Seleccionar página

Mientras la interna en Juntos por el Cambio involucraba a referentes de otros espacios contra la hegemonía del PRO, como podían ser las embestidas de Elisa Carrió o de Gerardo Morales, se percibían miradas de displicencia o incluso de suficiencia de quien se cree intocable. Había, cada tanto, algún que otro chisporroteo entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta y hasta alguna competencia por ver quién es más inflexible que sin embargo no habían alcanzado a mover el amperímetro. Pero el violento cruce entre la exministra de Seguridad y el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, rebasó los límites de lo que se podían permitir en público. Y lo hicieron saber tanto dirigentes «amarillos» como de la UCR, de Coalición Cívica y los comunicadores de los medios afines.
El incidente se produjo el 24 de octubre pasado, fue difundido unos días después por manos anónimas, y todavía genera irritación. Fue durante la presentación en La Rural del segundo libro que firma el expresidente, Para qué, una suerte de programa de Gobierno con una clara orientación neoliberal. El adláter de Rodríguez Larreta en la ciudad se acercó para saludar protocolarmente a Bullrich, que buscó apartarlo del abrazo amistoso, tipo clinch, con el que intentaba calmar los ánimos, o al menos que no se notara el entuerto. 
«No me cruces más por la tele porque la próxima te rompo la cara, conmigo no se jode, te lo aviso», le dice la presidenta del PRO al sorprendido funcionario porteño. La historia se remonta al vallado en las inmediaciones de la vivienda de Cristina Fernández de Kirchner, días previos al intento de magnicidio. Esa vez Bullrich acusó al Gobierno porteño de debilidad. «Cuando vos tomás la decisión de cercar la casa de la vicepresidenta, para cuidarla a ella y a los vecinos, la tenés que mantener». Miguel dijo entonces que esas declaraciones eran funcionales al kirchnerismo. 

Sin frenos
El video del escándalo generó una primera reacción del propio Miguel, quien dijo que «una amenaza, la violencia, nunca es aceptable; además, si es por opinar diferente, se cruza un límite». Bullrich dobló la apuesta y dijo que no tenía nada de qué disculparse. Se sumó velozmente Carrió, que definió a Bullrich como una mujer muy impulsiva, que no tiene freno y que, además, es poco femenina. El dardo más punzante fue cuando dijo que «es muy buena persona, pero no sabe parar; de hecho, ella me dejó por Macri cuando fui derrotada».
La chaqueña, que tampoco es de bajar un cambio, aprovechó para agregar un poco de nafta a la interna el JxC. «Quiero candidaturas cuyas garantías sean la capacidad y la honestidad (…) Si no nos garantizan una lista honesta, iremos con mi candidatura». Morales, como titular de la UCR, también viene advirtiendo que para el 2023 nadie tiene la candidatura de la coalición opositora comprada y que el centenario partido esta vez no se dejará arriar con el poncho.
Para evitar males mayores, Macri convocó a la cúpula del partido que fundó en 2005 a un desayuno de trabajo en un hotel cercano a Plaza de Mayo. Además del exmandatario estuvieron Bullrich; Rodríguez Larreta; el jefe de la bancada del PRO en la Cámara baja, Cristian Ritondo; la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal; el titular del bloque de senadores, Humberto Schiavoni; y el diputado Diego Santilli.
Al cabo de dos horas intensas, según dejaron entrever en off algunos de los presentes, Ritondo leyó prolijamente de su celular un comunicado del partido en el que afirmaban haber establecido un mecanismo «para coordinar entre los precandidatos para que se eviten tensiones innecesarias». Se cuidó de no añadir nada al margen cuando anunció que los precandidatos presidenciales por el PRO son Vidal, Bullrich y Rodríguez Larreta. 
Macri, dentro de este esquema, aparece como el mediador, el articulador de un espacio con aspiraciones de volver. Quizás espera que con la hoja de ruta que presentó en La Rural sea suficiente. Quizás parte de la discusión dentro de JxC sea que los otros socios no aceptan así como así el proyecto presentado por Macri.
O tal vez suceda como un esa anécdota que aún recuerdan en el edificio de la CGT, de aquel viejo y mañoso dirigente que, cuando se estaban definiendo las candidaturas a una elección en el gremio, preguntaba a cada uno de sus aliados: «¿Vos qué querés ser?». Uno quería ser secretario de Actas, otro de Organización, otro de Prensa y así. Hasta que uno le preguntó: «¿Y vos qué querés ser?». «Yo quiero ser el que te pregunta qué querés ser», ilustró el hombre.

Revista Acción, 11 de Noviembre de 2022