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China apuesta al campo

China es noticia en estas semanas por varias causas. Tal vez la principal sea que a medida que avanza la crisis económica mundial se muestra como el faro del crecimiento al que apuntan los líderes mundiales. No es casualidad que los mandatarios europeos vayan desfilando regularmente por Beijing en busca de apoyo financiero para hacer negocios o simplemente para dar señales a los mercados, que toman en cuenta las variables del gigante asiático antes de elaborar cualquier evaluación y para tomar decisiones.

MECANIZACIÓN. El gobierno impulsa la tecnificación del campo.

En estos meses, y en medio del escándalo que sepultó a uno de los más firmes sucesores de la actual dirigencia china, como es el caso de Bo Xilai –condenado él por corrupción y su esposa por asesinato– mucha tinta va a correr con relación al cambio de la cúpula partidaria en noviembre, que en marzo de 2013 implicará la renovación del Ejecutivo con el recambio del presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao, que finalizan sus 10 años de mandato.
Lo que no se modificará en la próxima gestión es sin dudas el lineamiento general de la economía y las metas establecidas en el 12º Plan Quinquenal, que comenzó a implementarse en 2011. En ese programa económico se establece como uno de los pilares del período alcanzar la autosuficiencia en materia alimentaria. En tal sentido, según explicó el subdirector general de Cooperación Internacional del Ministerio de Agricultura chino, Xie Jianmin, a un grupo de periodistas latinoamericanos invitados a conocer los avances en la materia del país a fines de agosto, casi al término del verano boreal, esperan en un par de años cubrir el 95% de la demanda interna de granos.
Una mala noticia para muchos países sudamericanos que –como en el caso argentino– tienen a China como uno de los principales destinos de sus exportaciones agrícolas. Basta para mostrar la situación con decir que el comercio chino-latinoamericano en ese rubro ya suma 40.000 millones de dólares al año y la perspectiva para 2013 no es menor, ya que representará el 10% del intercambio total entre los dos polos de desarrollo mundial en que se han convertido Asia y América Latina.
Misterio y apertura

Aún hoy, China aparece como un pueblo misterioso para los occidentales, que normalmente se asientan en tradiciones grecolatinas para explicar el nacimiento de su cultura. China tiene escritura desde hace unos 4.000 años y pierde sus orígenes en los abismos de la historia. Eso hace que la República Popular China de estos días hunda parte de sus tradiciones en Confucio, aquel filósofo y maestro de doctrina que vivió en el siglo V antes de Cristo y que nutre gran parte de las certidumbres en que se basa el ideario que esa sociedad tiene sobre sí misma. El otro pilar es Mao Zedong, el líder de la revolución comunista que en 1949 creó lo que llaman la Nueva China. Mao es la figura dominante en todos los documentos oficiales, es la representación del país y es la imagen de todos los billetes de la moneda oficial, el yuan.
Mao, hace exactamente 40 años, dio un imprevisible paso con su acercamiento a Estados Unidos, que selló con una histórica visita del entonces presidente Richard Nixon, obligado a renunciar dos años después por el escándalo de Watergate. Como sea, desde aquella visita China fue acercando posiciones con la potencia norteamericana, hasta que a la muerte de Mao, en 1976, y luego de un período de turbulencias, se asentó en el gobierno una cúpula partidaria que, de la mano de Deng Xiaoping, incorporó la economía china al libre mercado.
Y en efecto, desde la llamada Apertura de 1979, China fue incorporando los principales postulados del capitalismo y logró un desarrollo impactante que la han llevado a ser ya la segunda potencia económica del planeta con la expectativa de superar el volumen del PBI de Estados Unidos para 2020.
En el campo, que fue el sostén de la revolución en sus inicios, los chinos siempre tuvieron un problema difícil de resolver, aun con la reforma agraria que siguió a la revolución. Con la apertura también vendrían tiempos de cambio para el modelo agrario chino. Si bien la propiedad de la tierra es colectiva, la nueva legislación prevé que cada agricultor tenga el derecho de gestión sobre un terreno asignado mediante el llamado Contrato de Responsabilidad Familiar, con una retribución en función de los rendimientos. Este contrato puede ser transferido en una eventual herencia, pero también permite la asociación de agricultores para conformar sociedades o cooperativas. Lo que no pueden hacer es vender la propiedad definitiva de la tierra.
Un bien escaso

Es que la tierra en un país que ya tiene casi 1.400 millones de habitantes es un verdadero problema. Las cifras oficiales machacan –como para que a nadie se le olvide– que China tiene el 21% de la población mundial pero apenas el 9% de la superficie cultivable. Son, actualmente, 121 millones de hectáreas, lo que deja 0,092 hectáreas per cápita, el 40% del promedio mundial. Para complicar aún más las cosas, como toda sociedad que se precie de incentivar el desarrollo, la población tiende a querer mudarse a las ciudades en busca de otros horizontes. El dato es que unos 20 millones de personas se incorporan a la vida urbana cada año, aun a pesar de que todavía existe lo que se llama el «hukou» o registro civil, una legislación tradicional en el Oriente Extremo que limita los movimientos de la población, ya que los emigrantes en las ciudades resignan algunos de sus derechos de educación y hospitalización gratuitos.
Es la urbanización más acelerada en la historia del hombre, que ubica ya a la mitad de la población china viviendo en centros urbanos. Lo que obliga a construir nuevas ciudades y a desarrollar carreteras y parques industriales, y de este modo se van suprimiendo áreas cultivables en forma constante. Se calcula que por esta razón se van perdiendo 200.000 hectáreas anuales de tierras productivas.
El gobierno, a la vez que impulsa la creación de colosales emprendimientos inmobiliarios para que la mudanza no sea además un problema medioambiental, hace lo posible para retener a los pobladores en sus campos. Así, mientras viene eliminando otra tradición milenaria como la de los impuestos agrarios, genera el desarrollo tecnológico en la producción y mejora los ingresos de los campesinos. Por un lado, la Academia de Ciencias Agrarias desarrolla investigación en todas las áreas de incumbencia, desde la producción de granos, la ganadería y la pesca. Tiene incluso un Instituto de la Batata, sin ir más lejos.
De este modo, en las zonas más deprimidas, según los datos oficiales, los campesinos han pasado de ingresos por 1.275 yuanes (unos 200 dólares) en 2001 a 3.270 yuanes (515 dólares) en 2011, mientras que un ganadero puede sobrepasar incluso los 10.000 yuanes (unos 1.575 dólares). La pobreza , de acuerdo con las mismas estadísticas, bajó en las zonas agrícolas de poco más de 94 millones de personas en 2000 a 27 millones en 2010.
Pero como la mecanización es un fenómeno indetenible, y en vista de los rendimientos que necesitan para cubrir su cada vez más explosiva demanda interna, los agricultores van construyendo cooperativas de producción, que normalmente trabajan con cooperativas de conductores de las maquinarias. En muchos de esos emprendimientos el Estado es el tercer socio, con su aporte en tecnología e investigación a través de laboratorios diseminados a lo largo y ancho del territorio. En todo el país hay 521.770 cooperativas conformadas por 41 millones de familias. Las unidades de gestión organizadas abarcan, a su vez, a 110 millones de familias.
Gengis Khan

Otro rubro en el que China aspira a crecer es en la ganadería. La invitación a los periodistas latinoamericanos incluía un recorrido por las legendarias praderas de Gengis Khan, el conquistador mongol que unió pueblos nómades en el norte de China hasta ocupar gran parte de Asia entre 1170 y 1220. Allí, entre la región de Manchuria y la provincia autónoma de Mongolia Interior, los descendientes de aquellos pueblos guerreros aún viven en carpas tradicionales, las yurtas, o construyen sus viviendas de ese formato circular pintadas de blanco con arabescos azules que les vienen de sus ancestros. Muchos van sumando a sus explotaciones de ovejas la incorporación de vacas lecheras y la creación de tambos con las más modernas maquinarias. Se extiende también en esta región la conformación de cooperativas, lo que les facilita el acceso a créditos y racionaliza costos. El Estado también suele ser una de las patas de las sociedades.
Pero la producción y el consumo de lácteos todavía es incipiente en un país que no tenías estos productos como una parte esencial de su alimentación. Así lo explicaban en una de las plantas elaboradoras de leche de la provincia de Heilongjiang, Wondersun, un emprendimiento que une capitales privados de Taiwán y un 66% en manos estatales y que tiene cerca de 20 plantas en toda China. «Nuestro mercado –decía uno de los directivos– , tiene todo para crecer: en China se consumen 17 litros de leche y derivados por persona por año contra 200 de Europa».
Pero para crecer, sin embargo, deberán cambiar la imagen que quedó en el mercado tanto local como exterior luego de un sonado caso de contaminación masiva con leche para bebés. El incidente se remonta a 2008, murieron 5 bebés y fueron internados de gravedad cientos de miles en todo el país luego de haber consumido leche con un agregado mortal de melanina, un producto rico en nitrógeno que se usa en la industria maderera y que puede servir para «disfrazar» la dilución de la leche. Uno de los empresarios detenidos dijo que la había agregado para disimular el olor de la leche vacuna y aumentar su contenido en proteínas.
El hecho reveló una ineficaz tarea de inspección, pero también puso a prueba la capacidad de las autoridades para enfrentar situaciones límite. Porque en los primeros días los responsables de los distintos distritos involucrados esquivaron las respuestas, lo que generó la ira de muchos sectores de la sociedad. Había por lo menos 69 marcas de 22 compañías chinas diferentes involucradas en el caso pero el daño fue para la industria en su conjunto.
Los empresarios y las autoridades gubernamentales están seguros de haber aprendido la lección. Por eso abrieron sus puertas a la prensa occidental en un intento conjunto por mostrar no sólo sus logros tecnológicos sino las nuevas reglas de seguridad de sus plantas, que incluyen la certificación de la Organización Internacional de Normalización (ISO) que establece y verifica la gestión continua de calidad en todos los procesos industriales.

Revista Acción, 15 de Octubre de 2012

Asturias y la contradicción latinoamericana

Por eso ahora, su hijo, Miguel Ángel Asturias Amado, lamenta lo poco que se recuerda al autor de La trilogía bananera. Sobre todo en Argentina, el país donde publicó su obra, donde vivió con intermitencias desde 1948

Fue hace 45 años y el galardón no era solo para él, sino que era un Nobel de Literatura al Boom Latinoamericano, esa explosión de voces, aromas y colores que inundó las bibliotecas del mundo en los años ’60. Después de todo, Miguel Ángel Asturias Rosales (1899-1974) había estado en los orígenes de ese movimiento y había desmenuzado como nadie el realismo mágico de estas tierras.

hasta 1962 y donde completó su universo literario desde una casa en una isla del Tigre, sobre el río Sarmiento, que llamó Shangri-la. El refugio en el que se sumía los fines de semana con su esposa argentina Blanca Mora y Araujo. De Buenos Aires se fue cuando los militares derrocaron a Arturo Frondizi. Lo habían detenido junto con una camada de intelectuales «peligrosos» para el régimen. Cuando salió en libertad no quiso repetir los avatares sufridos con la caída de Jacobo Arbenz. Su hijo es un argentino más, aunque guarda como un tesoro la memoria del laureado novelista y su amor por Guatemala. La polémica con otro Asturias, Rodrigo, líder del grupo guerrillero Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) –quien usó el nom de guerre «Comandante Gaspar Ilom», como uno de los personajes de otra novela, Hombres de maíz, y fue uno de los negociadores de los acuerdos de paz de Guatemala en 1996– es otro capítulo de esta verdadera muestra de las contradicciones latinoamericanas. De todo esto habló Asturias Amado con Tiempo Argentino durante más de una hora y media en su departamento cercano a la cancha de River. Decorado con obras originales de dos amigos del escritor: un cuadro de Juan Carlos Castagnino y un collage de Rafael Alberti. «Mi padre venía de una familia de clase media guatemalteca, religiosa y tradicional. Digo esto para marcar que no provenía de un hogar pobre.» Se apura Asturias Amado. Todo para contar que la joven Asturias pudo ir a la universidad. «Hizo medio año de Medicina y se metió en Abogacía.» Luego describirá esta etapa en Viernes de dolores, «una referencia al viernes anterior al Viernes Santo, cuando los estudiantes salían por las calles a manifestarse contra la dictadura de entonces. Iban todos disfrazados y ahí nace una canción de protesta que se llama ‘La Chalana’ y de la que mi padre había sido coautor y que todavía se sigue cantando».–¿Podría decirse que fue allí que comenzó su relación con las letras?–Mi padre hace su tesis sobre el problema social del indio, muy cuestionada luego porque, a la usanza de lo que se planteaba entonces, ve como solución el cruce del indígena con el europeo.–¿Proponía una mixtura social?–Un cruce entre la raza indígena-guatemalteca-maya y otras razas europeas. En la Guatemala de ese entonces estaban muy de moda ese tipo de teorías. Incluso los liberales de izquierda, con influencia del mexicano Benito Juárez, planteaban también ese tipo de cosas. Pero mi padre se recibe, empieza a ejercer la abogacía y mi abuelo, pensando que podía correr problemas, lo manda para Inglaterra con un amigo de él. Terminó en París, donde encontró un medio intelectual muy abierto. Y ahí mismo comienza a estudiar las mitologías mayas en la Universidad de La Sorbona y luego traduce del francés al castellano el Popol Vuh, el libro sagrado maya. En París conoce a Rafael Alberti y Pablo Neruda. Cada escritor se había propuesto contar lo que pasaba en su país y él habla de lo que pasaba con la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. Así nace El señor presidente, su obra más famosa. Luego publica Leyendas de Guatemala, con prólogo de Paul Valéry. Cuando la dictadura cae, él vuelve a Guatemala, donde se casa, nace mi hermano Rodrigo y después yo. –Allí es cuando comienza a participar en política.–Con el triunfo de la revolución de 1944 hay elecciones libres por primera vez, y mi papá es nombrado agregado cultural de la embajada en México. Pero viene la separación con mi madre y él va a Buenos Aires en 1948, también como agregado cultural. Aquí la conoció a Evita y al poeta Oliverio Girondo, y consigue que la editorial Losada le publique El señor presidente.–Con lo que comenzó su gran repercusión como escritor…-Sí, ese libro fue un éxito. En el año 1953, le dan el premio al mejor libro editado en francés y se va a la embajada guatemalteca en Francia. Era un momento muy importante en América Latina, porque Jacobo Arbenz gana las elecciones.–El Che Guevara estaba allí entonces.–Exactamente. El caso es que Don Jacobo nombra a mi padre embajador en El Salvador, porque quería poner gente de confianza en los países limítrofes para evitar una posible invasión a Guatemala. Pero no lo pudieron evitar.  Mi padre estaba muy triste, nunca se imaginó que Estados Unidos iba a entrar como lo hizo, bombardeando al pueblo. Lo que más se le criticó a Don Jacobo es que no repartió las armas, los indígenas se defendieron con machetes. Su caída significó una cantidad enorme de exiliados políticos y, a partir de ahí, comienza el sufrimiento de Guatemala, que se profundiza con 30 años de una guerra civil terriblemente violenta, con miles de muertos, ciudades y pueblos destrozados, que se terminó con la firma de la paz que desgraciadamente no trajo resultados. Poca gente conoce la Revolución Guatemalteca y la posterior guerra civil, conocen bastante más la de Nicaragua y la de El Salvador.–¿Cómo fue la situación de su padre después de caído Arbenz?–Primero se queda en El Salvador y luego hizo un viaje por Europa con un «pasaporte de no argentino», que el país le da a personas que no tienen un país de origen y Argentina se responsabiliza por ellos. Finalmente, regresa a Buenos Aires y se integra mucho más, junto con otros escritores sudamericanos.–Formaba parte de un sector más bien antiperonista.–Perón fue un tema muy delicado para el guatemalteco. Cuando cae Arbenz, una de las embajadas donde más gente se refugió, además de la mexicana, fue la argentina. El Che, por ejemplo, fue a la embajada mexicana y por eso termina en México, donde conoce a Fidel Castro. Perón manda dos aviones a buscar a los que se habían refugiado en la embajada argentina. Pero muchos eran del Partido Comunista, y en una redada contra comunistas en Argentina, agarraron a un guatemalteco. Entonces, Perón ordenó que se metiera a todos los exiliados en la cárcel. Hay que tener en cuenta que el PC argentino estaba dentro de la Unión Democrática y era un furibundo opositor al peronismo. En la Conferencia de Caracas de la OEA, (el preámbulo de la invasión) todos votan en contra de Guatemala, menos tres que se abstienen, México, Argentina con Perón y Bolivia con el primer Paz Estenssoro. Hace unos días fui a conocer la Casa Rosada y entré al Salón de los Patriotas Latinoamericanos y me llenó de alegría ver que estaba Jacobo Arbenz.–¿Qué ideología tenía su padre?–Era un tipo de izquierda no partidario. Después de la caída de Arbenz es totalmente coherente con su posición de izquierda. Apoya a Cuba, denuncia permanentemente lo que pasaba en Guatemala y en el resto de América Latina. La Argentina es el país donde mi padre escribió y publicó la mayoría de su obra, tenía su casa en el Tigre, que la sigue manteniendo la familia de su última mujer. Amaba Argentina. Sus tres países fueron: Guatemala, por ser su país de origen; Francia, porque París fue su lugar de formación; y Argentina, donde estuvo hasta el año ’62. Vivía en Libertador y Basabilbaso. Estaba cerca de la zona de librerías, de la avenida Corrientes, vivía a dos cuadras de lo de su amigo Girondo, y estaba cerca del tren que lo llevaba al Tigre.–Borges también vivía por ahí…–Pero no se frecuentaban. Una vez Borges, en un congreso, no quiso subir al ascensor porque estaba el «comunista» Asturias. Cuando, después de ganar el Premio Nobel, le preguntaron a mi papá qué opinaba de Borges, dijo: «No voy a hablar de los vencidos».–¿Por qué se va de Argentina?–Se va cuando cae Frondizi, porque lo meten preso. Frondizi cae porque Framini ganó la elección en la provincia de Buenos Aires. La noche del golpe de Estado, los militares se llevan presos a todos los intelectuales de izquierda y los meten en un barco. Muchos de ellos eran habituales de mi casa. La razzia estuvo a cargo de un general Túrolo, al que (Ernesto) Sábato le pide en una carta que libere a mi papá y le dice: «En el futuro no van a hablar de quién lo llevó preso a Asturias sino de que Asturias estuvo preso en Argentina.» Cuando mi papá sale de prisión, ya no le da confianza vivir en la Argentina. Había tenido mucha participación en la famosa Conferencia de la OEA de Punta del Este, a la que va el Che Guevera. Mi padre fue el presidente de la conferencia paralela que se hace apoyando a Cuba. Mi padre conocía al Che, había ido a Cuba tres veces. Yo ya estaba en segundo año de Ingeniería y decidí quedarme. Mi padre salió sin rumbo fijo. Comenzó a vivir de charlas en universidades, muy al límite de las cosas, por supuesto. En 1966, un 1 de mayo, estando en Génova, sale a comprar el diario y se entera de que le dieron el Premio Lenin de la Paz en la Unión Soviética. Eso era algo de plata y una condecoración importante. En ese mismo tiempo triunfa en Guatemala lo que se llamó el tercer gobierno de la revolución, un amigo de la familia nuestra, Julio César Méndez Montenegro, y lo nombra embajador en París. Es otra de las grandes controversias, pero antes de aceptar habló con los grupos de izquierda y, desde París, él les dio pasaporte a todos los que estaban por allí estudiando o trabajando y que habían sido expulsados por los gobiernos militares y entonces no tenían documentación. Pero la guerra civil seguía.–O sea que chocaba con la guerrilla del hijo. ¿Cómo se vivió eso en la familia?–Nosotros no sabíamos nada de Rodrigo, él nunca nos involucró, no había correspondencia. Rodrigo vivió muy mal, mi hermano sufrió mucho, daban plata por su cabeza. Sé que sufrió mucho la aceptación de la embajada (ver aparte). Pero a continuación vino el premio Nobel de Literatura. Que no se lo dan por un libro sino que la Academia Sueca habla de que el Boom Latinoamericano ha sido muy impactante en el mundo y dice que el principal representante de ese boom era Miguel Ángel Asturias –El premio no era a él.–No, el premio era al Boom Latinoamericano y al máximo representante. Lo que a mí me duele es que en ningún momento, cuando se habla del Boom, lo nombran a él. En la época de los militares estaba prohibido hablar de él y yo sé que es complicado como escritor, que es difícil leerlo. Pero que no se diga una palabra…–¿Se lo respeta en Guatemala?–No, allá sigue la misma disyuntiva de que es un escritor comunista no querido y no le dan el valor que tiene. La obra de mi padre ahí está escrita, su acción de vida fue importante, activó mucho políticamente y se comprometió bastante, con sus errores, que los tuvo, pero nunca claudicó, nunca traicionó la causa de la revolución guatemalteca. Inclusive, lo hablamos con mi hermano luego de que se firmara la paz. Yo le pregunté qué pensaba de nuestro padre y me dijo que a esta altura lo entendía. Que entendía lo que debía haber sufrido mi papá cuando él estaba en la guerrilla. Había muchas muertes en Guatemala y él pensaba que no iba a poder hacer nada desde la guerrilla.  «Embajada y guerrilla–¿Cómo fue ser hijo de Miguel Ángel Asturias?–Un gran orgullo, con ventajas y desventajas o cosas tristes. No lo pude gozar como padre, porque no estuvo a mi lado en circunstancias clave de mi vida. Como todo creador, era egoísta, un trotamundos total, y eso se sufre. Pero es un gran orgullo. Me enseñó la humildad, al no haberme mezclado en la parte pública de su vida. Y además, me enseñó el amor a Guatemala.–¿Volvió a Guatemala?–Mientras vivió mi padre no, y mientras mi hermano estuvo en la guerra tampoco. Volví cuando mi madre se enfermó y volví a internarla y a esperar su muerte. Tenía miedo de la dictadura, por portación de apellido. Pero no por Gaspar, porque cuando se firma la paz, los militares mismos dijeron «¿cómo no nos dimos cuenta de que era el hijo de Asturias?». Porque cuando comenzaron las negociaciones se presentaban con nombres de guerra y documentos reales, y allí lo descubrieron. Otro gran orgullo es ser hermano de Rodrigo.–¿Cuál fue el rol de su hermano, Rodrigo Asturias, en los años de la guerra civil en Guatemala?–Él había estudiado en La Plata y cuando volvió a Guatemala se convirtió en uno de los dirigentes más importantes de la guerrilla. Se puso como nombre de guerra Gaspar Ilon, un personaje de mi padre, que en uno de sus libros libera a toda Guatemala. Mi hermano fue parte de todo el proceso que culminó en la firma de la paz. La organización que lideró tenía una base indígena y fue de las guerrillas más importantes en los ’80. Murió hace siete años de un infarto. Fue candidato a presidente, no tuvo éxito en la parte democrática. Creo que la firma de la paz no ha sido positiva para la revolución guatemalteca. Los problemas que llevaron a la guerra siguen existiendo. No se resolvieron porque los acuerdos que deberían haberse convertido en leyes nunca se firmaron. Los pueblos siguen explotados 100 por ciento.–¿Cómo vivieron el distanciamiento con su padre?–Mi padre era embajador cuando comenzó la guerra. Muchos querían que renunciara y no lo hizo hasta que no terminó el gobierno de Méndez Montenegro. Y yo, como sabía que no era un traidor, le pregunté qué pasaba, teniendo en cuenta la situación de mi hermano. Él me dijo que Montenegro era amigo, que se había jugado por él para que lo nombraran, que le parecía incorrecto que ahora que había ganado el Premio Lenin y el Nobel le diera un portazo. Desde el punto de vista político, un absurdo, pero desde el punto de vista humano es lógico. 

Tiempo Argentino, 1 de Octubre de 2012