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Lula y el desafío de controlar a los militares golpistas

Lula y el desafío de controlar a los militares golpistas

El ataque contra los edificios públicos que representan a la democracia brasileña del domingo pasado alarmó a todo el mundo, aunque no debió causar sorpresa. Los campamentos de los bolsonaristas frente a los cuarteles militares desde el triunfo en segunda vuelta de Lula da Silva advertían que ahí se estaba jugando el clima que le tenían deparado al líder del PT para su tercer período. Y efectivamente, los ojos ahora están posados en la participación -o vista gorda- de militares, policías y empresarios envueltos en la chirinada que pretendió dejar chica la invasión al Capitolio de grupos trumpistas justo dos años antes.

Por lo pronto, avanzan las investigaciones sobre el expresidente Jair Bolsonaro y este sábado fue detenido ni bien pisó suelo brasileño el exsecretario de Seguridad de Brasilia, Anderson Torres, que había sido ministro de Justicia del ultraderechista y fue bendecido luego con ese cargo clave por el ahora suspendido gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha. También aparecen implicados el general Achiles Furlan Neto, jefe del Comando Militar de la Amazonia; el coronel Márcio Cavalcante de Vasconcelos, comandante de la Policía Militar de Brasilia, y los comandos de Estado Mayor y de los departamentos Operacional, de Control, de Logística y Finanzas, de Ejecución Presupuestaria y de Personal.

No sería mucho trabajo tirar de la cuerda más hacia arriba. El ex vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourão, elegido senador por Rio Grande do Sul, tuiteó luego de la intentona que “la detención indiscriminada de más de 1200 personas que están confinadas en condiciones precarias en las instalaciones de la Policía Federal de Brasilia muestra que el nuevo Gobierno, coherente con sus raíces marxistas-leninistas, actúa de forma aficionada, inhumana e ilegal”. Y a continuación dice que los actos del 8E “los podemos, si, considerar, VANDALISMO (mayúsculas en el posteo) pero terrorismo es una vez más desgarrar la legislación de nuestro país”.  Su explicación es que “acto terrorista es aquel practicado por xenofobia, discriminación o preconcepto de raza, color, etnia o religión. Ninguna de ellas fue el motor que motivó los acontecimientos de Brasilia”.

No solamente en la mira están los uniformados -Torres es policía, de hecho- sino empresarios como Fernando José Ribeiro Casaca, dueño de una docena de hoteles, quien habría financiado el transporte en ómnibus para llevar a bolsonaristas hacia la capital brasileña. La Abogacía General de la Unión (AGU, el órgano equivalente a la Procuración del Tesoro argentino) pidió congelar además los bienes de 52 personas físicas y siete personas jurídicas responsables también de alquilar los colectivos. La mayoría son empresarios del transporte.

Torres, como contó el portal de Tiempo el mismo domingo pasado, se había ido a Florida, Estados Unidos, el sábado anterior. Cuando estalló el ataque a las sedes del Planalto, el Congreso y el Supremo Tribunal Federal (STF) se apuró a condenar los hechos por twitter, pero solo reconoció que había viajado a EE UU cuando lo descubrió la corresponsal de Folha de São Paulo, a quien le dijo que estaba de vacaciones y no para verse con Bolsonaro, que “casualmente” también había recalado en ese exilio dorado. El exmandatario, repentinamente, fue internado el lunes en un sanatorio “con fuertes dolores estomacales”.

Ante esta exposición, Torres prometió volver al país, cosa que hizo ayer. Un día antes, la Policía Federal le había allanado la casa por orden judicial y encontró un borrador de decreto elaborado cuando era ministro de Bolsonaro en el que se desconoce el resultado de las elecciones de octubre. El funcionario ahora en desgracia reconoció la existencia de ese documento que, afirmó, “iba a ser triturado oportunamente en el ministerio”. Lamentó haber dejado esas pruebas incriminatorias. Sobre todo porque, afirmó explícitamente, el papel “fue filtrado fuera de contexto, ayudando a alimentar narrativas falaces”.

En un desayuno con periodistas, Lula reconoció este martes que los militantes bolsonaristas habían tenido ayuda interna para entrar a las sedes de los tres poderes democráticos mediante la connivencia de policías y militares que trabajan allí, dado que no hubo puertas rotas ni cerraduras violadas. Y aseguró que haría una “revisión profunda” de la seguridad en áreas clave.

Luego el gobierno dejó trascender que el presidente se reunió con los comandantes del Ejército, Julio César de Arruda, de Marina, Marcos Sampaio Olsen, y de Aeronáutica, Marcelo Kanitz Damasceno, quienes le aseguraron que las tropas se mantienen en respeto por las jerarquías y se comprometieron a investigar la responsabilidad de cada mando en los hechos.  Arruda fue designado por Bolsonaro el 29 de diciembre luego de un acuerdo del equipo de transición y tras un intento de rebelión interna que no se dimensionó públicamente esa vez.

El resultado quedó expuesto ahora y, también, la necesidad y la oportunidad de hacer los cambios en las Fuerzas Armadas que nunca se hicieron desde la recuperación de la democracia, en 1985, luego de una dictadura de 21 años. 

Tiempo Argentino, 15 de Enero de 2023


Tres años intensos para la región

Tres años intensos para la región

Tres años pueden ser un soplo en la vida o parecer una eternidad. El 16 de enero de 2020 Brasil se retiraba de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) por decisión de Jair Bolsonaro, con la excusa de que no podía compartir podio con gobiernos no democráticos como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Hacía poco más de un mes que en Argentina había asumido Alberto Fernández y Evo Morales estaba exiliado en Buenos Aires tras un golpe que contó con apoyo del ultraderechista Luis Fernando Camacho y de sectores de las fuerzas armadas y la policía y la anuencia de la OEA. También del Planalto y la Casa Rosada, al punto que Mauricio Macri aparece implicado en el envío ilegal de armas para reprimir las manifestaciones contra el gobierno de facto de Jeanine Añez. Perú atravesaba una de sus tantas crisis institucionales y se disponía a votar en elecciones parlamentarias luego de que el presidente interino Martín Vizcarra hubiese disuelto el Congreso en setiembre de 2019. Chile vivía en plena ebullición tras el estallido del octubre de 2019 contra 30 años de neoliberalismo.

Este 12 de enero, el gobierno de Lula da Sliva confirmó que Brasil vuelve a ese organismo regional creado en 2010 para integrar a los países de la región con historias e intereses comunes en pie de igualdad. Por eso ni Estados Unidos ni Canadá fueron llamados a formar parte. Es como una OEA pero sin injerencia en asuntos internos.

Este 24, Buenos Aires será sede de un nuevo encuentro de jefes y jefas de Estado y los países que integran la Celac vuelven a ser 33. El regreso de Brasil es importante por el peso económico y político del gigante sudamericano. Pero básicamente por el peso simbólico de este acontecimiento. Lula es un miembro fundador de ese club de naciones que buscan su lugar en el mundo sin tutelas imperiales. Bolsonaro en la Celac era una disonancia por su estrecha relación con Donald Trump. El organismo es tan ideológicamente amplio como para que su primer presidente haya sido el chileno Sebastián Piñera y el segundo, el cubano Raúl Castro.

Autoexililado en Florida, el expresidente brasileño está implicado en el intento de golpe del domingo pasado. Si no directamente, por agitar los fantasmas golpistas con su prédica antidemocrática. En Bolivia, la crisis secesionista que enfrentó Morales en 2009 –abortada gracias a la intervención de otros de los fundadores de la Celac, miembros de la Unasur– se mantiene con los mismos protagonistas. Hace unos días, fue detenido Camacho, líder de esa oposición ultraderechista y actual gobernador de Santa Cruz. Por su papel en el golpe de 2019.

En Perú, la efímera presidencia de un dirigente del gremio docente, Pedro Castillo, enardeció al establishment ultraconservador. La represión encarada por la interina Dina Boluarte contra manifestantes que piden el respeto a la voluntad popular ya causó medio centenar de muertos.

Estos tres años fueron muy intensos para las tres Américas, justo es decirlo. Porque en la nación que se pretende faro de la democracia occidental «pasaron cosas» y hasta un grupo de ultraderechistas tomaron por asalto el Capitolio, dando el ejemplo a los bolsonaristas del domingo pasado. Como sea, este es el escenario en que los mandatarios de la región se encontrarán en nueve días. Para no aburrirse. 

Tiempo Argentino, 14 de Enero de 2023

El secretario de Seguridad de Brasilia viajó el sábado a Estados Unidos con su familia

El secretario de Seguridad de Brasilia viajó el sábado a Estados Unidos con su familia

Al cumplirse el segundo aniversario del intento de golpe de partidarios de Donald Trump en el Capitolio de Estados Unidos, los seguidores de Jair Bolsonaro intentaron este domingo una remake sudamericana -el 8E del 2023- tomando por asalto el Congreso, el Supremo Tribunal de Justicia y el Palacio de Gobierno, los edificios centrales de los tres poderes democráticos, en Brasilia. La chirinada tuvo vuelo corto aunque generó mucha preocupación tanto en Brasil como en el resto del mundo y fue una alerta para el flamante tercer gobierno de Lula da Silva, que de inmediato culpó al expresidente ¿exiliado? en Estados Unidos y decretó la intervención federal del Distrito Federal, aunque circunscripta solo al área de la seguridad pública y hasta el 31 de enero.  

El responsable de esa área sensible en semejantes circunstancias era hasta hace unas horas Anderson Torres, quien había sido ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro y pasó a formar parte del esquema policial del gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, quien a medida que la toma de los edificios públicos fue generando una cadena de adhesión desde todos los gobiernos hacia el mandatario constitucional, tomó distancia, pido ayuda y puso su cargo a disposición de las autoridades federales al tiempo que exoneró al esquivo funcionario.

Torres había posteado en su cuenta de twitter su rechazo a la asonada ¿cívica? que los responsables no saldrían impunes.

Pero prudentemente había viajado el sábado a Estados Unidos, donde lo descubrió una corresponsal del diario Folha de São Paulo. Al diario paulista, Torres le dijo que no se había encontrado con Bolsonaro, que simplemente había viajado por el fin de semana con su familia a Orlando, “No hubo negligencia, es la primera vez que me tomo unas vacaciones en mucho tiempo. No vine a EEUU para ver a Bolsonaro. No hubo ninguna trama para que eso (los ataques) ocurriera”, agregó.

Lula y los integrantes de la Corte también pusieron el foco en ese personaje. El hombre fuerte del STF, Alexandre de Moraes lo tenía en la mira por sospechas de delitos cometidos durante su gestión al lado del expresidente. Rocha, a su vez, es miembro del MDB, Movimiento Democrático Brasileño, de centro derecha y aliado circunstancial del PT en algunas ocasiones. De ese partido era el vicepresidente de Dilma Rousseff, Michel Temer, fue el que ayudó a derrocar a la mandataria del PT y cuando la sucedió, instauró reformas neoliberales contra las leyes laborales y de presupuestos que las patronales tanto ansiaban, facilitando el trabajo de Bolsonaro luego.

La designación de Torres parece ser una devolución de gentilezas -Rocha se lo vio muy cercan o a Bolsonaro en estos cuatro años- o una forma de curarse en salud, ya que varios analistas entienden que el ahora exsecretario de Seguridad tendría muchas “carpetas” comprometedoras de dirigentes políticos recopiladas pacientemente durante su gestión en el gobierno federal. Y Rocha, como tantos, tiene muertos en sus placares.

Cerca de Lula también hacen un mea culpa y se pasan facturas. En voz baja acusan al ministro de Justicia, Flavio Dino y al de Defensa, José Mucio, de no haber previsto que este tipo de situaciones se iban a dar. De hecho, los bolsonaristas estuvieron haciendo campamentos delante de los cuarteles durante semanas reclamando que los militares no permitieran el regreso de Lula al poder. Y los que tomaron el Congreso habían partido desde el Cuartel General del Ejército en Brasilia caminando tranquilamente hasta la Explanada de los Ministerios.

Los policías apostados en las inmediaciones nada hicieron para impedir el ingreso y hasta se difundieron imágenes donde se veía a muchos de ellos conversando tranquilamente con los levantiscos y sacándose selfies. Este es un tema que sin dudas Lula tiene en cuenta, ya que se sabe que el bolsonarismo no es solo un grupo de exaltados de la sociedad civil sino que tiene mucha inserción dentro de las fuerzas armadas y principalmente de las fuerzas policiales.

Varias horas después de que el movimiento resultara abortado, el exvicepresidente de Bolsonaro, el general Hamilton Mourão, ahora senador, posteó un tuit de rechazo y defensa de la democracia.

Se sabe que el hombre no es demasiado afecto a aceptar al ex obrero metalúrgico, pero parece haber entendido que el gobierno de Joe Biden, uno de los primeros en brindar su apoyo a Lula cuando se conoció el resultado de las elecciones, en octubre, y ahora advirtió que no respetaría ningún gobierno surgido de un golpe. La cadena internacional de solidaridad con las instituciones brasileñas fue total.

El caso es si fue una intentona de un grupo de desaforados o un test sobre la capacidad de reacción del mandatario. O, incluso, si estuvieron esperando una reacción de las fuerzas militares que no se produjo y desensillaron hasta que aclare.

Tiempo Argentino, 8 de Enero de 2023

Carlos Raimundi: «Debemos convertir a la región en un bloque de poder mundial»

Carlos Raimundi: «Debemos convertir a la región en un bloque de poder mundial»

Carlos Raimundi es embajador argentino ante la Organización de Estados Americanos desde 2020. Este abogado y docente universitario nativo del barrio El Mondongo se autodefine como «platense y tripero». Comenzó desde joven a militar en la UCR y a los 31 años fue elegido diputado por la provincia de Buenos Aires. Como muchos correligionarios, pasó a integrar el Frepaso y ahora es vicepresidente del Frente Grande. En esta charla vía Zoom con Tiempo, desmenuza sus pareceres sobre el particular momento para la región tras la asunción de Lula da Silva en Brasil.


Yo celebré la vuelta de Lula, qué duda cabe, pero creo que sería un error creer que esta confluencia implica una especie de retorno automático a la etapa en que la Argentina celebró el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Porque en el medio hubo un retroceso muy fuerte, y los retrocesos siempre llevan a las cosas mucho más atrás de cuando el proceso emancipador se suspendió. En el caso de la Argentina fue el endeudamiento estructural, en otros países la entrega de la explotación de los recursos o el deterioro social, que no se repara de manera sencilla. Es cierto que todo lo que suceda en Brasil irradia a escala regional, además por la dimensión de estadista de Lula. Por otro lado yo creo que el propio gobierno de EE UU lo va a elevar a Lula a la categoría de su interlocutor regional.

–¿Por qué razón?

–Porque es la contrafigura de (Jair) Bolsonaro, y en el sistema político de EE UU esa figura está muy asociada a la de (Donald) Trump. Lula no es la persona que hubieran preferido, pero les resulta mucho mas predecible. Hablar con Brasil es hablar con el Caribe, con los países petroleros, con el continente africano. Ahora bien, sería un error gravísimo que Argentina y Brasil se retrotraigan a una época en que competían por ver quién podía ser el interlocutor a nivel regional. No puede haber celos en este sentido.

–A diferencia de otras épocas hay gobiernos con una mirada parecida en México, Colombia, incluso Chile.

–México es geográfica y comercialmente un país de América del Norte. Pero histórica y culturalmente es un país del sur. Cuando tienen un gobierno neoliberal, miran solamente hacia arriba; con un gobierno que honra las tradiciones de la revolución mexicana, tiene que convertirse en uno de los nudos de la integración latinoamericana. Al gobierno y a las fuerzas progresistas de México siempre les gustó hablar de América Latina y Brasil prefería hablar de América del Sur. En este momento histórico, México, Argentina y Brasil, sumando a este polo progresista Venezuela y Colombia, tendrían que dar lugar a un momento de parición de un polo de poder autónomo.

–El contexto internacional es bastante complicado. Son tiempos interesantes, diría Eric Hobsbawm.

–Yo creo que el mundo que hemos conocido en los últimos tres siglos por la influencia del eje Noratlántico, ha llegado a tres puntos límites que son absolutamente incalificables. El primero es el de la concentración de la riqueza. No puede compartirse desde ningún punto de vista ético. Un mundo que se aproxima a que el 1% de la población cuente con la misma cantidad de recursos que el 99% restante es una inmoralidad. El segundo punto es las consecuencias que eso tiene sobre el clima. Y si esto no hubiera sido suficiente, la proximidad, aunque sea en la verbalización, de un conflicto nuclear que hasta hace pocos meses no figuraba en la agenda de ningún actor internacional. Una segunda descripción concatenada es: los organismos internacionales militares, políticos o económicos, Consejo de Seguridad, OTAN, Banco Mundial, FMI, G7. OMC, BID, OEA, ¿no tienen nada que ver con esta situación que hay en el mundo? Tercer punto: ¿cómo se sostienen financieramente? Cuando el capital financiero globalizado encuentra amenazas geopolíticas muy fuertes, como en este momento, echa mano una vez más al complejo militar industrial. Soy de los que piensan que este es un momento de una reconfiguración del orden mundial irreversible, donde todos los indicadores del eje Noratlántico están cediendo frente al ascenso del eje asiático, y eso implica una redefinición de la inserción geopolítica de la Argentina y de la región.

–No todos comparten esta mirada en la dirigencia política argentina en general.

–Si comparten el diagnóstico, creen que tenemos que seguir manteniéndonos como parte de Occidente, y yo creo que la idea del hemisferio occidental es un mito creado en la posguerra para garantizar el control de la doctrina Monroe. A mi me ha tocado vivir estos años en un país que tiene una infraestructura vial, de conectividad a través de autopistas que es impresionante. A la vez no hay un peso superlativo de los ferrocarriles o del transporte público. Esa infraestructura está ocupada por un parque automotor extremadamente extendido, que en un 80% está tripulado por una sola persona. Otro ejemplo, yo recibo todos los días en mi buzón de correo una pila de papeles a todo lujo de publicidad y cosas que son inútiles para la vida real. Esto es una descripción analítica que hago, más como docente que como funcionario. La pregunta que me hago es: ¿algún presidente demócrata o republicano o como sea, le puede decir a ese pueblo que va a bajar su nivel de vida? Para que no lo baje hacen falta guerras. La soberanía nunca va a venir de la ayuda de quienes necesitan que seamos cada vez menos soberanos, porque necesitan nuestra energía, el control de nuestros yacimientos, el off shore, el litio, los acuíferos. Necesitan lo que América Latina tiene, y la región necesita defender la administración autónoma de esos recursos. Entonces, las Américas son un mito, porque no hay una integración vertical sino un corte horizontal entre el G7, que son Canadá y EE UU, y el resto. No hay alternativa, no podemos mirar las cosas de la misma manera, porque los intereses son contrapuestos. Podemos tener buena relación, podemos tener diálogo, entendimientos parciales. En una etapa de disputa geopolítica a nivel mundial, el norte anglosajón tradicional necesita sostener su dominio sobre esta región y nosotros necesitamos independizarnos y construir cada día nuevos niveles de soberanía. Ese es el contexto que yo veo. Por eso soy escéptico de creer que la pertenencia a un organismos del mundo que está en declinación y nos llevó al borde de la guerra nuclear nos beneficia. Nosotros tenemos que estar por fuera de ese sistema.

–Este año precisamente se cumplen dos siglos justos de la doctrina Monroe, pero en el marco del conflicto en Ucrania hay muchos intereses en que el país juegue junto a Europa y EE UU.

–Yo creo que debería tomar cuerpo una reactualización del concepto de Tercera Posición, sabiendo que los contextos son muy diferentes. Yo creo que una Tercera Posición, o una política autónoma activa, significa asumir como propios y positivos determinados valores de Occidente. Como las libertades individuales, el pluralismo, la libertad de reunión, las libertades civiles y políticas. Podemos estar más identificados con una cultura occidental, una cultura que heredamos de Europa occidental, del sistema interamericano. No estoy planteando que hay que renunciar a eso, a lo que sí hay que renunciar es al aspecto de la colonización. Lo que digo es «déjennos en paz, dejen que cada pueblo latinoamericano construya su propio destino». Y si tenemos que integrarnos es con aquellos países que sufren los mismos problemas estructurales que nosotros, los que frente a la agenda global estamos del mismo lado. Que es el lado de la descolonización, del incremento de nuestra soberanía. Eso no implica para nada renunciar a los valores fundamentales de las libertades de Occidente. Es por eso que no creo que la prioridad sea hablar de multilateralismo, sino de multipolaridad.

–¿Cuál sería la diferencia?

–El multilateralismo es la conjunción de países dentro de un esquema de derecho internacional para frenar la fuerza del más poderoso. Pero cuando no está inserto en un esquema de multipolaridad, es una formalidad. Por ejemplo, el multilateralismo puede decidir que el Reino Unido tiene que dialogar con Argentina por la soberanía de Malvinas, y eso no ocurre. Hace poco tiempo, por 185 votos contra 2, el multilateralismo dijo que hay que levantar el bloqueo a Cuba. El multilateralismo le dijo a los laboratorios que tienen que distribuir democráticamente las vacunas y levantar los derechos de propiedad intelectual. Nada de eso sucedió. Para que el multilateralismo funcione tiene que haber multipolaridad. Vos tenés el eje noratlántico, que va a declinar pero no va a desaparecer, el eje asiático, que está emergiendo. Nosotros tenemos tres alternativas: nos insertamos en este esquema imperialista clásico, corremos los riesgos de alinearnos a un nuevo eje, o construimos un sistema autónomo de poder. Y yo creo que debemos convertir a la región en un bloque de poder mundial. Si existiera una visión estratégica de nuestros líderes, América Latina podría comenzar a vivir un proceso emancipador muy importante. Con muchos condicionamientos, pero con la necesidad de tomar decisiones políticas fuertes. Hay condiciones, pero hay que tener mucho coraje.

Tiempo Argentino, 8 de Enero de 2023