra de Seguridad, con una sentencia que recordó al exlíder británico Winston Churchill. «Yo sé que el cambio es difícil y es con dolor y es con esfuerzo, ¿qué vamos a elegir, la mediocridad de la decadencia o la valentía del cambio con esfuerzo y con dolor?». Buen resumen de esa propuesta: sangre, sudor y lágrimas.
Esa concepción del mundo que comparten las capas más privilegiadas de la sociedad está instalado tan profundamente como para que en el tractorazo de abril pasado –que no resultó tan convocante como esperaban sus organizadores–, Bullrich y Rodríguez Larreta decidieran mostrarse acompañando las demandas «contra la presión impositiva y la intervención del Gobierno en el mercado de granos».
Uno de los ruralistas que estuvo en la organización, José Perkins, también fue bastante transparente en una entrevista con Alejandro Bercovich. «Queremos que nos devuelvan el país, el de Alberdi, el de la Constitución, el que recibió Perón», dijo, y ante la repregunta del periodista, Perkins abundó: «Queremos volver a los principios del siglo XIX».

Radicales incómodos
Desde esta perspectiva, la sociedad entre radicales y el PRO resulta hoy bastante engorrosa. En principio, porque durante toda la gestión de Macri la UCR se sintió un convidado de piedra, que aportó inserción territorial a un partido solamente capitalino sin recibir mucho a cambio. Pero, además, porque en las elecciones de medio término candidatos radicales obtuvieron un apoyo en las urnas que no esperaban en los cálculos previos. El actual titular del centenario partido, el gobernador jujeño Gerardo Morales, ya en «modo candidato», suele declarar que no apoyarían una nueva postulación de Macri.
El fundador del PRO le devuelve gentilezas y en un almuerzo partidario en Puerto Madero reclamó que el partido «no se deje manejar por la UCR en el Congreso, como sucedió en las últimas votaciones». No solo eso, «tenemos que diferenciarnos y no seguir cayendo en la trampa del radicalismo», señaló abiertamente.
Las quejas de Macri tienen un contenido muy específico pero también a su manera marcan la cancha de lo que la dirigencia política está ofreciendo a la sociedad como futuro. Morales, que se había adelantado hace tres años a la legalización de la producción de cannabis medicinal en su provincia, promovió el proyecto de ley que fija el marco regulatorio de ese cultivo y el del cáñamo industrial. Los legisladores del PRO votaron en contra argumentando que el régimen que crea la norma «tiene las características de un nuevo impuesto y favorecerá una mayor burocracia estatal».
Si se habla de populismo en Argentina, la vara seguramente habría que correrla hasta 1916, cuando Hipólito Yrigoyen asumió la primera magistratura luego de décadas de luchas por la democratización del voto en el país. Fue el primer presidente radical y el que hace justo un siglo creó YPF, la petrolera estatal. Una de las empresas, junto con Aerolíneas Argentina, que prometen privatizar nuevamente los potenciales candidatos del PRO.

Tiempo Argentino, 15 de Mayo de 2022