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José Luis Cuerda: «Lo mío es retorcerle el pescuezo a la realidad»

José Luis Cuerda: «Lo mío es retorcerle el pescuezo a la realidad»

Es un referente del cine español, tras haber dirigido joyas como El bosque animado, La marrana, La lengua de las mariposas y Así en el cielo como en la tierra o producido, por ejemplo, los tres primeros largometrajes de Alejandro Amenábar. Sin embargo, hace unos meses, cuando se cumplieron 25 años del estreno de Amanece, que no es poco se produjo un fenómeno muy particular. Hubo homenajes, presentaciones, debates. Fue entonces que José Luis Cuerda, nacido en Albacete hace 68 años, cayó en la cuenta de que aquel filme incatalogable se había convertido en un objeto de culto. Las publicaciones especializadas dan a esa película como la preferida de los españoles de los últimos 60 años. Y eso que cuando se presentó por primera vez, muy pocos espectadores la fueron a ver al cine y, de ellos, los hubo que no entendieron de qué se trataba: decían que era surrealista. «Lo que yo hago con la realidad es enfrentarme con ella, retorcerle el pescuezo», dice este hombre que acusa 3 profesiones principales, la cinematografía, la literatura y la vitivinicultura. En ese orden sigue, sin habérselo propuesto, la senda de Francis Ford Coppola.

Dueño de un sentido del humor exquisito, pero al mismo tiempo con un talante que a primera vista puede parecer arisco, Cuerda se encuentra con Acción en la Estación de Ferrocarriles de Atocha, en Madrid, donde fue a despedir a un amigo que partía en el tren de alta velocidad. Últimamente, el cineasta publicó un libro que recopila una andanada de tuits propios, Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado. Y tiene pronto a salir de la imprenta uno nuevo, Me noto muy cambiá, que, aclara, tiene un paréntesis en el título que señala: «atribuido a sir Winston Churchill». «Cosas que invento y yo digo, que son atribuidas a él y ya está», explica, como si tal cosa.

–¿Cómo es que se fue interesando en Twitter? No parece tan usual que esa red social se convierta en un medio para publicar esta suerte de greguerías.

–Yo lo uso como un vehículo, como una gatera por la que surto lo que siento en un momento determinado, con la obligación de hacerlo sintéticamente y, por lo tanto, buscando también el lenguaje más eficaz, en pocas palabras y, sobre todo, los calificativos que puedan ser más expresivos. Y me lo paso muy bien.

–¿Y de qué manera descubrió sus posibilidades?

–Alguien me dijo «entra y mira esto», no sé cómo, pero fue hace años.

–Y ya logró un montón de seguidores.

–Hay 80 y tantos mil.

–¿Cómo se lleva con las nuevas tecnologías para la comunicación?

–Pues unas con intensidad, como es el caso de los tuits, otras no me gustan nada. En Facebook no sé escribir, no conozco la mecánica. La técnica en sí no es nada, depende de lo que se le meta adentro, porque Twitter también está lleno de imbecilidades. Yo creo que las técnicas están ahí para usarlas. La televisión o el cine, por ejemplo, depende de qué televisión o de qué cine. Ahora mismo, del cine americano me gustan más las series que las películas.

–¿Cuáles le impactaron?

–Hay montones, Breaking bad, Girls, ni me sé los títulos, El detective de no sé cómo. Series donde ha ido a refugiarse la inteligencia, porque el cine ya no quiere aprovecharse de ella sino que producen espectáculos vistosos e inanes, inocentes al máximo, violentos al máximo, o sea todo al máximo. Yo creo que los grises tienen más matices que el negro y el blanco.

–Se ve que con ese cine no se lleva.

–El paradigma del cine estúpido es ese en el que van los personajes hablando por una calle o un bosque o una carretera y hacen así (chasquea los dedos) y lo que tienen debajo es un robot. Por encima parece que son de carne pero no, son un robot. Y entonces ya ha dejado de interesarme por completo la historia, porque lo que le pueda ocurrir al robot a mí no me interesa en lo más mínimo.

–Hace poco se cumplieron 25 años de Amanece, que no es poco. Fue un acontecimiento, se convirtió en una película de culto. ¿Cómo vivió eso?

–No lo sé, ha conectado con casi 3 generaciones de personas, de la de más abajo y de la juventud. Por razones distintas imagino, porque no tienen intereses comunes. Quizás sea una válvula de escape para muchas cosas. A mí, cuando me hablan de cine surrealista, me pasa que no creo en las posibilidades de hacer cine surrealista. Porque hacer una película requiere pensar mucho lo que uno va a hacer, dónde coloca la cámara, con qué objetivo, a qué distancia del actor. No hay nada de esa inmediatez que, en términos escolásticos, exige el surrealismo. Hay más de una manera de retorcerle el pescuezo o los testículos al realismo. Yo creo que es un cine en el fondo muy reflexivo por mi parte, muy culto.

–Pero eso es lo curioso, que al mismo tiempo haya ligado con lo popular.

–Bastante tengo con hacer ese cine como para pensar por qué lo hago y para qué lo hago (risas).

–¿Y cómo lo siente?

–Tengo que reconocer que escribiendo muchas veces me daba la risa a mí. Llamaba a mi casa y le decía a mi mujer: «Mira lo que se me acaba de ocurrir». Si se reía también, yo decía, «pues somos mayoría, vamos a darlo por bueno».

–Me comentaba por teléfono que ahora mismo tiene varias ideas, pero que todavía no están lo suficientemente plasmadas como ir a un productor y presentarle el proyecto.

–Tengo el corazón dividido entre cine, libros y vino, son las tres cosas a que me dedico: tengo una bodega y hago vino en Galicia.

–¿Qué vino está produciendo?

–Tengo una bodega de Ribeiro blanco a la altura del Leiro, entre Rivadavia y Carballino, en Orense. Este año se nos plantea una vendimia muy complicada. Yo si veo una ciénaga, pues que me meto. Los tres negocios en los que estoy son ciénagas en las que te hundes hasta el cuello.

–Pero lo del vino le llegó de grande.

–Mi primera vendimia fue en 2005. Había plantado en 2002. Era una finca con viñedo, de la que tengo documentación desde el siglo XVI, pero tuve que replantar todo por completo.

–¿Y le va bien con eso?

–Me va bien, sí, y algunas monedas me tira, no tanto como los otros negocios, que fueron muchos, como productor. La marca con que sale a la venta es Sanclodio. Es el monasterio de los monjes cistercienses franceses que se establecieron ahí entre el siglo XII y el XIV. Son los que enseñaron a los ribeiranos a hacer el vino como hay que hacerlo, a rotular las fincas cuando había que vendimiar. Y eso es lo que hago, seguí la tradición y por eso le llamo al vino con el nombre del monasterio del que tengo su viñedo.

–¿El proyecto original era el viñedo?

–Pues no. Yo había pensado hacer una fundación para distintas disciplinas artísticas, como hacer exposiciones de pintura, conferencias, ciclos de cine. Tenía algo en vista, pero no conseguí comprar aquello y lo que conseguí fue otra cosa que estaba cerca, que era la sede de una bodega. Cuando la vi me gustó muchísimo, pero allí ya no había para todas esas funciones y me dije: «¿Qué hago aquí?». Y me respondí: «Pues tendrás que hacer vino, que es lo que se ha hecho aquí toda la vida». Bueno, pues hago vino. Y no me arruiné.

–Tuvo que aprender.

–Tuve que aprender, pero conté con muy buenos maestros. De hecho, tengo un viticultor. Estoy encantado y muy contento del resultado, pero a la vez muy preocupado, porque la distribución del vino, como la de los libros y las películas, es muy complicada.

–¿Cómo ve la situación en España?

–En lo que concierne al cine, que es lo que concentra nuestro interés, es un desastre, porque la legislación actual no es que no ayude o propicie la producción de películas, sino que parece que tiene especial interés en impedirla. Paga las deudas que adquiere con los productores con dos o tres años de retraso, introduce unas medidas fiscales que lo único que pueden hacer es que nadie se anime a invertir en cine, etcétera, etcétera.

–¿Esas medidas le pusieron fin a un ciclo del cine español?

–Es que hubo un cambio de signo político, de intereses. Y la cultura desde luego no es algo que tenga un interés particular para este gobierno, como no sea el de torpedearla, impedirla. Porque nos ha bautizado a todos de «rojos peligrosos» y no le interesamos nada, sino como sujetos a los que abatir. Creo que es un fallo de cálculo espantoso, porque va a tener sus efectos a corto, medio y largo plazo. No va a poder destruir lo que son los elementos culturales, que tendrán alto mérito para quienes los cultiven, pero va a entorpecer de manera significativa o determinante lo que es esta industria. Yo creo que se olvidan, por ejemplo, de que España es más conocida en el extranjero por Pedro Almodóvar que por el último ministro de Asuntos Exteriores. Allá ellos. Esto por hablar de lo nuestro, porque la situación general del país es lamentable: esta será la primera generación en que los hijos van a vivir peor que sus padres. Esto normalmente no ha sabido ser así. Desde la desaparición de los dos bloques, el bloque occidental y capitalista se ha sentido sin enemigo, sin nadie que le pueda hacer sombra, y está aprovechando al máximo. En estos momentos, cuando se habla de nacionalismos, me produce cierta sorpresa porque no hay independencia posible de ningún país: la política ha pasado a manos de los financieros, no está en manos de los políticos. La política económica de los países se dicta desde un par de centros estratégicos en el mundo. Están jugando con nosotros como muñecos que mueven en el tablero como les da la gana y cuando les da la gana, y se está engañando a todos. No son las cosas como ellos las presentan, mienten en las cifras, en el significado de las cifras y el mundo va muy mal. Hace poco un viejo pescador que tiene un restaurante en Málaga, en una playa, El Palo, después de haber comido allí, nos acompañaba al tren y en un momento se quedó parado, dejó de hablar, hizo una pausa y terminó sentenciando: «A mí realmente la historia de España es que no me gusta nada nada». Había pasado mucha hambre, había pasado por muchas circunstancias y veía que se iba para adelante a tramos y se iba para atrás en otros y el balance general era bastante malo.

–Usted hablaba de nacionalismo, ¿qué opina acerca del deseo independentista de Cataluña?

–Lo siento, pero la creencia en el nacionalismo, en el independentismo, me parece una ingenuidad en el mejor de los casos, porque ningún país es independiente en este momento. Ni siquiera Estados Unidos, porque depende de los movimientos que haga China en un momento determinado, depende de los movimientos que haga el Tercer Mundo, la manera en que se siente o se autoconvenza de intervenir en determinadas zonas del mundo, dejando en eso vidas humanas, millones de dólares en armamentos. Hay una interdependencia tan enorme, tan definitiva y tan determinante entre los países, que pensar que un país pequeño puede independizarse, en el mejor de los casos es una ingenuidad. En el peor, pues es una nube de humo que lo que hace es ocultar los verdaderos problemas económicos de zonas en las que en algunos casos se añaden elementos culturales y lingüísticos. Esos son valores a preservar, a defender con uñas y dientes, porque nadie tiene por qué renunciar a lo que le es propio culturalmente y vitalmente. Es que ha habido una represión en este país que fue espantosa, pero de ahí a creer que políticamente se puede actuar sin contar con el vecino, con los que están un poco más allá de los vecinos y mandan mucho… Angela Merkel tiene ahora mismo un poder que no le pertenece por nada que no sea un potencial económico del que hace uso de la fuerza para obligar a otros a adquirir una deuda, para luego cobrársela con unos intereses increíbles. Son deudas inducidas. Pero ustedes los argentinos conocen de eso mucho más que yo.

–¿Cual es su mirada sobre lo que está ocurriendo en América Latina?

–He estado en Argentina dos o tres veces, he estado en Cuba, en México. No me siento en absoluto dotado para hacer un análisis sobre lo que ocurre. Es cierto que muchos en España miran a América Latina con cierta envidia o esperanza, pero no me siento con capacidad para hablar de ellos. Pero veo que, desde luego, como no se ejerza en estos sitios una oposición a los derroteros a que nos lleva la corriente predominante, ya sabemos a dónde vamos: a que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Está desapareciendo una clase media que no va a ningún sitio, está en terreno de nadie, nadie la anima a nada. A mí quien me cae personalmente muy simpático es el ex presidente de Uruguay, José Mujica: es un hombre con mucha gracia y que dice frases que valen ser esculpidas en oro.

–¿Tiene esperanzas de que las cosas vayan a cambiar?

–No veo ningún signo, excepto muy minoritario, que por el momento permita ser optimista con el derrotero que se tiene. No veo señales suficientes como para pensar que el mundo va a corregir sus derroteros, porque hay quienes viven muy bien y son los que tienen el poder. El poder está en manos del dinero al 10%, no es como antes, que había contrapesos porque los gobiernos se habían creído eso del bienestar del ciudadano. Yo no sé hasta qué punto los gobernantes son conscientes de que son nuestros empleados, que nosotros somos la patronal, que los podemos poner en la calle, que están viviendo del dinero que nosotros les damos, que nosotros no estamos aquí para hacer lo que ellos dicen, que ellos están ahí para hacer lo que les digamos. Pero el discurso está invertido totalmente

–¿Se puede saber sobre qué trata su próxima película?

–No conviene saberlo (risas). Tengo varias opciones y uno nunca sabe cuál es la que va a tirar para adelante. Yo estoy ahora trabajando muchísimo para conseguir filmar. Son los trabajos que hay que hacer: escribir, moverte para ver si consigues tener un apoyo suficiente para salir adelante. Y lo estoy haciendo en tres terrenos que son muy movedizos, muy fluidos y muy complicados de dominar, que son el cine, los libros y el vino.

–¿Cuál es el que le da más placer?

–Antes que nada, yo me considero un hombre de cine. He hecho ya bastantes películas y llevo muchos años dedicado fundamentalmente a eso, es lo que más dinero me ha dado y del que me permito vivir, y no voy a ser cínico: vivo bien, preocupadísimo, pero vivo bien.

Tuits exquisitos

En su cuenta personal de Twitter (@cuerda1936), Cuerda tiene más de 83.000 seguidores. Ya escribió dos libros donde juntó su producción cotidiana desde que se anotó en la red social. Y desde la red anunció el lanzamiento de su primera novela, Tiempo después, o su participación en la ciberrevista ctxt.es. Una somera recopilación de algunos de sus envíos explica por qué tantos hurgan en la Web para ver lo que «hoy escribió Cuerda»:
«¿No estamos aguantando por encima de nuestras posibilidades?».
«Si hay que rescatar a la Roja (por la selección de fútbol española), se la rescata y, luego, si gana, la privatizamos».
«“Lo que está en juego es el futuro”. Por eso, no se os puede votar, porque a vosotros lo que se os da bien es llevarnos al pasado a bofetadas».
«¿Antisistema? Lo vergonzoso sería ser de este sistema genocida y hasta suicida».
«El primer desnudo femenino que vi en mi vida fue el de mi abuela Filomena, y me pareció una desorganización».
«A los millonarios ni se les pasa por la cabeza que van a morir».
«Y no son pocos los que ufanamente están de vuelta sin haber ido a ningún sitio».
«Se extiende la opinión de que Rajoy no es nadie».
«Niego tajantemente la necesidad de los arzobispos».
«De todas las ovejas la única imprescindible es la negra».

 

Revista Acción
Mayo 15 de 2015

Fotos de Andrea Randi (compañera de la vida)

Rodrigo Rojas, de la ONG Pax: «Las mineras apoyaron y financiaron a grupos paramilitares en Colombia»

Rodrigo Rojas, de la ONG Pax: «Las mineras apoyaron y financiaron a grupos paramilitares en Colombia»

El colombiano Rodrigo Rojas Orozco es administrador de Empresas y tiene un posgrado en Geopolítica. Pero en un país como Colombia, para alguien que no quiere quedarse al margen de lo que sucede y busca la forma de contribuir a la solución, una opción razonable es especializarse en Negociación de Conflictos. Es lo que viene haciendo Rojas Orozco desde la organización Pax, y en un tema poco caminado en los noticieros: la violencia paramilitar asociada a las grandes explotaciones mineras en un área muy sensible de la frontera con Venezuela.
«Hace 25 años que estamos en Colombia –dice el asesor para Asuntos Humanitarios y de Paz de la ONG holandesa, de visita en Tiempo– y ocho en que tratamos específicamente la cuestión minera, tanto desde el aspecto de la seguridad humana como de los Derechos Humanos.»

–¿Qué los llevó a interesarse en esa cuestión?

–Hace más o menos unos 12 años el gobierno de Álvaro Uribe tomó la decisión de reprimarizar la economía colombiana y nos volvimos dependientes de nuestras exportaciones de carbón y petróleo y de níquel en la costa, más las expectativas de grandes explotaciones de oro en la Cordillera de los Andes. Abrieron las puertas a las grandes mineras internacionales, algunas de ellas con una reputación bastante discutible, y hoy el 54% de las exportaciones de Colombia es petróleo y carbón y el café pasó a un segundo nivel.

–Ustedes elaboraron un informe sobre el apoyo de las multinacionales mineras a los grupos paramilitares en el que entrevistaron a víctimas e incluso a mercenarios. ¿A qué conclusiones llegaron?

–Las primeras explotaciones fueron en la zona del Caribe, al norte del país, y se van expandiendo a Catatumbo. Todo es cerca de la frontera con Venezuela. Esto ha generado una serie de problemas sociales y la conformación de grupos paramilitares. Tenemos denuncias y pruebas de que algunas de estas empresas, la Glencore, Prodeco y la Drummond, financiaron y apoyaron a un grupo paramilitar, el Frente Juan Andrés Álvarez, que generó más de 2600 muertos, miles de desaparecidos y casi 59 mil desplazados, campesinos que tuvieron que salir de la región corridos por la violencia.

–El año pasado hubo marchas y huelgas de campesinos de Catatumbo, ¿Tienen que ver con eso?

–No, esos eran campesinos cocaleros, pero algunos están pensando que también ellos se salgan de esa zona para apoderarse de la explotación. Venezuela tiene de ese lado mejores vías de comunicación y podría facilitar la salida al lago Maracaibo de la producción, lo que reduciría los costos del trasporte.

–Caracas denuncia acciones paramilitares en la frontera.

–La producción de carbón permitió una gran concentración de paramilitares y los venezolanos denuncian que hay infiltración y que alguna fue con fines de atentar contra la vida del presidente Nicolás Maduro.

–¿Los grupos fueron financiados por las empresas?

–Fueron apoyados por las empresas pero luego tomaron su propia dinámica y lograron una enorme influencia en la política local. Hay acciones de control social pero también de expoliaciones, fundamentalmente de la tierra.

–¿Quiénes las conforman?

–Hay mercenarios de EE UU que han participado. Hay una persona muy especial, James Adkins, que fue jefe de la base de la CIA de los Contras en Honduras y después responsable del departamento de seguridad de la Drummond y en la embajada de EE UU
y terminó como asesor militar en Irak. De estas personas hay varias, veteranos de la guerra de Irak contratados como asesores y técnicos, pero también colombianos.

–¿Qué pruebas tienen que los relacionen con las empresas?

–Hay denuncias y declaraciones orales y por escrito bajo juramento de campesinos, líderes paramilitares y antiguos contratistas de las empresas mineras. Según las denuncias, los paramilitares iban a la empresa, comían allí y recibían financiación a través de los contratistas. El problema es que hubo abogados no relacionados con nosotros que hicieron demandas en juzgados estadounidenses para pedir reparación a las víctimas. Perdieron en primera y segunda instancia en tribunales en Atlanta. Los jueces dicen que no hubo relación directa entre las casas matrices con los paramilitares. Pero sí la hubo de parte de los administradores locales. Es un mecanismo utilizado por otras empresas.

Una de ellas es la bananera Chiquita Brands, que viene ganando en otros tribunales estadounidenses donde fue demandada por apoyar a paramilitares en Colombia.

–Lo más grave es que están utilizando contrademandas contra los abogados que los están demandando. Están unificando una misma estrategia para acallarnos y que no podamos seguir demandando para implicarnos en causas por conspiración bajo los términos de la Ley Rico (Una ley federal del año 1970 para combatir la extorsión por parte de organizaciones criminales. RICO es la sigla en inglés para «ley contra las organizaciones corruptas y de influencia mafiosa»). Allá es una figura muy grave. Queda latente la amenaza de demandarnos si insistimos en la denuncia. El hecho es que si no lo denunciamos la situación sigue o empeora, no nos podemos callar.

–¿Las multinacionales financian a autoridades políticas?

–Hay un maridaje de las elites locales con las empresas, algunos de los directivos son sobrinos, primos, tíos, hermanos de los políticos locales que manejan los gobiernos departamentales.

–¿Hacen algún tipo de acciones para mostrar otro rostro ante la sociedad?

–Ahorita han tenido que contratar periodistas y relaciones públicas porque el mayor éxito de ellos era invisibilizar la situación. Para que no se supiera nada de lo que pasaba. Lo que hemos hecho fue visibilizar su lado oscuro.

–¿Este tema no forma parte del dialogo de paz en La Habana?

–No. A Cuba llevaron a algunas de las víctimas del conflicto, pero no a las de las multinacionales. Nosotros creemos que estas multinacionales son responsables, les tienen que decir a las víctimas la verdad, los tienen que reparar y les tienen que dar una garantía de no repetición. La exigencia de nosotros es que por lo menos se reúnan con las víctimas. No se puede hablar de acuerdos de paz si hay situaciones como es el caso del departamento del Cesar, con una población de un millón de habitantes donde hay 403 mil víctimas registradas, el 40%. Nosotros creemos que el tema de las victimas tendría que tener más peso en esas conversaciones. Y que hay una responsabilidad social, política, judicial y también de los empresarios en la financiación del conflicto que no se ha tocado mucho. Me llamó la atención que en Argentina se empezó a investigar a los empresarios que se enriquecieron con la dictadura. En el caso de Colombia la guerra fue una forma de acumulación primaria y secundaria y lo sigue siendo. Se habla de cárcel para guerrilleros, para los militares, pero no ha habido un juzgamiento a los empresarios. El Alto Comisionado para la Paz del gobierno de Santos, Sergio Jaramillo, habla de 13 mil empresarios que se beneficiaron de la guerra. Es un tema latente que va a tener que salir.

–¿Tienen miedo por represalias en relación con el trabajo que están haciendo?

–La sociedad civil quedó muy destruida, fue muy golpeada por asesinatos, desapariciones, hubo muchos delitos sexuales. Y aún queda terror en la población, personas que requieren asistencia social, hay familias muy traumatizadas y les estamos dando asistencia jurídica para su reclamación. Pero el temor es a la criminalización de la protesta social,  a que empiecen a juzgar y condenar a los dirigentes sociales y a los que de alguna manera protesten contra esas formas de minería. A eso le tengo más temores que a la muerte.
 

 

Tiempo Argentino
Mayo 17 de 2015

Snowden y los carpetazos de Petrobrás

Snowden y los carpetazos de Petrobrás

Tal vez la culpa de todo la tenga Edward Snowden, el analista de Inteligencia que denunció el espionaje global realizado por la NSA, el organismo de Inteligencia electrónica estadounidense. Porque entre los documentos que reveló el joven de 31 años –que debió exiliarse en Rusia para preservar su salud– figuran los que demuestran que entre los objetivos de la NSA estaba la petrolera de bandera brasileña Petrobras y el correo personal de la presidenta Dilma Rousseff.

El escándalo estalló en setiembre de 2013, semanas antes de la programada gira de Dilma a Washington en la que sería la visita más importante que recibiría ese año el presidente Barack Obama. La respuesta del gobierno brasileño fue contundente y representó un desaire inusual para la Casa Blanca: Dilma suspendió el encuentro que se llevaría a cabo en octubre de ese año y pidió explicaciones sobre el incidente. Obama tragó saliva y esbozó tímidas disculpas diplomáticas. Faltaba menos de un año para el Mundial de Fútbol y todavía Brasil refulgía en el firmamento de las potencias como una joya inmaculada, y tras dos exitosas gestiones, Lula da Silva había podido colocar a su sucesora en representación del PT, el partido que había fundado en los ’80. En agosto, Snowden había pedido asilo en Rusia ya que en su nación le espera una biblioteca de cargos judiciales, el más grave de los cuales es por traición a la patria, lo que implicaría la pena de muerte.

Poco tiempo después, «casualmente», se extendieron por todo el país una cadena de manifestaciones contra los gastos en la Copa del Mundo que sorprendieron a propios y ajenos. Faltaban pocos meses para que comenzara a rodar la bola en los estadios construidos a todo vapor y fue un momento difícil de manejar para el oficialismo. Tras el fracaso de la verde-amarelha se iniciaba una dura campaña electoral para renovar mandato. El PT logró ganar en segunda vuelta, aunque con un margen mucho más estrecho que en otras ocasiones. También resultó reducida la cosecha de legisladores, un dato que no sorprendió porque siempre para gobernar el PT necesitó de aliados como el PMDB, el partido heredero de la formación centroderechista tolerada por la dictadura militar. Pero ya las nubes del vendaval de denuncias por corrupción en Petrobras habían mostrado toda su virulencia.

Cómo fue que la petrolera –que había crecido hasta ser la cuarta empresa del mundo en su rubro y la décima entre las multinacionales en 2013, tras el descubrimiento de los inmensos yacimientos submarinos del Pre Sal– cayó al puesto 416 que hoy ostenta puede ser la crónica de un «carpetazo” monumental o el reflejo de una puja sin cuartel por los recursos fundamentales del país.

Es que tras una dura pelea en el congreso el gobierno había logrado –hace justo dos años– destinar el 75% de las regalías petroleras a planes de educación y el 25 restante a salud en todo el país. Un logro que dejaba fondos fijos para sustentar un proyecto político de envergadura destinado a cambiar para siempre el rostro del Brasil sumergido. En el último balance, la firma computó pérdidas por 8800 millones de dólares en 2014, y poco más de 2000 mil millones bajo el rótulo de quebrantos debidos a la corrupción durante ocho años.

El avance de las investigaciones judiciales, azuzadas por oportunas publicaciones en los medios más influyentes del establishment, tiene a Dilma en jaque desde que asumió su segundo mandato. Se trata de un caso que, como lo presentan los periódicos, apesta por donde se lo mire porque involucra a dirigentes políticos de todos los sectores e incluso salpica al ex presidente Lula da Silva y a la propia Dilma Rousseff. Pero apesta también porque las pruebas reales y concretas para condenar a los imputados no abundan. Gran parte de la acusación se basa en los dichos incriminatorios de un cambista, Alberto Youssef, implicado en el caso que con tal de morigerar su condena por blanqueo de dinero «prendió el ventilador» contra un puñado de ex socios, grandes empresarios y funcionarios de la empresa y del gobierno. De allí la indignación de Lula este martes. «Es inaceptable que una gran democracia como la de Brasil, con 200 millones de habitantes y una de las mayores economías del mundo, se haya transformado en rehén de un criminal notorio y reincidente», publicó el metalúrgico en su página de Facebook.
Como para no protestar, por menos que eso ya había sido condenado en 2012 José Dirceu, quien fuera su jefe de Gabinete y arquitecto de las alianzas que lo llevaron al poder. El fallo del Supremo Tribunal Federal lo sentenció a algo más de siete años de prisión inculpado de haber organizado un esquema para financiar el apoyo de partidos amigos y no tanto para la aprobación de las leyes que necesitó el PT. Lo sustancioso es que fue sentenciado a pesar de que, como reconocieron los jueces máximos, no había evidencias documentadas del ilícito, sólo declaraciones y sospechas que, para los magistrados de la mayoría que firmó el fallo, sonaron creíbles.

Ahora, al menos, hay un balance de Petrobras que le pone cifras al desfalco y además Pedro Barusco, ex gerente de Sete Brasil, una empresa ligada a Petrobras, devolvió unos 57 millones de dólares que, dijo, eran desvíos de fondos, depositados en Suiza. Una bolsa demasiado importante como para que ingresara a las arcas públicas por simple generosidad o una maniobra política.

La situación con Petrobras (el petrolão) tiene similitudes con el llamado «mensalão», el que llevó a la celda a Dirceu. La denuncia es por haber financiado en forma irregular a partidos o dirigentes para aceitar la aprobación de leyes que el gobierno necesitaba para avanzar en su proyecto político. Una trampa, en todo caso, en la que se habría embretado el oficialismo en su afán de cambiar las cosas en el marco de normativas pergeñadas por la derecha para que precisamente nada pueda cambiar.

Ahora en el Congreso aparecieron voces teñidas de virtud que despotrican por el escándalo Petrobras. Pero las denuncias implican a las caras visibles del PT como del PMDB y hasta de partidos menores. Que la gestión de Dilma iba a estar teñida con este perfil se avizoraba desde que remplazó a Lula. En sus primeros dos años en el Planalto, Rousseff desplazó a siete ministros denunciados por distintos casos de irregularidades. La mayoría no eran del PT. Pero no alcanzó con ese gesto firme, o quizás fue visto como señal de debilidad. Lo interesante es que como forma de paliar este momento aciago, la presidenta intentó cambiar la Ley Electoral, cosa de transparentar la voluntad popular. Y para salir del atolladero económico, envió a las cámaras leyes de ajuste y la propuesta para un nuevo juez en la corte. Ninguna de ellas le fue aprobada aún. Curiosa parálisis en momentos en que a nadie se le ocurriría apurar medidas con el recurso de un sobre.

En Chile, el gobierno de Michelle Bachelet también enfrenta una arremetida por denuncias de corrupción y tuvo que cambiar su Gabinete para recuperar aire político. El personaje más notorio es su hijo y la esposa del vástago, imputados por tráfico de influencia en créditos para la compra-venta de terrenos. Pero los escándalos trasandinos envuelven a dirigentes de todos los partidos, oficialistas y opositores, con empresas que financiaron las carreras políticas de varios.

El caso que afecta a la presidencia repercutió en un juzgado donde una empresa querelló a su nuera por estafa. Las ganancias logradas con información privilegiada sobre modificaciones en la urbanización de la zona fueron fenomenales… Ayer la firma compradora de los terrenos en cuestión recibió la devolución del dinero invertido de manos Natalia Compagnon –la esposa de Sebastián Dávalos, el hijo de Bachelet– y asunto arreglado. Claro que el escándalo dejó mal parada a la mandataria, que había logrado reformar leyes fundamentales para el avance de la democracia en Chile. Entre ellas la ley electoral, la tributaria y la de educación venidas del pinochetismo.
El costo de ir por más democracia es alto y los carpetazos están a la orden del día, como bien mostró Snowden. Por eso es necesario caminar con pies de plomo.
 

Tiempo Argentino
Mayo 15 de 2015

Ilustró Sócrates

Nueva era en las Américas

Si algo dejó la VI Cumbre de las Américas de Panamá fue la comprobación de que Estados Unidos ya no puede imponer su voluntad sobre el resto de los países del continente como solía hacerlo hasta hace 10 años. Lo supo Barack Obama, quien en su último encuentro como mandatario estadounidense debió aceptar no solo que Cuba existe, sino que debía hacerse cargo del reclamo de los gobiernos latinoamericanos para una nueva relación con los vecinos a los que despectivamente su secretario de Estado, John Kerry, todavía llama «patio trasero».

Como una parábola perfecta para el inquilino de la Casa Blanca, en su primera participación en este encuentro de presidentes, en 2009, recibió de Hugo Chávez un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, libro clave de Eduardo Galeano para entender el despojo que durante siglos padecieron los pueblos al sur del Río Bravo. En Panamá, varios de sus colegas le recordaron en diferentes tonos y sin mencionarlo explícitamente que América Latina había cambiado. Como para que la muerte de Galeano, unos días más tarde, sonara a cierre de una etapa que ya parece irreversible para la región.

Esta serie de rondas de jefes de Estado americanos, que comenzó en Miami en 1994 para poner en marcha el proyecto neoliberal expresado en el Consenso de Washington, viró 180 grados en Mar del Plata en 2005. Allí, al enterrar el Área de Comercio de las Américas (ALCA), frente al propio George W. Bush, la integración latinoamericana comenzó a andar.

Hay varios acontecimientos que no se pueden entender sin ese paso inicial. En principio, sería justo preguntarse hasta qué punto la crisis que se desató primero en Estados Unidos y que luego se extendió a Europa no tuvo su origen en la clausura de ese proyecto pensado para beneficio de la economía estadounidense en detrimento de los pueblos latinoamericanos.

Es más evidente, en cambio, que la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) hace 8 años, y luego la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es la consecuencia más directa e irrefutable de este avance. En ambos casos, las organizaciones cumplieron un rol destacado en defensa de la democracia y del estrechamiento de lazos entre los pueblos sin la participación de los países sajones, Estados Unidos y Canadá. Un hecho del que tomaron en cuenta los estrategas de Washington para decidir que Obama diera un paso que los 10 presidentes que lo antecedieron no se atrevieron a dar: sentarse a conversar con el gobierno de la Revolución Cubana para intentar restablecer relaciones diplomáticas.

Esta nueva era convirtió la OEA, el organismo del que había sido expulsada Cuba en 1962, en una cáscara vacía. Lo mismo que las cumbres presidenciales. ¿Qué sentido tiene un encuentro de jefes de Estado de países que poco y nada tienen en común, salvo que comparten la región con la principal potencia económica y militar del planeta?

El sentido se lo dieron en Panamá los líderes regionales que le pusieron al presidente estadounidense  «los puntos sobre las íes», como se dice popularmente. Fueron categóricos especialmente Rafael Correa, Daniel Ortega y  Evo Morales. Obama se ausentó en dos ocasiones, una cuando Nicolás Maduro le reclamaba por haber calificado a Venezuela como una «amenaza a la seguridad de Estados Unidos». La otra cuando habló Cristina Fernández, que hizo una encendida defensa de la dignidad cubana para soportar el embate norteamericano durante más de 60 años pero que también habló de Malvinas, otra causa latinoamericana contra un aliado de Washington.
A los pocos días, Obama envió al Congreso la recomendación de retirar a Cuba de la lista de naciones patrocinadoras del terrorismo. Y prometió hacer lo necesario para levantar el embargo. No las tiene fácil el presidente de los

Estados Unidos con un Legislativo opositor en el último tramo de su gestión. Sobre todo porque la voz cantante entre los republicanos la tienen representantes extremos del Tea Party, como Marco Rubio y Ted Cruz –precandidatos a suceder a Obama en 2017– e Ileana Ros Lehtinen, de origen cubano.

Se entiende entonces el pedido de Raúl Castro de creer en las buenas intenciones de Obama.

Revista Acción
Mayo 1 de 2015