por Alberto López Girondo | Jun 30, 2020 | Sin categoría
Anunció un New Deal con una fuerte impronta “rooseveltiana” para impulsar la economía de su país, dijo que espera convertir a la nación en una “superpotencia científica”, y tras proponer el lema “Construir, construir, construir”, el mandatario aseguró sin despeinarse -cosa que en su caso cuesta trabajo- que no es comunista. Por cierto, no es un presidente populista argentino sino el primer ministro británico, Boris Johnson, conservador para más datos. El anuncio de una inyección de 5.000 millones de libras a la economía británica se relaciona con la devastación en la actividad producida por el coronavirus, pero empalma con la otra gran preocupación en el Reino Unido que es el Brexit, el divorcio de la Unión Europea.
Desde el distrito de Dudley, donde celebró el empuje de la compañía Westfield Sports Cars -fabricante de vehículos eléctricos y autónomos- como un horizonte a seguir hacia este renacimiento que sueña para el viejo Imperio, Johnson desmenuzo un plan de desarrollo que recibió no pocas críticas desde la vereda de enfrente.
«Es el momento de ser ambiciosos (…) «no sólo nos recuperaremos, sino que avanzaremos, más fuertes, mejores y más unidos (…) este gobierno no está solo comprometido en derrotar del coronavirus, sino en usar esta crisis para enfrentar finalmente los grandes desafíos no resueltos del país en las últimas tres décadas”, fueron algunas de sus frases destacadas.
El plan ultrakeynesiano buscaría, en resumidas cuentas, ayudar a la construcción de 180.000 nuevas viviendas accesibles para trabajadores; mejorar las escuelas públicas y el sistema de salud y construir 40 nuevos hospitales.
Para el plan edilicio plantea aprovechar que miles de locales comerciales cerraron sus puertas por la pandemia para cambiar las normas y construir allí viviendas económicas. Pero también, como quiso demostrar en Dudley, avanzar hacia el desarrollo tecnológico en mercados como el de los autos eléctricos, en el que todos los jugadores están a la misma altura todavía. «Creo que es hora de un enfoque ‘rooseveltiano’ en el Reino Unido», dijo Johnson a la recién inaugurada Times Radio, el medio digital del decano de los diarios ingleses, fundado en 1788.
Los cuestionamientos surgieron desde el laborismo y de la prensa británica, que no olvida que Johnson antes de inmiscuirse en la política, fue periodista. Y que tuvo varios problemas serios por su escaso compromiso con la verdad. Simon Hattenstone, desde The Guardian, trajo a colación que Johson fue despedido en 1988 precisamente del Times por fabricar una cita de su padrino, el historiador Colin Lucas, sobre un encuentro del rey Eduardo II y su amante Piers Gaveston en el Palacio Rosa, en el año 1300. Como el propio Johnson reconoció años más tarde, el Palacio en cuestión fue construido luego de que Gaveston fuera asesinado. Y el padrino no podía haber cometido semejante error.
El historial de Johnson y sus promesas electorales cuando fue alcalde de Londres tampoco lo dejan bien parado, de modo que este anuncio generó incluso burlas entre sus más recalcitrantes opositores. Por si fuera poco, hace algunos días tuvo que salir a enfrentar un escándalo por un contrato inmobiliario con un donante del partido conservador, Richard Desmond, acaudalado ex propietario de los diarios Daily Express y Daily Star que incursionó también en el mundo porno con los primeros canales Hot británicos y las revistas Asian Babes y Nude Wives (Chicas asiáticas y Esposas desnudas, respectivamente). Se trataba de un plan para construir viviendas de lujo a un costo de 1.000 millones de libras en el este de Londres.
Quizás el anuncio del New Deal sea un modo de intentar silenciar las voces escandalizadas por el negocio inmobiliario. Pero no se descarta que también tuviera su peso el endemoniado proceso de separación de la Unión Europea, agravado por los efectos de la pandemia de Covid-19.
El Reino Unido fue uno de los países que al inicio de la pandemia rechazaron la idea de cerrar el país y apuntaron a dejar que ocurriera una inmunidad de rebaño. Pero el propio Johnson resultó contagiado y la pasó mal en una sala de terapia intensiva durante una semana. Salió del hospital agradeciendo al servicio de salud británico, uno de los orgullos de esa nación, pero desmantelado desde el gobierno de Margaret Thatcher, en los 80 del siglo pasado.
La economía cayó en picada desde abril, más de 600.000 personas quedaron sin trabajo, cerraron miles de locales y pymes y el PBI cayó un 20%. Pero lo que es peor, hubo casi 315.000 contagiados y 44.000 muertos por Covid-19, a razón de 631 por millón de habitantes, detrás sólo de Bélgica en ese rubro.
“El Reino Unido deberá asumir las consecuencias de una relación menos estrecha con la UE luego del Brexit”, alertó estos días la canciller alemana, Angela Merkel. Luego de muchas idas y vueltas, Londres salió de la Unión Europea el 31 de enero y ahora negocia con Bruselas el modo de relación con el bloque continental en este período de transición, que termina a fin de año, y lo que ocurrirá a partir del 2021.
El New Deal puede ser la última salida que el queda al gobierno conservador -un giro de 180ª del neoliberalismo thatcheriano- o representa un salto delante de imprevisibles consecuencias. En todo caso, los dados están en el aire.
Tiempo Argentino, 30 de Junio de 2020
por Alberto López Girondo | Jun 29, 2020 | Sin categoría
La alta comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la chilena Michelle Bachelet, no pudo ser más clara y concreta: “La anexión es ilegal. Punto”. Del mismo modo, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres repudió el anuncio de Benjamin Netanyahu de que este miércoles llevará a cabo el plan de anexión de la tercera parte de Cisjordania contemplado en el llamado Acuerdo del Siglo, ese proyecto unilateral para el conflicto de Medio Oriente que promueve el presidente Donald Trump. ¿Cumplirá su promesa el primer ministro israelí? A esta altura es una incógnita, porque su socio político y con quien se reparte la jefatura de gobierno, el actual ministro de Defensa, Benny Gantz, dijo que hay preocupaciones más urgentes en este momento, “como el coronavirus”.
El tablero regional es bastante complejo. Netanyahu armó junto con Gantz una extraña coalición de gobierno para no ir por cuarta vez a elecciones en poco más de un año. Como ninguno de los dos logró mayoría parlamentaria en las anteriores ocasiones, y para romper con la parálisis gubernativa, llegaron a una solución salomónica: se rotarán en el gobierno cada 18 meses. Gantz, que es militar y comandó las fuerzas armadas israelíes, ocupará la cartera de Defensa.
La inusual coalición tiene entre sus grandes diferencias la cuestión de los asentamientos ilegales en territorios palestinos, una política que viene de antes del primer gobierno de Netanyahu (entre 1996 y 1999) pero que se afirmó desde su segundo mandato, en 2009. Gantz no es partidario del expansionismo, aunque no puede oponerse tan drásticamente a una cuestión consumada por décadas. Netanyahu, en tanto, obtiene la mayoría de sus votos entre los colonos beneficiados por esa estrategia de expulsar a palestinos de sus tierras.
El actual premier, a la vez, tiene del otro lado del Atlántico a un socio como tal vez nunca Israel tuvo desde su fundación, en 1948. Donald Trump presentó el año pasado su plan de paz, como suele hacer todo en su vida, como la gran solución a los problemas de Medio Oriente. Pergeñado por su yerno, Jared Kushner, la propuesta no fue consultada con los palestinos y cayó como un balde de agua fría en quienes esperan que se cumpla con las disposiciones de la ONU en relación a la creación de dos estados en Palestina y de reconocer sólo las fronteras de 1967.
El primer paso en relación al plan Kuchner-Trump fue el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel. Y ahora este anuncio de que Netanyahu quiere avanzar en la anexión. Una razón es que el coronavirus representa un distractivo de suficiente peso como para pensar que el mundo podría mirar para otro lado. Otra es que a esta altura no está garantizada la reelección de Trump y el demócrata Joe Biden no apoyaría una jugada tan provocadora. Más bien, Barack Obama ya había manifestado su hartazgo del expansionismo israelí.
Por otro lado, salvo el gobierno de Emiratos Árabes Unidos, que viene tejiendo negocios con empresas israelíes y Egipto y Arabia Saudita que tienen una entente de décadas con Tel Aviv, la noticia no es bien recibida por ninguno de los países árabes. El rey de Jordania fue el más explícito, al sentenciar que una movida semejante puede llevar a un conflicto masivo. Es entendible la postura de Abdullah, ya que suele su país ser el que recibe las oleadas de inmigrantes palestinos acosados por las guerras, la persecución y el hambre.
Ni que decir que la Autoridad Nacional Palestina, representada por Mahto que a mud Abbas, ni siquiera acepta hablar con Trump sobre un proyecto que a todas luces les resulta descabellado. Bachelet, entonces, puso todas estas cuestiones en un par de declaraciones de una dureza extrema. “Toda anexión es contraria al derecho internacional. Sea el 30 % (de Cisjordania, como establece el plan de Kushner) o el 5 por ciento”.
La dos veces presidenta de Chile -una nación con una gran población de origen palestino muy instalada en las instituciones sociales y políticas- alertó que las consecuencias de esa medida no se pueden predecir. Para ser más específica, Bachelet dijo que la anexión de los territorios de las 132 colonias ilegales «perjudicará gravemente la perspectiva de una solución de dos Estados, reducirá las posibilidades de retomar negociaciones, y perpetuará las graves violaciones de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional, de los que hoy somos testigo”.
Además, de producirse la anexión «las colonias -ya una violación evidente del derecho internacional- seguramente se expandirán, aumentando las disputas existentes entre las dos comunidades». Luego analizo que en un contexto semejante, los palestinos serán sometidos a una mayor presión para salir de la zona anexada y comunidades enteras serán expuestas a un alto riesgo de traslado forzado. No olvidó considerar que sin dudas habrá mayores restricciones del derecho a la libertad de movimiento a medida que los «centros de población palestina se conviertan en ‘enclaves'».
La interna política israelí, por lo pronto, está al rojo vivo por estas horas. Netanyahu, como respuesta a la declaración de Gantz sobre la falta de oportunidad para poner en marcha la anexión justo este miércoles, respondió que no era una decisión que estuviera en las manos del ministro de Defensa. Lo que generó un chisporroteo en el partido Azul y Blanco, del general, donde entienden que la respuesta del primer ministro es una humillación que no debería perdonarse.
Gantz no está solo en el rechazo, el canciller Gaby Ashkenazi también entienden que no es momento para lanzarse a una aventura de imprevisibles consecuencias. Hay que entender que son responsables de dos áreas claves en vista de lo que se viene. El sector militar y el de las relaciones exteriores, donde repercutirán las presiones por esa decisión.
Tiempo Argentino, 29 de Junio de 2020
por Alberto López Girondo | Jun 28, 2020 | Sin categoría
Donald Trump avanza en su camino al 3 de noviembre chocando contra una realidad que le hace temer por su futuro electoral. Hace apenas tres meses su tránsito hacia un nuevo período presidencial parecía despejado, un poco porque sabe cómo captar el interés de su público y otro poco porque la oposición demócrata estaba empantanada en sus propias contradicciones. Ahora, su forma de enfrentar la pandemia, más las protestas generalizadas contra el racismo policial, hicieron crecer en las encuestas a su máximo desafiante, Joe Biden. Para colmo, el libro de John Bolton muestra desde el riñón republicano un hastío contra el mandatario cuando más necesita juntar apoyos para lo que se viene. Recuerda a aquella frase de Perón: “Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos me libro yo”.
Esta semana no fue la más feliz para el empresario inmobiliario, inquilino de la Casa Blanca desde el 20 de enero de 2017. Fue claro el fracaso en la convocatoria a su lanzamiento de campaña en Tulsa, donde sus asesores le dejaron decir que esperaba un millón de asistentes y apenas cubrió un tercio de un estadio cerrado, el Oklahoma Center, con capacidad para 19 mil personas. Culpó de esa escasa asistencia a los manifestantes “radicales” que llenaron las calles contra la violencia institucional, y a los medios. Pero quizás también influyó un dato de estos días sobre el coronavirus. Cuando avanza el verano boreal y se esperaba que el Covid-19 se fuera diluyendo por la temperatura, muchos estados que iban abriendo sus economías comprobaron un recrudecimiento de contagios y plantean una marcha atrás.
Desde los Centros de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) advirtieron además que la cifra de infectados, oficialmente en 2,5 millones de personas, podría superar los 20 millones. La estimación, confiaron a periodistas acreditados, se basa en la cantidad de casos detectados, multiplicados por la tasa de anticuerpos que revelan las pruebas serológicas, que ronda un promedio de 10 a 1.
Mientras, las protestas antirracistas no cesaron y cuando se cumplía un mes del asesinato del afroamericano George Floyd en Minnesota, el jueves la Cámara Baja, controlada por los demócratas, aprobó un proyecto de ley que prevé una profunda reforma policial en todo el país.
El lema que ahora usa Trump para esta nueva etapa de su campaña electoral es «Ley y Orden». El mismo de la campaña de Richard Nixon en 1968, y se agrega al que usó en 2016, MAGA (Hacer a EE UU grande nuevamente, según sus siglas en inglés). En un eslogan consolida, sin decirlo explícitamente, su búsqueda de apoyos dentro del espacio supremacista blanco, la base más fiel de su electorado.
Por eso respondió con una orden ejecutiva que incrementa las penas para quienes destruyan estatuas y monumentos a personalidades esclavistas. Y espera que el Senado, de mayoría republicana, aborte el proyecto de reforma policial de la oposición, que va contra un DNU previo que se limitaba a recomendar la adopción de “los más altos estándares profesionales para servir a sus comunidades”. Trump rechaza “los esfuerzos radicales y peligrosos para eliminar, desmantelar y disolver nuestros departamentos de policía».
La pelea del presidente contra un establishment asentado en décadas de coalición bipartidista se profundizará más de aquí a noviembre. Trump representa un modelo de América aislacionista, la vereda de enfrente del globalismo. Donde ambos modelos coinciden es que al sur del Río Bravo está el patio trasero del imperio.
Este enfrentamiento hizo recordar a algunos analistas un libro de Kevin Phillips, consejero electoral de Nixon. En The Cousins’ Wars: Religion, Politics and the Triumph of Anglo-America (Las guerras de los primos: religión, política y el triunfo de Anglo-américa), Phillips analiza el modo en que un pequeño reino de los Tudor se convirtió en la potencia hegemónica del planeta al cabo de casi cuatro siglos y tres guerras civiles. La primera guerra es la de Oliver Cromwell contra el rey Carlos I, entre 1642 y 1651; la segunda, la independencia de EE UU, de 1775 a 1783; y la tercera, la Guerra de Secesión, entre 1861 y 1865. El francés Thierry Meyssan y el brasileño Pepe Escobar plantean que las movilizaciones tras el asesinato de Floyd y las disputas en torno de las políticas de Trump pueden ser la antesala de una cuarta guerra civil.
El argumento gira sobre el siguiente punto: al caer la Unión Soviética, EE UU tuvo que inventarse un enemigo que permitiera nuclear a la ciudadanía, como lo había hecho la Guerra Fría hasta 1991. Una mística semejante surgió tras el oportuno ataque a las Torres Gemelas en 2001. Trump eligió como enemigo exterior a China.
En cuanto a la política policial, el que mejor explica el momento es Charles Blow en una columna en The New York Times, donde puntualiza una confesión de John Erlichman –muy cercano consejero de Nixon implicado luego en el caso Watergate– a Harper’s Magazine en 2016, sobre la guerra a las drogas, nacida entonces.
“La campaña de Nixon en 1968, y la Casa Blanca de Nixon después, tuvieron dos enemigos: la izquierda antiguerra (de Vietnam) y los negros. Sabíamos que no podíamos hacer ilegal estar en contra de la guerra o a los negros, pero al hacer que el público asocie a los hippies con marihuana y a los negros con heroína, y luego criminalizar las drogas fuertemente, podríamos perturbar a esas comunidades. Podríamos arrestar a sus líderes, allanar sus hogares, romper sus reuniones y vilipendiarlos en cada noticiero de la noche. ¿Sabíamos que estábamos mintiendo sobre las drogas? Por supuesto». «
Nada peor que un ex asesor
El libro del ex asesor en Seguridad John Bolton sigue causando escozor en el presidente. Si bien ya se conocían los principales tramos de “La sala donde ocurrió: memorias de la Casa Blanca”, un tramo interesante son las profusas menciones que hace a los avatares de la cumbre del G20 de Buenos Aires, en 2018. Bolton había llegado al cargo en abril de ese año y salió despedido en setiembre de 2019, por lo que ese encuentro en la capital argentina fue el evento más importante en su corto paso por la Casa Blanca.
En página 158 (tiene 570) Bolton cuenta pormenores de una bilateral con la canciller alemana Angela Merkel sobre el deseo de EE UU de abandonar el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, con Rusia. La alemana regañó al presidente porque no habían tenido conversaciones para arreglar las cosas y de todas modos, pidió 60 días antes de anunciar cualquier medida. Cosa que se hizo el 2 de agosto, “¡Un gran día!”, se exalta Bolton.
Tras contar la entretela de discusiones con Recep Erdogan, (cuestiona el “bromance”, la tendencia de Trump a relaciones demasiado cercanas con líderes autoritarios) y de cómo impactó la muerte de George Bush (p) justo el 30N, el ex asesor se interna en lo más trascendente: el cara a cara con Xi Jinping, Se atribuye una influencia que seguro le queda grande. “Discutimos (con el asesor chino Yang Jiechi) cómo estructurar la reunión y mi contribución a la paz mundial fue sugerir que Xi y Trump, cada uno junto a siete ayudantes, cenaran el 1 de diciembre”. Y agrega: “(El representante de Comercio Robert) Lighthizer pensaba que un «acuerdo de libre comercio» con China sería casi suicida, pero (el secretario del Tesoro, Steven) Mnuchin estaba entusiasmado por su éxito en lograr que China aceptara comprar más soja, productos agrícolas y minerales, como si fuéramos un proveedor de productos básicos del Tercer Mundo para el Reino del Centro”. La traducción literal del nombre chino para la denominación de su país es Zhongguo, Reino del Centro.
Tiempo Argentino, 28 de Junio de 2020
por Alberto López Girondo | Jun 25, 2020 | Sin categoría
La cuarentena demoró el lanzamiento presencial del libro «Malvinas en la geopolítica de América Latina» pero gracias a las plataformas en auge por estos meses, finalmente el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini hizo una presentación on line de este trabajo de Ediciones del CCC. Se trata de una complicación de aportes coordinada por Luis Wainer, responsable del área de Estudios Nuestroamericanos del CCC, investigador y docente universitario.
En algo más de 300 páginas, el libro profundiza la relación de los distintos gobiernos sobre el histórico reclamo de soberanía y, como lo indica el subtítulo (De causa regional a recomposición neocolonial) avanza en la necesidad de que la causa argentina tenga el apoyo de la región como modo de encontrar su rumbo en el mundo. Una manera de decir que Malvinas no es solo de Argentina.
Son autores Mariana Alejandra Altieri, Alicia Castro, Mariano Del Pópolo, Uriel Erlich, Guillermina Genovese, Carlos Giordano, Enzo Girardi, Horacio López, Alberto Martínez del Pezzo, Juan Francisco Martínez Peria, Ernesto Mattos, David Pizarro Romero, Alejo Ramos Padilla, Roxana Taranto, Mario Volpe y Luis Wainer.
La presentación estuvo a cargo de Wainer, Volpe, el juez Ramos Padilla y Alicia Castro, con la conducción del evento en manos de Roxana Taranto. Quienes quieran ver el acto podrán hacerlo en https://www.facebook.com/CentroCulturalCooperacion/videos/973203093116011
Wainer explicó los condicionantes que debieron enfrentar cuando apareció la propuesta. “Eran momentos de mucho desamparo en la causa de Malvinas”, porque el gobierno de Mauricio Macri no solo había abandonado el reclamo sino que tras la firma del acuerdo Foradori- Duncan se puso en marcha un mecanismo destinado a consolidar las aspiraciones británicas. “Queríamos reconstruir una cultura malvinera, poner el acento en al formación”.
Wainer explicó que incluso el diseño de la tapa del libro fue obra de una estrategia en esa línea. “Queríamos que se pareciera a nuestro Atlántico sur, al océano, por eso esos azules intensos”.
Lo siguió en la palabra Mario Volpe, ex combatiente de Malvinas, vicedirector del Instituto Malvinas y del CECIM La Plata. Estudioso de la cuestión clave de los recursos marítimos, Volpe puntualizó que Argentina es un país esencialmente marítimo, antártico y bicontinental, sobre todo luego de la ampliación del territorio a las 350 millas de plataforma continental.
Luego presentó un power point en el que detalló en qué consiste lo que definió como un verdadero despojo. Allí mostró la devastación de la fauna ictícola que hacen buques extranjeros, reveló que Montevideo se convirtió en un puerto desde el que se exporta mucho más pescado del que Uruguay captura, “lo que demuestra que de allí sale el producto de lo que otros países, como Gran Bretaña y China, pescan en aguas del Atlántico sur”.
Lo más destacado fue la exposición sobre el nuevo recurso de los nódulos polimetálicos. Se trata de concentraciones asentadas en lechos marinos de metales útiles como manganeso, níquel, cobre, cadmio, que se obtienen por aspiración. “La toman desde barcos que procesan el material y arrojan al agua lo que no sirve”.
Según Volpe, “puede que haya más mineral en esos nódulos que en la tierra, y son minerales estratégicos para Estados Unidos”. O sea, son una joya apetecible de la que no se oye hablar casi nada.
Otro tema estratégico, para el ex combatiente, es el del programa británico Blue Belt, anunciado cuatro días después de la firma de los acuerdos Foradori-Duncan, en setiembre de 2016. Consiste en un área de unos 4 millones de kilómetros cuadrados que se extiende en los mares del hemisferio sur con bases militares el torno a los territorios de ultramar del Reino Unido.
El tercero en usar la palabra fue el juez Ramos Padilla. Su vinculación con Malvinas proviene desde que como abogado defendió a excombatientes en causas por la identificación de cuerpos en las islas o por violaciones a Derechos Humanos de los militares argentinos a los soldados a los que conducían.
“El libro plantea un discurso integral sobre una causa muchas veces malversada”, dijo el magistrado federal de Dolores. Y pasó a explicar lo que quería decir con esa frase. “De esa causa se apropiaron sectores cipayos y la usó una dictadura desgastada”, que intentó saltar hacia adelante de una encrucijada política con una aventura militar.
Pero lo más grave es que también en democracia Malvinas fue una pantalla para ocultar esas atrocidades. “Se decía que un soldado que denunciaba torturas o las paupérrimas condiciones en las que tuvieron que combatir estaba contra la causa Malvinas o era antipatria”, recordó. Para señalar, lapidario, que la dictadura se había sostenido mediante la tortura, la desaparición y el exterminio y con Malvinas intentó cambiar el eje.
“Con Malvinas algunos sectores buscaron impunidad sobre delitos de lesa humanidad en el continente, como (Alfredo) Astiz, (Mario Benjamin) Menéndez y (Pedro Edgardo) Giachino”, señalo Ramos Padilla. Y durante el levantamiento militar de 1987 se trató de héroes de Malvinas a los que estaban dando un golpe de Estado contra la democracia. “Los verdaderos héroes fueron los soldados, no los torturadores”, resumió.
Cerró el acto la ex embajadora en Londres, Alicia Castro, quien planteó la necesidad de elevar la demanda contra el fin del colonialismo y del imperialismo, en el marco del reclamo por la soberanía.
Castro recordó que durante su paso por la embajada, mantuvo fructíferos encuentros con la comunidad y estrechó vínculos parlamentarios para alimentar la propuesta de apoyar el diálogo por la soberanía que el país pretende y que la ONU promueve desde 1965.
“Yo tuve también buena recepción en los sindicatos británicos -dijo Castro, que fue dirigente del gremio aeronáutico- y algo similar ocurrió cuando me reuní con dirigentes de Irlanda del Norte, Escocia y Gales”.
Pero eso fue hasta 2015. Durante el período anterior hubo enormes retrocesos. “Desde la época de (Julio A.) Roca no tuvimos un gobierno que representara a los intereses británicos como el de Macri”.
Tiempo Argentino, 25 de Junio de 2020
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