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El legado de Néstor y la Unasur

El legado de Néstor y la Unasur

Hace 12 años, el entonces secretario general de la Unasur, Néstor Kirchner, viajó a Bogotá y Caracas con el objetivo de evitar una confrontación militar entre Colombia y Venezuela. El 7 de agosto de 2010 asumiría el cargo de presidente Juan Manuel Santos pero el impulsor de su candidatura, el líder de la derecha más acérrima de su país, Álvaro Uribe, pretendía dejarle un regalo envenenado a su sucesor antes de poner fin a sus dos mandatos consecutivos.  Y no tuvo mejor idea que, días antes del recambio, provocar tensiones con su vecino, el presidente bolivariano Hugo Chávez.

La excusa fue que el gobierno chavista había tolerado la instalación de campamentos de las FARC en territorio venezolano. Chávez desmintió la denuncia presentada en la OEA pero sabedor de que la estrategia uribista -un aliado sin fisuras de cuanta postura belicista viene de Washington- consistía en atacar el modelo instaurado por el presidente venezolano, ordenó movilizar 20 mil tropas hacia la frontera común, de unos 2200 kilómetros.

Kirchner, un decidido impulsor de Unión de Naciones Suramericanas, aquel organismo regional desarticulado por los gobiernos conservadores regionales que llegaron al poder desde 2015, luchó a brazo partido para que Santos y Chávez no entraran en el juego de Uribe.

Fueron días de febriles negociaciones de las que también participaron los todavía presidentes Lula da Silva y Rafael Correa, que era a la sazón titular pro-témpore de la Unasur. Hubo múltiples llamados telefónicos y reuniones, dicen por ahí que incluso aprietes del exmandatario argentino. El caso es que Kirchner logró que firmaran el Acuerdo de Santa Marta para iniciar una era de amistosas relaciones entre jefes de estado de dos pueblos históricamente hermanados y sin la menor intención de enfrentarse. Desde ese día y hasta su muerte, Chávez nombraba a Santos como su “nuevo mejor amigo”.

Unas semanas después de este triunfo diplomático, el 30 de septiembre, Kirchner se pondría al hombro la defensa del gobierno constitucional de Correa, acosado por un golpe iniciado con un levantamiento policial. El 27 de octubre, Kirchner moriría en El Calafate de un paro cardiorrespiratorio. Venía mal del corazón y quién sabe si esta escalada de amenazas a la paz y la democracia en esta parte del mundo no fueron determinantes para acelerar ese cuadro.

Santos, mientras tanto, se recostó en Chávez y el gobierno cubano para apurar una mesa de diálogo con la guerrilla colombiana y así poner fin a casi medio siglo de violencia y militarización en su país. El uribismo pudo en setiembre de 2016 torcer la voluntad pacifista por un ajustado margen en un referéndum para la aprobación de los acuerdos de La Habana, trabajosamente construidos desde 2012.

No solo eso, su acólito más “confiable” para ese proyecto conservador, Iván Duque, llegó al Palacio de Nariño hace cuatro años y desde allí vino bloqueando la puesta en marcha de ese acuerdo. Poco le faltó para desatar una invasión a Venezuela el 23 de febrero de 2019, azuzado por Elliott Abrams, experto en golpes antidemocráticos de la Casa Blanca, y los gobiernos derechistas de la hora, enemigos declarados del chavismo.

Este domingo, un hombre surgido desde las filas de otro grupo guerrillero que se plegó a la paz décadas antes, el M-19, se calzará la banda presidencial en Colombia. Con el compromiso, entre otros, de concretar lo que aún falta de los acuerdos con las FARC, abrir el diálogo con la otra fuerza rebelde, el ELN, y llevar definitivamente la paz a esa atribulada nación. Una aspiración que comenzó, en gran medida, con Néstor Kirchner hace 12 años.

Tiempo Argentino, 7 de Agosto de 2022

Lenín Moreno anunció que deja Unasur y retira la estatua de Kirchner del edificio

Lenín Moreno anunció que deja Unasur y retira la estatua de Kirchner del edificio

Lenín Moreno le puso punto final a la participación de Ecuador en Unasur, la organización regional surgida a instancias de Hugo Chávez y Lula da Silva hace más de diez años, en un nuevo episodio del derrotero que lo puso en las antípodas de quién lo eligió para ser su sucesor, Rafael Correa.

Moreno se planteó desde el primer día de gestión desandar todo el camino que trabajosamente había iniciado el grupo de mandatarios progresistas de la región de principios de siglo y se sumó a la ola derechista que impera por estas horas en esta parte del mundo. En esta nueva vuelta de timón, ahora también reclama la devolución del soberbio edificio ubicado a 14 kilómetros de Quito, por donde pasa la coordenada ecuatoriana de la Tierra, y en un tono de inesperado enojo, anunció el retiro de la estatua de Néstor Kirchner, el primer secretario general de la entidad, muerto en funciones el 27 de octubre de 2010.

Para el mandatario ecuatoriano, el ex presidente argentino «no representa los valores y la ética de nuestros pueblos. Sudamérica tiene una pléyade de héroes y próceres que sí nos representan».Curiosa conversión de Moreno, vicepresidente de Correa entre 2007 y 2013, los años en que se constituyó la organización, se construyó el edificio y se erigió la estatua a Kirchner, obra del escultor Miguel Gerónimo Villalba, de 2,8 metros de altura y 600 kilos de peso.

La intención declarada por Moreno es constituir una nueva trama de integración como la que propone el chileno Sebastián Piñera. «Unasur entró en un final sin retorno desde hace un año. La mitad de los estados miembros ni participan, ni contribuyen. La secretaría general no tiene titular por más de dos años y el personal ha ido disminuyendo sensiblemente», relató.

También, en su red Twitter, el mandatario ecuatoriano dijo que el edificio, concebido por el arquitecto Diego Guayasamín -sobrino de Oswaldo, el gran artista plástico fallecido en 1999- y que costó casi 40 millones de dólares, será destinado a la Universidad Indígena de ese país.

De «oda al despilfarro», calificó a la soberbia edificación de 20.000 metros cuadrados en su mensaje a la nación. Para Moreno, «Unasur se transformó en una plataforma política que destruyó el sueño de integración que nos vendieron». Lo que según él, justifica iniciar los procedimientos internos para ponerle lo que sería el último clavo en el ataúd del organismo.Unasur nació como una institución que sirviera a la integración de los países y cumplió su objetivo de defender la democracia y los derechos humanos en cada país y la no injerencia externa.

Fue clave desde el inicio la aceptación de gobiernos de todos los sectores, sin exclusión. Desde Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos en Colombia hasta el propio Chávez o Lula, por entonces presidente brasileño. Esto contrasta con la iniciativa de Piñera, llamada Prosur. El empresario y presidente chileno publicó en su cuenta de Twitter el 18 de febrero pasado que la propuesta es «crear un nuevo referente en Sudamérica (…) libre de ideologías, abierto a todos».

Sin embargo, desde el vamos excluye a la Venezuela de Nicolás Maduro y reconoce al diputado Juan Guaidó como presidente interino del país caribeño. La nueva entidad que avanza de la mano de Piñera, organismo «sin ideologismos ni burocracia», asegura, tendrá como requisito «la vigencia plena de la democracia y del estado de derecho y respeto pleno a las libertades y derechos humanos». Por eso, agregó, «está excluido solamente Venezuela, porque Venezuela no cumple».La Unasur, ciertamente, quedó en terapia intensiva desde que se fue extendiendo este rumbo de derecha en los países sudamericanos. Fue así que Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú fueron al unísono suspendiendo su participación con el argumento, ya clásico, de que era un foro «ideologizado».

Desde que terminó el secretariado del ex presidente colombiano Ernesto Samper, en enero de 2017, nadie prestó acuerdo para un reemplazo. Luego resultó más fácil decir que había fracasado como institución.Un recuento breve diría en cambio que Unasur fue clave para frenar el intento golpista en Bolivia en 2008, y ya con Kirchner en la secretaría, el conato policial contra Rafael Correa en setiembre de 2010 y castigar a Paraguay tras el golpe contra Fernando Lugo en 2012. Incluso antes de eso había fijado una firme posición a favor de la democracia cuando el derrocamiento de Manuel Zelaya en El Salvador en 2009.

Kirchner fue también factor fundamental en el acercamiento entre Chávez y Santos cuando Uribe, en agosto de 2010, había extremado impulsos belicosos contra Venezuela antes de entregar el poder. Luego también fue importante su rol para facilitar la mesa de negociación entre el gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC, que ahora padece el embate del sucesor de Santos, Iván Duque, un acólito de Uribe que hace lo posible para borrar con el codo los documentos firmados en La Habana con la anuencia de las Naciones Unidas y con Cuba, Noruega, Chile, Venezuela como garantes de los acuerdos.Este es posiblemente el hecho dominante desde el origen de la institución regional. A la muerte de Kirchner, lo sucedió la ex canciller colombiana María Emma Mejía Vélez. Luego fue el turno del ex ministro de Energía Eléctrica de Venezuela Alí Rodríguez Araque. El último Secretario General es hermano del humorista Daniel Samper, habitual colaborador de Les Luthiers -escribió una biografía del grupo argentino y varios libros con uno de sus integrantes, Jorge Maronna-, y no puede ser considerado «socialista del siglo XXI» como catalogó Moreno a los gobernantes que fundaron Unasur.

Piñera espera reunir el viernes 22 de marzo a sus pares sudamericanos para dar el puntapié inicial de Prosur. El expresidente chileno Ricardo Lagos -difícil decir que es prochavista- es un fuerte crítico de esta idea del conservador inquilino del Palacio de La Moneda. «

Una institución debe ser permanente, no tiene que ver con una ideología, tenemos que ser capaces de entendernos los presidentes con distintas ideologías porque si no como América Latina no nos van a escuchar», consideró en una entrevista radial. «Otra cosa es que pueda haber una coincidencia en un momento dado, en que América del Sur esté más a la izquierda o más a la derecha por sus presidentes», remató.

Otro que manifestó su descontento fue precisamente Samper, en un tuit publicado ni bien se conoció la decisión de Moreno. Aunque por otras razones.

— Ernesto Samper P. (@ernestosamperp) 14 de marzo de 2019

Tiempo Argentino, 14 de Marzo de 2019

CGT: Tiempo de amagues

La CGT anunció una movilización para el 7 de marzo y un paro, sin fecha fija, para «la segunda semana» de ese mes. Se abrieron negociaciones a todo vapor en medio de los enfrentamientos internos dentro del sindicalismo. Debate por el perfil gremial.

Si algo mostró la masiva manifestación del 30 de abril de 2016 por el Día del Trabajador, es que el espacio del movimiento obrero podría convertirse en un baluarte de la oposición a las medidas más irritativas del gobierno de Mauricio Macri. El escenario de Paseo Colón e Independencia había juntado a las hasta entonces tres CGT y a las dos CTA en lo que se interpretó como el inicio de una escalada de reclamos por la pérdida de puestos de trabajo, poder adquisitivo y derechos laborales. Las más de 300.000 personas que habían ocupado de bote a bote las dos avenidas planteaban ese reclamo de combatividad que, sin embargo, se fue demorando en el tiempo.

En los meses subsiguientes, la caída de la actividad económica y la profundización de la crisis económica corrieron paralelas a negociaciones entre los distintos líderes sindicales y las autoridades. Como fruto de esas conversaciones, desde el gobierno decidieron abrir el grifo para pagar deudas con las obras sociales sindicales por unos 30.000 millones de pesos. El 22 de agosto se conformó finalmente el triunvirato para conducir una CGT unificada más por el espanto que por el amor. Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid emergieron como las caras visibles de los sectores gremiales dentro de la central obrera cercana al peronismo.

Que no comulgaban en muchas de las iniciativas ni en las perspectivas frente al oficialismo era evidente desde antes de cerrar ese acuerdo. Pero hubo entonces una coincidencia que en sordina todos admitían: no convenía enfrentar drásticamente a un gobierno que había asumido pocos meses antes mediante el voto popular. Sobre todo ante un frente conservador que había llegado a la Casa Rosada enancado en los aires antipopulistas que destilaban los medios de comunicación.

Pero el inicio de 2017 trajo peores noticias. El aumento en el precio de los combustibles a mediados de enero y el tarifazo de la luz en febrero, que en nada contribuyen a la prometida baja en la inflación –41% en 2016, cerca de 2% en enero de este año– socavan cualquier intento de paz social que quiera ensayar una organización obrera, por más amigable que pretenda mostrarse. Más aún cuando los despidos en la actividad privada, con el añadido de la caída del consumo, golpean en el mismo sector asalariado que espera respuestas de la dirigencia y no la encuentra en la oposición política. Fue en este contexto que las CTA anunciaron la reunificación de la central, pero para 2018.

Shock eléctrico
El anuncio del ministro de Energía de un nuevo golpe al bolsillo de los argentinos, con subas de hasta 148% en la electricidad, fue difícil de digerir tanto para el ciudadano de a pie como para los empresarios pyme, que no logran despegar y ya computan miles de persianas cerradas desde diciembre de 2015. Las recomendaciones de Juan José Aranguren de reducir consumos de elementos ya esenciales para la vida en comunidad, como una computadora o un lavarropas, sin ir más lejos, generaron el punto de quiebre para convencer a los más realistas entre los dirigentes cegetistas de que algo tendrían que hacer.

Así fue que el 2 de febrero, en un debate áspero entre los distintos sectores que forman parte de la CGT, se anunció una movilización para el 7 de marzo y un paro general para la segunda semana de ese mes. La distancia a la movilización y la laxitud del anuncio de una huelga son síntomas no solo de la falta de consenso para enfrentar las medidas del gobierno, sino el deseo de negociar hasta última hora para que la sangre no llegue al río.

Se sabe que dentro del local de la Federación Naval donde se desarrolló el debate hubo pases de facturas. La división entre gremios de servicios y de la producción –por poner dos ejemplos extremos: metalúrgicos y trabajadores de estaciones de servicios– viven distintas etapas de esta realidad. Algunos tienen un día a día de despidos y suspensiones, los otros pueden capear mejor los temporales. Por otro lado, hay un grupo de gremialistas que fueron indispensables para sostener el modelo menemista en los 90, conocidos como «los Gordos» (entre ellos Carlos West Ocampo, de Sanidad; y Armando Cavalieri, de Comercio), que encabezan los grupos más afines a Macri y recibieron los mayores aportes a sus obras sociales. Como para devolver gentilezas a quienes rememoraron ese pasado, salieron a impugnar el acercamiento que gremios como la UOM y los albañiles tuvieron con los gobiernos de los Kirchner.

El secretario general de la Bancaria, Sergio Palazzo, hace tiempo reclama la elaboración de un programa de los trabajadores para enfrentar el embate contra derechos adquiridos. Radical de origen, Palazzo tiene buena llegada y sabe cómo moverse dentro de un mundo de tradición peronista como el de la CGT y les evoca asiduamente los programas combativos de La Falda y Huerta Grande en 1957 y 1962.

El gremio bancario logró aumentos en una paritaria corta con las cámaras que debía revisarse en mayo. El acuerdo no gustó en la Casa Rosada, que lo caratuló como un arreglo inflacionario y dio orden de no homologar al Ministerio de Trabajo. La puja llegó a la Justicia, que aceptó el pedido de amparo del gremio. Ahora es el turno de los docentes, que consiguieron que las provincias se sumaran a su reclamo de una paritaria nacional por área y no por distrito, como pretendían desde el Palacio Pizzurno. La oferta en la provincia de Buenos Aires era de un 18% con una cláusula gatillo si se dispara la inflación. Los gremios la rechazaron porque el año pasado se disparó la inflación pero el gatillo permaneció inmutable.

Revista Acción
Febrero 15 de 2016

«El gobierno de los Kirchner desafió la ley de gravedad»

«El gobierno de los Kirchner desafió la ley de gravedad»

Escribir una historia del FMI es tarea ardua. Qué se podría decir sobre investigar acerca de la integración de América Latina. El que hizo la primera proeza y pasó por Argentina hurgando en archivos locales para la segunda es Oscar Ugarteche, economista peruano radicado en México y autor de otra infinidad de textos que desnudan la arquitectura financiera desde 1850 en adelante.

¿Por qué buscar documentación en Buenos Aires? “Pues porque salvo el primer intento integrador del chileno Diego Portales en 1835, todos los demás nacieron de la Argentina”, dice Ugarteche.

De estos asuntos habla con Tiempo, comenzando por la pregunta obligada de si algo cambió en el FMI desde el 2001 a esta parte: «Lo que cambió es que hay un nivel de autocrítica sorprendente sobre su política fiscal, sobre su política cambiaria, sobre lo que sucedió en Argentina en la década del ’90».

–Este gobierno parece deseoso de volver al FMI.

–Argentina nunca se fue del todo del FMI. Se suspendieron las visitas artículo cuarto, que son visitas regulares para levantar información y allí el Fondo da una opinión que es no vinculante. En los ’90 había acuerdos de condicionalidad que ahora no hay. El Fondo puede decir lo que quiera pero eso no es vinculante.

–Pero en Europa no parece registrar esas críticas.

–Es cierto, en Europa hemos visto que no le permitieron a Grecia reducir el sobreajuste al que la sometieron. Tengo la impresión de que su política cambiaria tampoco cambió, aunque después de la autocrítica sobre Argentina creo que no tienen política cambiaria.

–¿Cuál fue la autocrítica sobre Argentina?

–Desde el año ’71 siempre el FMI abogó por el cambio flexible pero en el ’90 aceptaron cambio fijo. Luego dijeron que se habían equivocado con la política cambiaria y fiscal. Otra cosa que no cambia es cómo el FMI se relaciona con Tesoro estadounidense. El Fondo es el brazo extendido de la política exterior del departamento de Estado. Christine Lagarde hizo bastante por lavar la cara del FMI, pero el Tesoro jamás va a dejar de lado un instrumento de política exterior como ese. Si ellos quieren darle condiciones benéficas a alguno el FMI las dará y si no quieren, pues no las dará.

–¿La inquina de Estados Unidos con los Kirchner tiene que ver con su planteo ante el FMI?

–El gobierno de los Kirchner desafió las leyes de la gravedad, ellos tuvieron un papel muy importante en la política exterior latinoamericana y Argentina apareció en un primer plano con iniciativas muy importantes en Naciones Unidas en el tema del capital financiero. Eso ha producido una reacción en Washington y la represalia la estamos viendo en la forma en que están cambiando gobiernos. No se trata de que un candidato pierda unas elecciones el nivel de revancha que yo veo.

–¿Ese revanchismo estará relacionado con la temor del poder financiero a perder influencia?

–Yo creo que el poder financiero internacional se está afirmando en el control. Seguimos con la tendencia que ya viene de hace 20 años de que los jefes de Estado y ministros provienen de la banca, algo que ahora en Argentina es evidente. Tendría que haber alguna ley contra esos conflictos de intereses.

–¿Qué se puede decir del Tratado Transpacífico (TTP) que impulsa Barack Obama?

–Hay una paradoja de que hoy Estados Unidos busca un sistema de tratados bilaterales que crea una discriminación positiva a favor del comercio intrarregional de la Cuenca del Pacífico y con Europa. Eso es lo que EE UU combatió en 1932, cuando Gran Bretaña firma el Tratado de Ottawa y hace tratados de libre comercio con los 65 Estados miembros de la zona esterlina. Entonces EE UU argumentaba que había un principio de comercio a respetarse que era el de la no discriminación. Los británicos decían que no, “lo que yo quiero es darle preferencia al comercio intrarregional y no quiero extender esa preferencia al espacio de los que no han firmado ese acuerdo”. Esa discusión terminó en el año ’45 cuando EE UU puso como condición para otorgar créditos durante la guerra la apertura de la cuenta capitales. Pero el debate duró desde el ’32 al ’45, y hoy resulta que tenemos el debate a la inversa, solamente que ahora nadie habla de que eso es comercio discriminatorio.

–Ese acuerdo en Argentina devino en el tratado Roca-Runciman, que ató la economía local a la británica.

–El TPP es como el tratado de Ottawa, el Roca-Runciman sería como un tratado bilateral con Estados Unidos dentro del TPP. Argentina quedó en la zona esterlina y por eso acumuló reservas en libras durante toda la guerra y como los ingleses no tenían convertibilidad no había forma de saldar esa deuda. Por eso pagaron con los ferrocarriles. Visto desde el otro lado fue la nacionalización del servicio.

–¿El TTP es un tratado defensivo en relación con China y los BRICS?

–Lo ha escrito Obama, es un tratado “para evitar que China escriba las reglas internacionales del comercio”. Todo eso se podría evitar volviendo al Organización Mundial del Comercio, pero ellos no quieren reducir sus subsidios y entonces están creando un pequeño monstruo, que además hay muy poca evidencia de que se vaya a firmar. Porque a estas alturas, ¿a quién le interesa que se firme el TPP dentro de EE UU? A (Donald) Trump no y a Hillary Clinton tampoco.

–¿A nadie interesa?

–A los únicos que interesa es a las trasnacionales farmoquímicas, por el tema de las patentes. También a la banca, porque a partir de un banco permite crear sucursales usando esa sede como back office, es decir, la central donde se hará el papeleo. Con lo cual universalizan la ley estadounidense. Eso también preocupa a Europa, porque ellos tienen leyes bancarias más severas y además la banca europea no está en su mejor momento.

–Usted que investiga los procesos de integración, ¿cómo ve la situación del Mercosur?

–El Mercosur tiene problemas desde el momento en que se aplicaron medidas proteccionistas en un espacio común de integración. Ahí la dinámica de integración se paró, y eso fue hace años. Otro problema es la incorporación de Venezuela, porque como país monoexportador energético no tenía una estructura económica para entrar al Mercosur, que es un mercado de bienes industriales. Lo que se pensó en ese momento es que ellos podrían aportar energía y el resto industria. Los sistemas de integración no están hechos para replicar los viejos sistemas de comercio de productos primarios por productos complejos, pero así fue como se incorporó a Venezuela, y se lo hizo por la presión política de (Hugo) Chávez, que encontraba su pertenencia a la Comunidad Andina como falsa porque allí Colombia y Perú habían cambiado de rumbo hacia tratados de libre comercio con EE UU. Por otro lado, estos tratados tienen el defecto de que eres parte de algo y entonces te miran a ver cómo estas. Y en los últimos años las cosas han ido mal a nivel económico en Venezuela y eso ha tenido un impacto a nivel político evidente. Con el cambio político del resto del Mercosur es un vecino incómodo. Y por otro lado, Uruguay ya dijo que quiere ingresar a la Alianza del Pacífico. La denuncia contra Brasil de estos días va al mismo tiempo que el anuncio de que quiere firmar un acuerdo con la AP. Para los fines del caso, Uruguay se está saliendo del Mercosur.

–¿Qué es lo que falló en el Mercosur?

–Hay siete procesos de integración en los 200 años de independencia latinoamericana y todos se desinflaron. ¿Por qué? Porque hay un conflicto entre una parte de la élite vinculada al sector interno y la otra vinculada al sector exportador. Se trunca porque hay una alianza de EE UU con el sector exportador en contra del sector interno pero además hay una intervención abierta de EE UU, que dice «no queremos tal cosa» y termina proponiendo un tratado unilateral de libre comercio con alguno de los países.

–¿Qué otros intentos hubo de integración?

–El primero es de Chile, Cuyo, Bolivia y Perú en 1835. En 1877 el argentino Ricardo Napp hizo una propuesta que quedó dormida. Entre uno y otro, (Juan Bautista) Alberdi promueve una Conferencia análoga a la de Viena de 1820 para obtener derecho de libre navegación en torno del continente para los países de la región, cosa de fabricar un espacio de integración. A Alberdi lo pararon los ingleses en 1861. Después se hizo la Unión Aduanera del Sur, a impulso de Alejandro Bunge, con Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, que deriva en el Tratado de Montevideo en 1941. Yo estoy un poco desenterrando esa historia que fue olvidada especialmente.

–¿Y el ABC de Perón-Vargas-Ibañez?

–El ABC nunca fue un tratado. Lo que se formalizó después fue la ALALC, de 1958, que se trunca en 1965 y de ahí nace el grupo subregional andino, luego Pacto Andino.

–Paradójicamente, ya están circulando autos con patente de Mercosur y hace años están los pasaportes.

–El problema es que mientras todo esto se ha atrancado, sí hay evidencias de un proceso de integración y la gente de a pie quiere la integración, no así las élites. Hay una búsqueda popular por la integración, ese es el conflicto a lo largo de la historia. Algún día terminaré con este tema en mi libro La integración trunca de América Latina. Encontré mucho material en la Biblioteca Tornquist del Banco Central y también en la Biblioteca de Relaciones Exteriores.

Tiempo Argentino
Agosto 21 de 2016

Fotografía: Eduardo Sarapura