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El regalito que dejó Bernanke

El regalito que dejó Bernanke

El economista de raíz republicana Ben Bernanke se va hoy de la Reserva Federal (FED) tras ocho años al frente del banco central de Estados Unidos, donde había sido designado por George W. Bush. Cuando el presidente Barack Obama propuso para sucederlo a Janet Yellen, dijo que era la persona indicada para «promover máximo empleo, precios estables y un sistema financiero sólido» desde el máximo organismo monetario de ese país. La primera tarea de Yellen, una economista de 67 años, será hacerse cargo de la bomba de tiempo que le deja Bernanke, que este miércoles volvió a reducir el estímulo financiero en otros 10 mil millones de dólares. Lo cual aceleró una crisis para los países emergentes que se había esbozado en diciembre pasado, cuando «rebanó» los primeros 10 mil millones en la compra de bonos del Tesoro.
El dato generó alarma en varias naciones que sufrieron el rebote de esas medidas. Entre ellos está Argentina, es cierto, pero también Turquía, India, Sudáfrica, Indonesia. Y para desmentir tajantemente a quienes sostienen que el país está fuera del mundo, el cimbronazo monetario incluye en diferentes grados a Brasil, Perú y Chile. Y no por contagio de torpezas vernáculas, como reconoce Daniel Marx en una columna en el diario La Nación, sino porque se trata de una crisis global que ahora involucra a los países que venían creciendo más fuertemente en esta década.
Según dicen en mentideros de la vieja Europa, este principio de estampida comenzó con un mensaje inequívoco de William «Bill» Gross, que funge de gurú financiero internacional desde su fondo Pimco. «Turquía y Sudáfrica han reprobado el examen de las monedas, no esperes a ver quién es el próximo. Salí del riesgo, movete a los Treasuries (el bono del Tesoro estadounidense)», tuiteó el hombre.
Eduardo Antón, analista de fondos en Inversis Banco, intentó explicar la situación al diario económico Cinco Días, de España, uno de los lugares donde la estampida causó temores. «Los mercados emergentes y sobre todo sus divisas son muy dependientes de los flujos extranjeros», consideró, eso explica que a raíz de la retirada de estímulos de la FED «muchos flujos que se encontraban en mercados emergentes hayan sido repatriados a EE UU».
Otro analista difícil de catalogar como populista, José Luis Martínez Campuzano, de la central española del banco Citi, apuntó que «el escenario de inflación en alza, menor crecimiento y enorme presión para estrechar el déficit corriente está siendo más común en las economías emergentes de lo deseado». En esa misma línea, Pablo González López, de la también ibérica Abaco Capital, calcula que las monedas de los emergentes «van a seguir flojas por lo menos hasta que Estados Unidos deje de retirar dinero».
La novedad de esta nueva corrida internacional es que el anuncio de Bernanke –un regalo envenenado aunque sin dudas no casual– se produjo casi en simultáneo con el discurso del Estado de la Unión de Obama. Un interesante mensaje que fue duramente cuestionado desde sectores republicanos, como no podía ser de otra manera, pero también desde la mayoría de los medios estadounidenses.
En poco más de una hora, Obama desgranó sus aspiraciones para el tramo final de su mandato. La oposición sueña con convertir al paso del demócrata por la Casa Blanca en un anodino amago de cambios del primer mandatario negro en la historia de ese país nacido en el esclavismo. Cosa de que tarde mucho en aparecer otro afroamericano con expectativas. Fue en ese contexto de bloqueo sistemático de los republicanos que el presidente prometió gobernar, si fuera necesario, por decreto. A la mejor manera de presidentes acusados de autoritarios en esta parte del mundo. «Los Estados Unidos no se detienen y yo tampoco lo haré», amenazó ante el Capitolio.
Obama insistió, como lo viene haciendo desde que llegó a Washington en 2009, que su objetivo es la creación de empleo y la lucha contra la desigualdad. Por eso se atrevió, como hace añares nadie hacía en ese país, a sugerir a los empresarios que aumentaran los salarios para los trabajadores y dio el puntapié inicial al elevar a un mínimo de 10,10 dólares la hora para los futuros contratos con el Estado federal, que actualmente están en 7,25.
Algunas de las frases que desgranó Obama son ilustrativas: «Tenemos la tasa de desempleo más baja en cinco años. Producimos más petróleo en casa que el que compramos en el exterior. Nuestro déficit se ha reducido a más de la mitad. Estados Unidos es el lugar número uno para invertir y está mejor colocado para el siglo XXI que cualquier otra nación en la Tierra.» La más relevante a oídos «progres» podría ser, con todo: «Hoy, tras cuatro años de crecimiento económico, los beneficios empresariales y los precios de las acciones casi nunca han sido tan altos, y los de arriba nunca han estado mejor. Pero los salarios casi no se han movido.»
Las críticas apuntaron a que Obama confunde igualdad de ingresos con «igualdad de oportunidades». Y créase o no, republicanos extremos como la cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen o Cathy McMorris Rodgers señalaron que el partido tiene planes para remediar esa falencia. Aunque no fueron muy específicas en cómo piensan acortar la brecha, aseguraron tener «un plan que se enfoca en primer lugar en los empleos sin la necesidad de gastar más, sin subsidios del gobierno y sin regulaciones».
Como otra cara de la misma moneda, valga la frase, el emblema de la industria italiana, Fiat, anunció que culmina el proceso de fusión por adquisición con la automotriz estadounidense Chrysler. Para los italianos la noticia tiene algunas vertientes desagradables, porque desaparece un emblema tradicional desde la creación del emporio automotriz, en 1899, diseminado ahora dentro de la sigla FCA. Para colmo, la matriz legal se mudará a Holanda y la sede fiscal a Gran Bretaña. Es como esa sensación de vacío que muchos argentinos sintieron cuando YPF se esfumó en Respol tras la compra de la mayoría del paquete accionario por la compañía española, en 1999.
Esa fusión, que implica la compra total de Chrysler por la Fiat, tiene sin embargo otras variantes. Porque se trata de dos empresas que recibieron fuertes apoyos estatales a lo largo de su historia para mantenerse a flote. Los últimos antecedentes en Italia datan de hace justo cuatro años, cuando el titular de la automotriz, Sergio Marchionne, pulseaba con las autoridades italianas para lograr subsidios bajo la amenaza de cerrar su planta en Sicilia, donde trabajaban 1400. Un año antes, Marchionne, el mismo que el miércoles anunció el acuerdo con Chrysler, buscaba ayuda para que no corrieran «peligro 60 mil empleos» italianos.
La Chrysler tiene un historial más complicado, ya que estuvo al borde de la quiebra al menos dos veces y en ambos casos fue rescatada mediante ayuda gubernamental. La primera fue en 1979, cuando Jimmy Carter ocupaba el Salón Oval. Fue en los tiempos en que el ingeniero Lee Iaccoca tomó el control de una empresa que se iba al garete y fue en persona al Congreso para que le dieran «una manito». Logró algún éxito parcial que le dio fama y prestigio personal.
Pero la empresa nunca se recuperó del todo y la más chica de las tres hermanas de Detroit selló una alianza con Daimler Benz en 1998 que duró hasta 2007. Otra vez el gobierno federal acudió en su ayuda para que no cerrara. Pero ni Washington pudo evitar que la firma se acogiera a la ley de quiebras, en abril de 2009. Esa vez, fue el propio Obama el que anunció la alianza con la Fiat como una tabla de salvación para el atribulado gigante automotor.
«Me complace anunciar hoy que Chrysler y Fiat formaron una asociación que tiene una alta posibilidad de éxito», auguró entonces Obama. En ese sentido, las palabras del martes del presidente apuntan a lo mismo que en aquella ocasión: defender el trabajo genuino de los estadounidenses y aumentar el ingreso de los trabajadores.
Ahora espera que, a raíz de la amenaza de gobernar por decreto, el Congreso deje de trabarle propuestas de crecimiento. Habrá que ver cómo atraviesa este período de turbulencia que le deja Bernanke en los países emergentes y que todavía no se sabe cómo repercutirá en Estados Unidos. Habrá que ver, también, si el matrimonio Fiat-Chrysler sobrevive tras estos casi cinco años de noviazgo.
es volvió a reducir el estímulo financiero en otros 10 mil millones de dólares. Lo cual aceleró una crisis para los países emergentes que se había esbozado en diciembre pasado, cuando «rebanó» los primeros 10 mil millones en la compra de bonos del Tesoro.

Tiempo Argentino, 31 de Enero 2014

Contra el monopolio de las oportunidades

Cuando al economista alemán Klaus Martin Schwab se le ocurrió la idea de crear un ámbito para que los más ricos se juntaran con las dirigencias políticas a debatir el futuro del mundo, tenía bien en claro a qué apuntaba. Quería fomentar en Europa las prácticas de administración empresarias que, según las usinas neoliberales del viejo continente, explicaban el crecimiento de Estados Unidos desde el fin de la segunda Guerra Mundial. A 43 años del primer encuentro en la ciudad suiza de Davos puede decirse que Schwab hace tiempo que está en el pináculo de la gloria.
De los 444 ejecutivos de empresas europeas con que abrió lo que entonces se llamaba Simposio de Administración de Europa, pasó a más de 2500 invitados. De una cumbre que apenas logró financiar con apoyo de la Comisión Europea y las asociaciones industriales del continente, pasó a cobrar no menos de 55 mil dólares para asistir a un cónclave con los más poderosos del mundo. Los socios permanentes, que son, por supuesto, los grupos económicos más poderosos del planeta, tienen que aportar una cuota anual de 108 mil euros. Eso sí, para figurar en este selecto apartado del Foro de Davos, hay que facturar más de 5 mil millones de dólares anuales.
Puede decirse que el apogeo de Davos fue a poco de la caída de la Unión Soviética, cuando el neoliberalismo aparecía como la única opción económica para la humanidad. Finalmente, las ideas de Schwab se habían impuesto y no extraña que en este clima, el argentino Carlos Menem y el mexicano Carlos Salinas de Gortari estuviesen entre los invitados estrella. Eran los paladines de ese modelo que prometía quedarse para siempre. Con desregulación, privatizaciones y flexibilización laboral como panaceas para el crecimiento de las naciones. También Fernando de la Rúa sería convidado de lujo, pero más que nada para alentarlo a que no abandonara ese modelo que ya se estaba desgajando en el país.
Pero con el nuevo siglo las cosas ya no son como eran y el Foro de Davos, antes socio en el éxito, está en el centro de las críticas por su responsabilidad en la catástrofe que se esparce sobre el mundo desde el estallido de la burbuja financiera, en 2008. La organización no gubernamental Oxfam, con base en Londres pero sedes en 17 países, lanzó la primera piedra, con un informe lapidario sobre el resultado de esas políticas en los últimos 30 años. El dato que más circuló en los medios, por el impacto emocional, es que 85 señores tienen más fortuna que 3570 millones de seres humanos, la mitad de la población mundial. Lo que no se difundió tanto son las recomendaciones que la gente de Oxfam le hace a los supermillonarios.
Les dice, por ejemplo, que habida cuenta de que en estas tres décadas se incrementó la desigualdad en los países más desarrollados, y que ese desnivel está relacionado directamente con la evasión y la elusión fiscal –les computa 18,5 billones de dólares en cuevas fiscales– hagan algo urgente para resolver la cuestión antes de que todo estalle en mil pedazos, palabras más, palabras menos. La frase exacta es «si la desigualdad económica extrema no se controla, sus consecuencias podrán ser irreversibles, dando lugar a un monopolio de oportunidades por parte de los más ricos, cuyos hijos reclamarán los tipos impositivos más bajos, la mejor educación y la mejor atención sanitaria».
El mecanismo para que el mundo sea como es hoy, para la ONG británica, se fue dando con la «apropiación de los procesos políticos y democráticos por parte de las élites económicas». El subtítulo del dossier lo dice con toda contundencia: «Secuestro democrático y desigualdad económica». Esto es, los ricos se las ingeniaron para la construcción de un sentido común proclive a las ideas que benefician a los sectores empresariales. Entre ellas pueden citarse el apoyo mediático a la baja de impuestos a los que más tienen, o a la disminución del presupuesto estatal en áreas clave como la salud o la educación. Una forma suprema de suicidio colectivo que mucho circuló por estas tierras en los 90, y que crece en intensidad en la Europa de estos días como remedio para la crisis económica.
Otro que se sumó a los reclamos hacia los poderosos del planeta fue el Papa Francisco, con un pedido de que «la riqueza esté al servicio de la humanidad, no para gobernarla». El argentino se mantuvo ausente del encuentro pero quería fijar posición desde Roma. Como viene ocurriendo desde 2003 en adelante, no hay representantes del gobierno nacional en Davos. El único nativo que acudió a la cita es el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri. Como el encuentro es para «policy makers» (hacedores de política), el lord mayor porteño fue como gobernador del distrito donde tienen su residencia muchos de los más ricos del país. También podía asistir como uno de ellos, aunque las empresas familiares no están a su cargo y no las puede acreditar como fortuna personal exclusiva. Como sea, le caben las recomendaciones tanto papales como académicas para mejorar la situación de los ciudadanos, al menos, de su patria.
Tal vez no venga muy a cuento, pero los medios concentrados se encargaron de mostrar sus críticas a la ausencia de la presidenta en la ciudad suiza. Desde considerar que esa inasistencia es peligrosa para el país como el lamento macrista de que Davos «es un lugar en donde tenemos que estar», cosa de no quedar al margen de los que mandan en el mundo. Ese viejo discurso de que no hay que aislarse del mundo.
Más allá de creerse que resulta más conveniente codearse con los ricos y no viajar a La Habana para la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), algo que la historia argentina demuestra como falso, Macri señaló que el encuentro en Europa es como «una ocasión para reflexionar sobre las causas de la crisis económica». ¿Si fuera presidente, iría a Cuba como harán el resto de los presidentes de la región?
Curiosamente –o quizás no– entre las primeras cuestiones que surgieron en Davos está el tema educativo. Así fue que en el 44 Foro Económico Mundial se cuestionó la utilidad de la educación superior, y apareció el consabido discurso de si el gasto en esa área debe ser visto como una inversión o un derroche. El argumento de los popes de Davos es que cerca de 285 mil graduados universitarios estadounidenses no tienen más remedio que trabajar por un salario mínimo y que por lo tanto no vale la pena perder tiempo y dinero en una carrera universitaria. El dato es que la mitad de los graduados estadounidenses termina sus estudios con una deuda media de 30 mil dólares.
«Hace 30 ó 40 años se contrataba a gente graduada a la que se formaba, y ahora se contrata a gente con seis o siete años de experiencia. No tiene nada que ver», señaló Sean Rush, presidente de la ONG Junior Achievement Worldwide. Según el cofundador de Codeacademy, Zach Sims, en algunas licenciaturas «lo que se enseña es irrelevante, porque va desacompasado” con la realidad.
«Claro que vale la pena estudiar –terció Ángel Gurría, secretario general de la OCDE–. Para aquellos que tienen el diploma, la posibilidad de perder el trabajo estadísticamente es mucho menor». Pero el más perspicaz fue el italiano Gianpiero Petriglieri, profesor asociado en la escuela de negocios Insead, radicada en Francia. «Tal vez un título universitario no ofrece la garantía que solía (… pero) lo único que te da una garantía es nacer rico.»
La cuestión de la educación, esencial para cualquier proyecto tendiente a disminuir la desigualdad, no se refiere tanto al por estos días desprestigiado igualitarismo. Se trata, más bien, de que todos tengan en el punto de partida de sus vidas oportunidades equivalentes. Es decir, que Antonia, la hija de Mauricio, no salga a la cancha con semejante ventaja en relación con la hija del cartonero que pasa ahora por la esquina. Cosa de corroborar si los que están en la cúpula de la pirámide tienen méritos, como exigiría una verdadera aristocracia (el gobierno de los mejores), o son solo una banda de arribistas que no dejan crecer a nadie para continuar en la cima, como asegura el saber popular y se desprende del informe de Oxfam.

Tiempo Argentino, 24 de Enero de 2014

El regreso de Bachelet

El regreso de Bachelet

Como todos auguraban, Michelle Bachelet vuelve al Palacio de la Moneda con un amplio triunfo sobre la derechista Evelyn Matthei. Poco más del 62% de votos tienen la suficiente contundencia como para alentar el proceso de cambio que millones de chilenos esperan. Sin embargo, cerca de 6 de cada 10 ciudadanos habilitados para sufragar prefirieron tomarse el día libre y no fueron a depositar su voto en las urnas. Los conservadores más beligerantes se apuraron a interpretar que era un pobre triunfo el de la representante socialista en la coalición que triunfó el 15 de diciembre. En síntesis, esa es una pálida muestra de una crisis política que atraviesa a toda la dirigencia trasandina. Pero para el conservadurismo, es una pobre manera de pretender ocultar que los cuatro años de gestión del empresario Sebastián Piñera dejaron un sabor amargo incluso entre sus propios auspiciantes.
Como sea, el retorno de Bachelet es también una vuelta de campana para un país que acaba de cumplir cuatro décadas de la dictadura más violenta que debieron soportar sus habitantes en los dos siglos de existencia independiente. Es cierto que la médica graduada en la Universidad Humboldt de la entonces Berlín oriental ya tuvo una primera gestión que le cedió el lugar a Piñera. Pero la fuerza de los hechos le indica a la hija del general Alberto Bachelet –fallecido en un campo de prisioneros de la Fuerza Aérea– que ya no podrá tener un tranquilo paso por el Palacio de La Moneda. De hecho, su programa dista de aquel que la llevó al poder en 2006: está corrido a la izquierda y, además, amplió los apoyos tradicionales de la centroizquierda desde el regreso del sistema democrático y ahora el PC chileno forma parte de la Nueva Mayoría, el nombre que adquirió esta coalición que suplanta a la Concertación que administró el país por 20 años.

El perfume del poder
De la mano de estas nuevas alianzas, las líderes estudiantiles del PCCh Camila Vallejo y Karol Cariola obtuvieron sendas bancas en la Cámara Baja. Lo mismo ocurrió con dirigentes juveniles de otras tendencias como Giorgio Jackson y Gabriel Boric. No es casual que los ejes que planteara Bachelet cuando ganó la interna de NM para un programa progresista de gobierno incluyeran en primer lugar la reforma educativa y la tributaria. Una está íntimamente ligada con la otra; si no se consiguen más recursos, plantear una educación gratuita y de calidad es ilusorio. El otro eje de la propuesta «bachelista» pasa por la modificación de la Constitución, que con algunos parches sigue siendo sustancialmente la misma que el dictador Augusto Pinochet dejó casi como condición para el retorno de la normalidad institucional, en 1990.
Pero el tema de este nuevo período ya deja hilachas en su entorno. Por el olor a nuevos tiempos que se viene, todos se apuran a señalarle candidatos o a ponerle trabas. Por las dudas. Desde sus aliados de la Democracia Cristiana, el ex presidente del partido, Gutenberg Martínez, le envió un mensaje sin dobles sentidos. «Creo que sería un error incorporar al gabinete a miembros del Partido Comunista», dijo el hombre en un reportaje a Radio Cooperativa que levantó polvareda. Porque Martínez deslizó que el PC no representa al modelo de democracia que sustenta la vieja Concertación. Además, dijo, siguen siendo amigos de los Castro.
Bachelet fue clara al respecto y adelantó que la elección de los secretarios de gobierno será su «exclusiva atribución». El PC, en tanto, por boca de su presidente, Guillermo Teillier, dijo que aún no habían decidido si iban a estar «dentro o fuera» del nuevo gabinete, sin dejar de lado algo que es cierto: es una atribución presidencial convocar o no. Pero es interesante decir que la DC fue a internas abiertas con el PS y perdió, mientras que el PCCh apoyó a Bachelet desde esa misma instancia electoral.

Empresarios inquietos
Sin embargo, los sectores inclinados a la derecha dentro de la NM no fueron los únicos que pretendieron condicionar el futuro gobierno de Bachelet. Lo mismo intentaron hacer desde algunas de las más grandes cámaras empresariales, que saludaron diplomáticamente el triunfo incuestionable, pero comenzaron a deslizar que si algo valoran del sistema chileno es lo tranquilos que habían estado hasta ahora. Así, el presidente de la Asociación de Exportadores de Manufacturas, Roberto Fantuzzi, políticamente correcto al fin, dijo que la entidad que dirige no está en contra de ningún cambio, aunque consideró que «si la reforma tributaria para financiar la educación produce paz social, un aplauso cerrado, pero dudo». La filial local del banco de inversión estadounidense JP Morgan tampoco se cuidó de establecer sus pautas y transmitió el mensaje de preocupación por cualquier «programa más radical que lo esperado». Desde la Asociación de Exportadores, Ronald Bown consideró que «una Asamblea Constituyente podría ser una solución, pero no es factible ni en el corto ni en el mediano plazo», mientras que Patricio Crespo, de la Sociedad Nacional de Agricultura, pidió mantener las políticas neoliberales porque «nadie invierte en un ambiente enrarecido». El más exagerado sin dudas fue Sven von Appen, con importantes intereses en la industria naviera, quien amenazó con que si la nueva gestión no acierta en la conducción de la economía, «habría que buscar otro Pinochet». Más aún, consultado por la CNN, consideró que, en el anterior mandato, Bachelet «no hizo mucho en materia económica comparado con los que estuvieron antes de ella, especialmente Pinochet».

Divididos
Con todo, los problemas que enfrenta Bachelet se refieren por ahora sólo a la administración de los deseos y las aspiraciones políticas de sus allegados. Peor la pasa Sebastián Piñera y la derecha chilena en su conjunto, que no acierta aún a entender cómo fue que el gobierno se le escapó de las manos tras solamente un período presidencial. Lejos quedaron los «días de gloria», cuando los 33 mineros finalmente volvían a la superficie luego de 70 días a 700 metros de profundidad, a 8 meses de haber asumido, en octubre de 2010.
Ahora los conservadores llegaron al comicio crudamente divididos, primero porque el ganador de la interna, Pablo Longueira, no tardó ni un mes en anunciar que se retiraba de la contienda por problemas depresivos. Fue entonces que Evelyn Matthei –la hija de uno de los integrantes de la Junta de Gobierno de la dictadura, el general Fernando Matthei, a la sazón colega y amigo en algún tramo de su vida de Alberto Bachelet– presionó a Piñera para ser el reemplazo de Longueira. Luego Piñera presionó a la Alianza, integrada por la UDI y el RN, para que aceptara a su candidata. Pero la mujer jamás logró despegar en las encuestas y apenas pasó la primera ronda.
Fue claro que nadie «salvaría la ropa» cuando en la misma noche de la derrota («la noche de los cuchillos largos», como ironizó alguno) comenzaron a escucharse las primeras y feroces críticas a los responsables del fracaso: Evelyn en primer lugar, pero inmediatamente detrás, el propio Piñera.
Entre las críticas, estuvo en primer lugar la de no haber sabido oír el reclamo de los estudiantes en las calles, que expresaban un cambio de paradigma como no se había vivido desde la vuelta a la democracia. Tampoco registraron que a 40 años de su muerte, la figura del presidente derrocado, Salvador Allende, alcanzaría ribetes de heroísmo en defensa de un modelo que de un modo sanguinario cambió la dictadura.
Esa es una de las razones para que los conservadores ahora estén arrojando por la borda, como un lastre inútil, a los viejos dirigentes que tuvieron participación y simpatías demasiado cercanas con Pinochet. Es el caso del propio Longueira, que ya se había retirado de la candidatura. Pero también anunciaron que se van de la política el ex presidente del Senado Jovino Novoa, el ministro del Interior Andrés Chadwick y el dos veces candidato presidencial Joaquín Lavín.
Curiosamente –o no– esta movida del pinochetismo coincide con el recambio en la presidencia de la Corte Suprema de Justicia de Chile. A 10 años de haber saltado a la fama por haber investigado las cuentas secretas y el origen de la fortuna del dictador Pinochet, el juez Sergio Muñoz Gajardo dirigirá el supremo tribunal chileno.
Muñoz Gajardo inició su carrera judicial en 1982, y, entre sus primeros casos, estuvo la investigación del asesinato de Tucapel Jiménez, líder sindical eliminado por agentes de la policía secreta pinochetista ese mismo año. Liego probó que los Pinochet se hicieron de 24 millones de dólares en forma ilegal.
En estos días, también, la justicia chilena sobreseyó la causa abierta contra el general Matthei, por la muerte de su colega Alberto Bachelet, muerto en 1974 tras una sesión de tortura. Los únicos acusados por el crimen son los coroneles en retiro de la Fuerza Aérea Edgar Cevallos Jones y Ramón Cáceres Jorquera. La querella había sido presentada por la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos pero no por la familia de Alberto Bachelet, uno de los pocos militares que se opusieron al golpe contra Allende y que estaba preso en la Academia de Guerra Aérea, entonces dirigida por Matthei.

La integración regional
En su primer encuentro con la prensa extranjera, Michelle Bachelet envió mensajes bien nítidos hacia el resto de los países latinoamericanos.
Bachelet recordó que cuando se puso en marcha el Arco del Pacífico –antecedente inmediato de la Alianza del Pacífico, que Chile integra con Perú, Colombia y México– el bloque tenía el carácter de un «proyecto comercial hacia la otra ribera del Pacífico, pero nunca como algo contra el Atlántico». Es decir, no era un ariete del neoliberalismo como lo presentan ahora los medios de comunicación concentrados.
Bachelet –la primera presidenta pro témpore de Unasur, con un rol fundamental en la respuesta de ese organismo frente al intento destituyente contra Evo Morales en 2009– recordó que «siempre trabajamos con los gobiernos de Uruguay, Argentina y Brasil pensando en todos los mecanismos de conectividad que permitieran que, a través de los puertos de Chile y de toda la zona del borde del Pacífico de América, pudiéramos ser un puente hacia el Asia Pacífico».
No por nada los primeros saludos de beneplácito por su triunfo provinieron precisamente de los gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela. Pero, aclaró, Chile es miembro asociado de lo que llamó «el Mercosur político», puesto que «en lo comercial tenemos algunos desarrollos distintos que hacen muy difícil que Chile pueda ser un miembro permanente» del bloque atlántico sudamericano. Es que los acuerdos comerciales que el país tiene con el resto del mundo serían un impedimento de peso para acceder al Mercosur.
Entre las primeras cuestiones que deberá abordar en su segundo «inquilinato» en La Moneda figura el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya que el 27 de enero entregará su fallo sobre el diferendo limítrofe con Perú. La mandataria electa ya adelantó que apoya lo «hecho y dicho» por Piñera y que, por lo tanto, acatará lo que se dictamine en Holanda. La piedra en el zapato será, como hace décadas, la salida al mar que reclama Bolivia.

Revista Acción, 1 de Enero de 2014