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Era esperable que la nueva Asamblea Nacional de Venezuela, ahora con mayoría absoluta de la oposición, diera una fuerte señal en su primera sesión de que se instalaba para cambiar el panorama político venezolano. Lo que no se imaginaba ni el peor de los malpensados es que el flamante presidente de la ANV, Henry Ramos Allup, entraría como elefante en un bazar a castigar a los símbolos más preciados de la Quinta República, fundada por Hugo Chávez con la reforma constitucional que puso en marcha tras asumir su primer mandato, en 1999. Porque la escena, difundida a través de las redes sociales, de Ramos Allup ordenando retirar la gigantografía del desaparecido líder popular y del propio Simón Bolívar del recinto resultó francamente irritativa para muchos seguidores del ex presidente y de lo que representó para la sociedad de su país.

El hombre, que a los 72 años se convirtió en el protagonista del momento, tiene una larga experiencia política y militó desde joven en las filas de Acción Democrática, uno de los dos partidos que se repartían el poder con el COPEI tras la firma del Pacto del Punto Fijo, a la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez, en 1958. La AD se presentaba en su origen como una agrupación de centro izquierda social demócrata, aunque con el tiempo se fue corriendo cada vez más al centro y a las leyes del neoliberalismo.

De hecho, a la AD perteneció Carlos Andrés Pérez, el mandatario que a pesar de integrar la Internacional Socialista llevó al país hacia el neoliberalismo y en 1989 reprimió una masiva protesta social al costo de más de 300 muertos y unos 2000 desaparecidos en lo que se conoció como el Caracazo. Contra este sistema de represión pero también de opresión social y económica se movilizó el joven militar Hugo Chávez, que en 1992 intentaría, infructuosamente, derrocar al propio Pérez con un grupo de oficiales y suboficiales leales a su orientación política. El resto es historia conocida.

Ramos Allup tuvo algunos puntos en común en aquellos años con la posición de Chávez, ya que entonces se oponía a los ajustes económicos que planteaba Pérez. Pero así y todo, para la revolución bolivariana, no dejó de ser nunca -ni se lo propuso- sino un fiel representante de la llamada IV República, con todos los males que Chávez buscó eliminar en su refundación nacional de 1999.

Desde entonces, el actual jefe de la ANV y el chavismo se enfrentaron cada vez con mayor ímpetu. Ramos Allup integra la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la alianza en la que se junta toda la oposición chavista, un conglomerado de 14 partidos de diversa extracción con el único objetivo de enfrentar y si puede destruir al movimiento popular bolivariano.

Según cables de Wikileaks, en la embajada de Estados Unidos lo habían llegado a catalogar así: «En vez de cortejar a los votantes venezolanos, la principal estrategia de Ramos ha sido intentar conseguir ayuda de la comunidad internacional» mediante numerosos pedidos de financiamiento del partido AD a distintos organismos de Estados Unidos.

El hombre, según dicen quienes le conocen las mañas, no deja resquicios para competidores internos y se mantiene en la secretaría de su partido desde 2001. En 2002 no tuvo un rol protagónico en el golpe, pero tampoco salió en defensa de la democracia chavista. Y en 2005 forzó a que los partidos de la oposición se negaran a ir a comicios porque consideraba que era la forma de dejar solo al gobierno. Fue una gruesa equivocación de la que luego se arrepentiría: «Nos equivocamos por seguir la corriente de opinión abstencionista. Hemos debido, como actores políticos, advertir del error. Fue un error y punto.»

En 2014, tras las guarimbas que causaron más de 40 muertes y por las que Leopoldo López permanece detenido, Ramos Allup lideró nuevamente a la oposición y fue la voz cantante en los diálogos que el gobierno de Maduro desarrolló en el Palacio de Miraflores a instancias de la Iglesia. Fue entonces que dijo haber estado «15 años esperando este momento».

La oposición venezolana, que ahora comanda el poder legislativo de un modo decisivo, ya adelantó que buscará en el término de seis meses expulsar a Nicolás Maduro del poder. Eso sí, aclaran, apelando a los recursos legales que tiene la constitución bolivariana. Ramos Allup asegura no estar preocupado por ser él quien termine ocupando el puesto de Maduro, porque se sabe, el candidato fue en las últimas intentonas democráticas, Henrique Capriles. Pero tampoco descarta ser un buen catalizador de las fuerzas más moderadas de Capriles con las más excesivas que representa el detenido López, quien quiere echar al chavismo de cualquier modo y lo antes posible.

El presidente, que tiene mandato hasta 2019, podría tener que enfrentar una consulta popular a mitad de mandato, tal como prevé la constitución. «Ellos quieren sacarme de la Presidencia, es una meta que se han trazado. En el caso de un referéndum revocatorio, que el pueblo decida. Yo en mi corazón tengo fe en el pueblo. Pero si vienen por otras vías, también será el pueblo el que decida», le dijo a la televisión oficial. El mandatario también se preguntó: «¿Quién puede gobernar este país en paz, a este pueblo rebelde, insurrecto? ¿Quién puede? ¿Ellos o nosotros?»

Para algunos la frase sonó a amenaza, para analistas con algo más de neutralidad, si bien puede haber algo de desafío en las palabras de Maduro, también hay mucho de verdad. En estos 17 años las conquistas de los venezolanos fueron muchas a nivel material pero fueron muchas más en lo simbólico. Y la muestra de su rebeldía podría incluso estar marcada por el hecho de que expresaron su descontento con la falta de respuestas ante la crisis económica votando mayoritariamente a un conjunto de partidos que más temprano que tarde mostrarán sus diferencias públicamente. De hecho, Ramos Allup fue elegido presidente de la ANV por 62 votos y su principal competidor fue Julio Borges, del partido Primero Justicia, con 49, siendo la suma de los diputados de la MUD en ese momento de 109.

El hombre fuerte de la Asamblea tiene dotes de orador a la vieja usanza de la AD y un perfil decidido y autocrático que parece encaminado a exagerar para agrupar a la oposición legislativa en torno de su liderazgo. Además de proponer un plan de acción para derrocar a Maduro, dijo que van a aprobar una ley de Amnistía para liberar a los presos por las violentas manifestaciones de 2014.

Habrá que ver cómo cae ese gesto despectivo con el que hizo retirar la imagen de Chávez del edificio del congreso. Se lo ve moviendo las manos como quien espanta moscas indicando al personal de maestranza que se lleven la gigantografía a Miraflores o a cualquier otro sitio pero lejos de la Asamblea. Lo mismo exigió con la imagen que el chavismo recuperó de Bolívar luego de estudios sobre su cadáver. Para el líder opositor, la que corresponde sería la tradicional del Libertador que se conoce de los libros de texto.

Habrá que ver qué dicen los chavistas que le dieron la espalda al oficialismo pero que difícilmente castigarían con esa inquina a su líder fallecido. Habría que ver incluso como responden sectores medios que sin ser chavistas apoyaron su gestión y acompañaron sus restos en las monumentales exequias de marzo de 2013.

Habrá que ver, finalmente, si los tiempos dan para esta revancha de Ramos Allup o es otro error de apreciación de un acérrimo enemigo enceguecido por el odio al líder popular. De un «escuálido» -como Chávez llamaba a lo que en Argentina se conoce como «gorilas»- cegado por la ola de restauración conservadora que se extiende en la región desde la última mitad del año pasado.

Tiempo Argentino
Enero 8 de 2016

Ilustró Sócrates