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Hasta el FMI le pide a Estados Unidos que no llegue a un default

Hasta el FMI le pide a Estados Unidos que no llegue a un default

Por ahora, lo que se sabe sobre el aumento en el techo de la deuda que el Congreso le autoriza al gobierno estadounidense es que el día D para el default, anunciado inicialmente para el 1 de junio, se pasa al 5. Así lo indicó la secretaria del Tesoro, Janet Yellen. De no haber antes un acuerdo entre el partido republicano y la administración de Joe Biden sobre dónde resolver el entuerto, ese día el gobierno se quedará «sin fondos para satisfacer las obligaciones», según le escribió la ministra de Economía estadounidense al líder de la oposición en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, quien en esta jugada es el que tiene la lapicera para que la Casa Blanca no tenga que declarar un default. Cómo será la preocupación que despiertan estas controversias que hasta el Fondo Monetario Internacional lanzó una advertencia contra una «política arriesgada» que podría generar «un riesgo sistémico adicional y completamente evitable tanto para EE UU como para la economía mundial».

En una puja de amenazas, presiones y extorsiones, el gobierno estadounidense vuelve a tener que recurrir a endeudamientos superiores a los establecidos en el presupuesto para hacer frente a los gastos corrientes. Sería la centésima vez desde que el artilugio legislativo fue instaurado en Estados Unidos. El techo de la deuda es el límite hasta el cual la administración a cargo está autorizada a emitir deuda para financiar los gastos corrientes por medio de bonos públicos y letras de tesorería. Se implementó por primera vez, no casualmente, en 1917, cuando el país ingresó a la Primera Guerra Mundial, como un modo de que el Congreso conservara el control que reclama la Constitución y para facilitar al Ejecutivo contraer deuda en un contexto bélico. Se emitieron entonces Bonos de la Segunda Libertad, que el público podía comprar para financiar la entrada de las tropas en la guerra europea.

Una nueva regulación se produjo en 1939, ya en el marco de la Segunda Guerra, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt aún juraba que no se iba a sumar a la contienda pero era evidente que si la cosa escalaba –como realmente ocurrió–  eso sería inevitable. A Roosevelt esta nueva modalidad de regulación, que cubría todos los tipos de instrumentos crediticios, le sirvió de paso para manejarse con mayor libertad para su proyecto económico, el New Deal «populista».

Desde entonces la deuda no dejó de crecer, porque básicamente Estados Unidos no dejó de estar en guerra y de armarse hasta los dientes para construir su imperio global desde 1945. Pero había un compromiso bipartidario para no remover las olas ante cada nuevo pedido de la Casa Blanca. Eran los años en que los gastos militares se habían convertido en una forma de asignación estatal de recursos que mantenía a la economía pujante, según relataba entonces el economista John Kenneth Galbraith. Una suerte de keynesianismo militar.

Sin embargo, en los 90 los aires ya eran otros y se desató una era de pujas entre demócratas y republicanos cada vez que había que pedir más fondos al Tesoro. El monto del endeudamiento iba creciendo de manera exponencial al tiempo que el neoliberalismo se desplegaba sin freno sobre ambos partidos y entonces, ante cada nueva discusión parlamentaria, el eje del debate fue no si era necesario recortar, sino dónde. Y especialmente, dejando lejos de la tijera al aparato militar industrial, como destaca el economista Jeffrey Sachs (ver aparte). Las víctimas de los ajustes fueron las asignaciones sociales, educación, salud y pensiones. Un tema con muy conocido por estos confines.

Desde 1976 hubo una veintena de «cierres del gobierno», esto es, momentos en los cuales no hay fondos para determinados sectores de la administración pública, que es la amenaza latente por estos días. La mayoría de los mandatarios que los padecieron, por distintas razones, fueron demócratas, pero también le sucedió al propio Ronald Reagan y a Donald Trump. Ninguno de esos cierres fue por más de un puñado de días. Aunque hay excepciones, como el de 1979 contra Jimmy Carter, que vetaba presupuesto para construir un portaviones nuclear y destinaba dinero a la salud pública, de 18 días, y el de 1995 contra Bill Clinton, desde el 16 de diciembre al 6 de enero del 96. Barack Obama tuvo que digerir 15 días de cierre porque los republicanos rechazaban fondos para su plan de Salud. Los demócratas, en 2018 les devolvieron el gesto a Trump tres veces, la última por 35 días, al rechazar financiación para el muro en la frontera con México.

Todo indica que habrá arreglo entre Biden y McCarthy, aunque el ala izquierda de los demócratas dice que el déficit se podría cubrir con mayores impuestos a los ricos o a las empresas, algo que suena a blasfemia a la oposición y algunos sectores del oficialismo; y los republicanos no quieren más dólares para el IRS –la AFIP de EE UU– que necesita más personal para controlar que todos paguen lo que corresponde.

Se habla de «ingeniería contable» en los programas de Medicaid y Medicare, de la posible venta de activos del servicio de Seguridad Social o el Departamento de Salud para evitar el cierre en esas áreas, uno de los ejes de las alarmas que despliega el oficialismo para presionar mediáticamente a la oposición.

La deuda de EE UU es de 31,4 billones de dólares, alrededor del 126% del PBI. A la preocupación de Kristalina Georgieva por un eventual default se suman agencias de evaluación como Fitch y DBRS Mornigstar, que pusieron «en revisión» la calificación de la deuda estadounidense, o sea, que estudian si bajarla de la categoría AAA. Las autoridades de Japón y China también tiemblan, ya que ambos países tienen entre sus reservas más de la cuarta parte de los títulos del Tesoro en manos extranjeras, unos 7,6 billones de dólares. «

Nuevo jefe militar en EE UU, con la mira en China

En una señal de que la mira de la Casa Blanca apunta ahora a China, el presidente Joe Biden nominó como jefe de Estado Mayor Conjunto a Charles Q. Brown Junior, el segundo afrodescendiente en ocupar ese cargo desde la creación del organismo, en 1942. Hasta ahora era titular en su arma, la aeronáutica, y según su currículum, es un general de cuatro estrellas, piloto experto en aviones caza F-16 que lideró las bases de la USAF en Alemania y Corea del Sur. «El general Brown es un guerrero que ha sido comandante en Europa, en Oriente Próximo y después en el Indopacífico. Tiene un conocimiento único de nuestras operaciones y teatros operacionales y una visión estratégica para entender cómo trabajar todos juntos para garantizar la seguridad del pueblo estadounidense», dijo Biden al presentarlo.


Sustituye a Mark Milley, que se retira en septiembre tras cuatro años en el cargo. En enero pasado, Milley había declarado que «desde un punto de vista militar, es muy difícil o casi imposible que Ucrania pueda expulsar a las fuerzas rusas de cada centímetro ocupado de su territorio», lo que despertó críticas entre los belicistas de Washington.


El primer afrodescendiente en el Estado Mayor Conjunto fue Colin Powell, quien luego sería el secretario de Estado que se presentó ante Naciones Unidas en 2003 para pedir una alianza occidental que sustentara la invasión Irak destinada a acabar con «las armas de destrucción masiva» que, dijo, había acumulado Saddam Hussein pero nunca aparecieron. Ahora esa operación se considera el mayor error estratégico de Estados Unidos en su historia.

Tiempo Argentino, 28 de Mayo de 2023

China estrecha lazos con Rusia y en la OTAN reconocen que no todos aceptan a Ucrania

China estrecha lazos con Rusia y en la OTAN reconocen que no todos aceptan a Ucrania

Todos miran a China, muestra del rol que el gigante asiático tomó desde el 24 de Febrero de 2022. Esta semana, autoridades de Alemania, Polonia y Francia le pidieron al emisario de Beijing Li Hui que convenza a su gobierno de presionar a Rusia para que abandone los territorios tomados en Ucrania. En la capital china, el primer ministro ruso, Mijail Mishustin, se reunió con el presidente Xi Jinping, quien le prometió el apoyo a Moscú «de manera firme en temas que afecten a los intereses fundamentales de cada uno, fortaleciendo la colaboración en los escenarios multilaterales».

Mientras tanto, la guerra en Ucrania entró en su semana 66 con el retiro de las tropas del grupo Wagner de la localidad de Bajmut para dejar el control de ese estratégico nudo de carreteras ucranianas a las tropas regulares rusas. Se acallaron las voces que hablaban de una inminente contraofensiva ucraniana de primavera –algo que de todas maneras no se descarta– pero lo que sí se ve son ataques del otro lado de la frontera rusa, como el que la semana anterior se produjo en la zona de Belgorod, atribuido en los medios occidentales a partisanos rusos contrarios al gobierno de Vladimir Putin y a la guerra en particular. Algo que desde el Kremlin fue desmentido enfáticamente al acusar a comandos ucranianos y prometer que responderá de manera «extremadamente firme» ante nuevas incursiones armadas en su territorio.

Este viernes se registraron nuevos ataques, confirmó el gobernador de Belgorod, Viacheslav Gladkov en su cuenta de Telegram.

El gobierno de Putin, en tanto, anunció que comenzó  cumplir con su promesa de transferir armas nucleares a Bielorrusia, su principal aliado en esa región y limítrofe con Ucrania y Polonia, tal vez el socio de la OTAN más enemigo de Rusia.

Petitorios ucranianos

Kiev pidió al gobierno germano el envío de misiles aire-tierra, según confirmó el portavoz del ministerio de Defensa de ese país. Alemania se muestra como un fuerte aliado de Ucrania pero bastante remiso a la hora de entregar armamento. No es el único país que cuando se trata de concertar las promesas, demora la decisión.

Así lo confirma el noruego Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, quien declaró que «hay puntos de vista diferentes en el interior de la alianza» en cuanto a apurar la aceptación del ingreso de Ucrania a la organización atlántica. En un encuentro promovido por la fundación estadounidense German Marshall, Stoltenberg se sinceró: «nadie puede decir exactamente cuál será la decisión final en esa cumbre en Vilna y la forma de responder a las ambiciones de Ucrania».

El gobierno ruso, por su lado, ordenó la expulsión de cientos de funcionarios alemanes destinados en la sede diplomática y a organizaciones culturales y educativas. Se trata de «contrasanciones» en el marco de los castigos que occidente y los aliados de Estados Unidos impusieron a Moscú. Desde Berlín alegan que entre los expulsados hay trabajadores del Instituto Goethe.

Yanquis por la paz

La semana pasada, los lectores del New York Times se sorprendieron con una solicitada a página completa que financió la Eisenhower Media Network, una fundación de ex miembros del establishment burocrático –militares, diplomáticos, asesores en política exterior– que consideran a la guerra en Ucrania «como un desastre absoluto» y culpan a la gestión de Joe Biden por las consecuencias en un futuro «exponencialmente mayor a medida que el poder nuclear lleve cada vez más cerca de una guerra abierta».

Bajo el título «Estados Unidos debería ser una fuerza de paz en el mundo», el documento señala que «los planes y acciones para expandir la OTAN a las fronteras de Rusia sirvieron para provocar temores en Rusia» y entiende que la respuesta de Moscú es entendible. «Como estadounidenses y expertos en seguridad nacional, instamos al presidente Biden y al Congreso a usar todo su poder para poner fin rápidamente a la guerra entre Rusia y Ucrania a través de la diplomacia», reclama el texto, que firman los directivos del EMN, Dennis Fritz y Mattehw Hoh; el coronel del Ejército (RE) Lawrence Wilkerson, exjefe de Estado Mayor del General Colin Powell; el exagente Especial de Inteligencia del FBI Coleen Rowley; el exembajador en la Unión Soviética Jack Matlock, y el economista Jeffrey Sachs, en su momento asesor de Nijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin en el proceso de conversión de Rusia al capitalismo, al inicio de los ’90.  «

Nuevo jefe militar en EE UU, con la mira en oriente

En una señal de que la mira de la Casa Blanca apunta ahora a China, el presidente Joe Biden nominó como jefe de Estado Mayor Conjunto a Charles Q. Brown Junior, el segundo afrodescendiente en ocupar ese cargo desde la creación del organismo en 1942. Hasta ahora era titular en su arma, la aeronáutica, y según su currículum, es un general de cuatro estrellas, piloto experto en aviones caza F-16 que lideró las bases de la USAF en Alemania y Co-rea del Sur. «El general Brown es un guerrero que ha sido comandante en Europa, en Oriente Próximo y después en el Indopacífico. Tiene un conocimiento único de nuestras operaciones y teatros operacionales y una visión es-tratégica para entender cómo trabajar todos juntos para garantizar la seguridad del pueblo estadounidense», dijo Biden al presentarlo.

Sustituye a Mark Milley, que se retira en septiembre tras cuatro años en el cargo. En enero pasado, Milley había declarado que «desde un punto de vista militar, es muy difícil o casi imposible que Ucrania pueda expulsar a las fuerzas rusas de cada centímetro ocupado de su territorio», lo que despertó críticas entre los belicistas de Washington.

El primer afrodescendiente en el Estado Mayor Conjunto fue Colin Powell, quien luego sería el secretario de Esta-do que se presentó ante Naciones Unidas en 2003 para pedir una alianza occidental que sustentara la invasión Irak destinada a acabar con «las armas de destrucción masiva» que, dijo, había acumulado Saddam Hussein pero nunca aparecieron. Ahora esa operación se considera el mayor error estratégico de Estados Unidos en su historia.

Tiempo Argentino, 28 de Mayo de 2023

Los líderes del G7 denuncian la amenaza nuclear de China y Rusia… desde Hiroshima

Los líderes del G7 denuncian la amenaza nuclear de China y Rusia… desde Hiroshima

Si Estados Unidos quería dar una muestra de lo que es capaz, no podía haber elegido mejor lugar para la Cumbre del G7 que Hiroshima, la ciudad japonesa donde a las 8:15 horas del 6 de agosto de 1945, un B-29 de la USAF bautizado Enola Gay arrojó la Little Boy, primera bomba atómica sobre población civil en la historia de la humanidad, matando a unas 80.000 personas en forma instantánea. Tres días después un artefacto aún más poderoso destruyó Nagasaki.

Entre este viernes y hoy, los líderes de las siete potencias económicas más grandes de Occidente se dieron cita en Hiroshima para debatir sobre este delicado momento que vive el mundo por la guerra en Ucrania y anunciaron un nuevo paquete de sanciones contra «la maquinaria de guerra rusa» y –lo más sorprendente teniendo en cuenta el escenario– advirtieron que «la acumulación del arsenal nuclear por parte de China plantea una preocupación mundial y regional».

Los mandatarios de Estados Unidos (Joe Biden), Reino Unido (Rishi Sunak), Francia (Emmanuel Macron), Alemania (Olaf Scholz), Canadá (Justin Trudeau), Italia(Giorgia Meloni) y la Comisión Europea (Ursula von der Leyen) fueron recibidos con toda la pompa por el primer ministro japonés, Fumio Kishida, nacido en esa emblemática ciudad 12 años después del ataque.

Las sanciones a Moscú incluyen bienes considerados críticos «para sus capacidades de combate», mientras que Londres y la Unión Europea pergeñaron restricciones al comercio y uso de diamantes de Rusia, para lo que juran disponer de tecnología de punta para el seguimiento del material. En cuanto a China –que a algo más de 2100 kilómetros desarrollaba su propia cumbre regional (ver aparte)– los jefes de estado condenaron «la aceleración de la acumulación de arsenal nuclear (…) sin transparencia ni diálogo significativo», y ya que estaban, fustigaron la «retórica nuclear irresponsable» de Rusia.

Al encuentro en Japón fueron como invitados los líderes de Brasil, India, Australia, Indonesia, Corea del Sur, Vietnam, Comoras e Islas Cook. También el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, quien se demoró en otra cumbre en Arabia Saudita. Ni Lula da Silva, que trabaja febrilmente para reinsertar a su país en la gran mesa de discusión internacional, ni Narendra Modi, premier indio, apoyan las sanciones a Rusia e integran junto con Sudáfrica los dos «condenados» en Hiroshima del grupo BRICS.

Más aún: el mandatario brasileño les dijo a sus pares occidentales –tras cuestionar el «dogma neoliberal» y apoyar el reclamo de Argentina ante el FMI (ver aparte)– que la solución a los graves problemas que vive el mundo «no está en la formación de bloques antagónicos o respuestas que incluyan sólo a un pequeño número de países».

Cuentas pendientes

La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa cuando las tropas soviéticas tomaron Berlín, el 8 (o 9, según el calendario juliano) de mayo de 1945. Japón, el otro aliado de las potencias del Eje, estaba buscando negociar una paz lo más honorable posible para el emperador, según varias investigaciones. De acuerdo a otras interpretaciones, el presidente Harry Truman no era amigo de los soviéticos como lo fue Franklin Delano Roosevelt. Pero el impulsor del New Deal había muerto el 12 de abril de ese año, a 82 días de haber asumido su cuarto mandato, y su sucesor, anticomunista visceral, quiso dar fuertes señales al interior de EE UU, a la Unión Soviética y a las fuerzas lideradas por Mao Zedong, que avanzaban hacia la toma del poder en Beijing. Qué mejor que mostrar el poderío apocalíptico de EE UU.

El militar a cargo de las fuerzas en el Pacífico, el general de cinco estrellas Douglas MacArthur, dirigió la ocupación del Imperio del Sol Naciente y rediseñó al Japón moderno a cambio de la continuidad de Hirohito y una constitución de tipo occidental. Pero con la creación de la República Popular China, en octubre de 1949, y la guerra en Corea en 1950, no tuvo mejor idea que recurrir a la amenaza atómica contra el nuevo régimen chino. La iniciativa fue desechada cuando Mao le respondió a un enviado de Truman –según reveló Henry Kissinger en su libro China– que su país tenía 600 millones de habitantes. «Cuántos pueden matarnos en un ataque nuclear. ¿50 millones, 100 millones? ¿Todavía nos quedarían 500 millones?».

MacArthur fue destituido en 1951. La guerra en Corea continuó hasta un armisticio en 1953. Recién en 2019 Donald Trump firmó un tratado de paz con el norcoreano Kim Jong-un. Más de siete décadas después, el gobierno de Joe Biden se lanzó a una ofensiva contra los principales escollos para la supremacía estadounidense y arrastra a sus aliados al pozo negro de Ucrania.

En Japón, además de sostener el apoyo a Kiev y defender las políticas de aislamiento y confrontación con Moscú y Beijing, Biden  abrió las puertas a la entrega de aviones F-16 al autorizar a que se entrene a pilotos ucranianos en el uso del caza estrella del conglomerado industrial-militar de Estados Unidos.  «

Lula, Argentina, FMI, multipolaridad y un plan de paz que Kiev no quiere

«El endeudamiento externo de muchos países, que victimizó a Brasil en el pasado y hoy destroza a Argentina, es causa de una flagrante y creciente desigualdad, y requiere un tratamiento del FMI que considere las consecuencias sociales de las políticas de ajuste». La frase de Luiz Inácio Lula da Silva resonó como otra bomba en el encuentro del G7 de Hiroshima. El presidente brasileño fue uno de los invitados «extrapartidarios» a la cumbre occidental y usó el escenario para poner la situación argentina sobre la mesa. «El sistema financiero global tiene que estar al servicio de la producción, el trabajo y el empleo. Sólo tendremos un crecimiento sostenible real dirigiendo esfuerzos y recursos hacia la economía real», agregó. El líder metalúrgico se reunió este sábado con la titular del Fondo, Kristalina Giorgieva, para plantearle un reclamo similar, según informó la cancillería brasileña.

En su discurso en la cumbre, donde le tocó estar sentado junto a Joe Biden, Lula fue más lejos: «No nos hacemos ilusiones. Ningún país puede hacer frente solo a las amenazas sistémicas actuales. La solución no está en la formación de bloques antagónicos o respuestas que incluyan sólo a un pequeño número de países. Esto será particularmente importante en este contexto de transición a un orden multipolar, que requerirá cambios profundos en las instituciones».  El mensaje sólo encontró miradas serias y solemnes

Lula también se cruzó en los pasillos del hotel Grand Price, de la isla de Ujina, a unos cinco kilómetros del centro de Hiroshima, con su par de Ucrania, Volodimir Zelenski, quien llegó a Japón tras pasar por la cumbre de la Liga Árabe. Al cierre de esta edición no se habían sentado en una bilateral. Brasil presentó un plan de paz que fue descartado in limine por Kiev, ya que entienden que implica reconocer la soberanía rusa en territorios de Crimea y el Donbass como parte de un acuerdo para terminar con la guerra desatada el 24 de febrero de 2022. Zelenski en cambio se había reunido con todos sus pares europeos –todos le prometieron el oro y el moro– y también con el indio Narendra Modi, quien se comprometió –así, vagamente– a «asegurarle que para resolver (el conflicto) India, y yo personalmente, haremos todo lo posible».

Tiempo Argentino, 21 de Mayo de 2023

Beijing y la Liga Árabe cantan presente en dos cumbres de alto impacto

Beijing y la Liga Árabe cantan presente en dos cumbres de alto impacto

El presidente Xi Jinping inauguró la primera cumbre entre China y cinco repúblicas del espacio postsoviético del Asia Central en la ciudad de Xi’an, provincia de Shaanxi, antigua capital imperial y cabecera de la milenaria Ruta de la Seda. Si de señales se trata el juego geopolítico actual, al encuentro en Hiroshima, China responde juntándose con mandatarios de naciones forjadas en el imperio zarista y luego la Unión Soviética en una ciudad cuyo nombre puede traducirse como «paz occidental» y de la que partían los lazos que por siglos unieron al Imperio del Centro (como se autodenomina el país, Zhongguó) con el estrecho del Bósforo, en la actual Estambul, para continuar hacia el Mediterráneo y más allá.

Participaron de la cumbre los líderes de Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Xi anunció asistencia financiera por 26.000 millones de yuanes (más de 3700 millones de dólares) y habló de fortalecer la cooperación entre los miembros de ese club en temas de industria, inversión y mejora de la conectividad. También se acordó institucionalizar el foro y un próximo encuentro en Kazajistán para 2025.

La Liga

Otro cónclave relevante fue la 32º Cumbre de la Liga Árabe, que se hizo en Yeda, la segunda ciudad más grande de Arabia Saudita y tradicional nudo comercial en el Mar Rojo y además, uno de los puntos para la peregrinación a La Meca. Allí los líderes árabes firmaron una declaración en la que aplaudieron a rabiar la reincorporación de Siria a ese espacio de integración.

El gobierno de Bashar al Assad fue suspendido de la Liga en 2011, cuando estallaron las primeras revueltas que devinieron en una guerra civil promovida por la administración de Barack Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton. Con el apoyo de Rusia, Al Assad pudo resistir el embate de fuerzas irregulares yihadistas y de la oposición sostenidas por Washington con el apoyo ruso. Y la Liga tuvo que dar marcha atrás con Siria, uno de los países fundadores de la organización en 1945.

Para ese retorno fue clave el rol de China por el acercamiento entre Arabia Saudita, con lo que se logró un cese el fuego en Yemen y el avance hacia una paz definitiva, pero también para la resolución de los otros entuertos, como el castigo a Siria.

Llamó la atención en el mitin la presencia de Volodimir Zelenski. Todos se miraban como quien descubre un colado en una fiesta de casamiento. Es que la ceremonia era para Al Assad, celebrado como un hijo pródigo por los asistentes. Si la idea era opacar al presidente sirio, en los medios árabes ni tuvo ninguna mención el reclamo de Zelenski sobre mayor apoyo contra Rusia.

La lectura del mensaje del presidente Xi Jinping también recibió aplausos. Xi felicitó al rey saudita Salman bin Abdulaziz Al Saud, presidente rotatorio del Consejo de la Liga Árabe, y señaló que esa institución es clave en la construcción «de un mundo árabe más fuerte a través de la unidad, y con el avance de la paz, la estabilidad y el desarrollo en Medio Oriente».

Balotaje turco

Otro acontecimiento de gran repercusión se está desarrollando en Turquía, donde el 28 de mayo se llevará a cabo la segunda vuelta electoral. Recep Tayyip Erdogan por muy poco no llegó al 50% más uno de los votos y debe enfrentar a Kemal Kiliçdaroglu, quien logró unificar a las fuerzas opositoras de todo el arco político y por primera vez amenaza con destronarlo.

Erdogan estrechó relaciones con Vladimir Putin, intenta un juego propio en el tablero regional a pesar de que Turquía forma parte de la OTAN y por esa razón es un grano en semejante parte para Occidente. El presidente turco tiene razones para desconfiar de sus amigos occidentales ya que acusa a EE UU del intento de golpe de estado de 2016.

Ahora, en plena campaña, dijo a una periodista de la CNN que Biden quiere derrocarlo, que no obedecerá la orden de sancionar a Rusia y que de ganar, «continuaremos con la misma política que seguíamos antes de las elecciones. No vamos a cambiarla con respecto a Rusia, Estados Unidos, China y Occidente, con los que estamos en contacto y seguiremos haciéndolo».

Kilçdaroglu, en cambio, se muestra más cercano a Occidente, aunque en su primera conferencia de prensa resaltó la necesidad de fortalecer el nacionalismo turco y hasta prometió expulsar a diez millones de refugiados a los que, dice, Erdogan usa para que lo voten.  

Tiempo Argentino, 21 de Mayo de 2023